Canciones de Luis Víctor Gentilini, “el Pato”, como se lo conoce en Tucumán, su lugar adoptivo, al que llegó muy joven desde su Catamarca natal. Música destilada en la línea que se proyecta desde las raíces hacia horizontes donde una idea de folklore surge como posibilidad de identidad, más que como veleidad de género. Temas que aparecen interpretados por músicos de una generación que combinando creativamente escuela e instinto, hacen de este, para quien sepa oírlos, un gran momento de la música argentina. Todo eso muestra este trabajo. La cantante Nadia Larcher, junto al pianista Lucas Pierro –responsable de los arreglos–, Patricio Gómez Saavedra en guitarra, Nicolás Fernández en contrabajo y Gustavo Chenu en batería y percusión formaron Proyecto Pato. Y presentan su disco Sobre canciones de Luis Víctor Gentilini hoy a las 20 en La Usina (Caffarena 1), con entrada gratuita.
El trabajo del quinteto incluye catorce temas de la ancha cantera de Gentilini, quien viajará para estar presente en el concierto. Se trata de versiones notablemente logradas, en las que respeto no es conservación, sino, por el contrario, vitalidad sirviente. Temas como “La secana”, vidala con letra de Néstor Soria; “Canción de cuna de la torcaza”, sobre un poema de Luis Franco; “La calladita”, con Pepe Núñez; y la bellísimo zamba “Ojos de tigre”, compuesta en colaboración con Manuel Castilla, son algunos de los que presentará el quinteto. “Proyecto Pato es un trabajo interpretativo sobre una obra todavía poco explorada y que suma a nuestro cancionero obras con otros discursos, colores e ideas”, define Patricio Gómez Saavedra.
La idea de reunirse alrededor de la obra de Gentilini, explican los músicos, tiene un doble sentido: “Por un lado, tocar estas canciones y conocer a través de ellas un universo creativo nuevo. Y por el otro, conocernos a nosotros a través de una obra que, por su profundidad, permite el abordaje, da espacio a las relecturas”, analizan. “Planteamos trabajar parte de su obra a partir de una construcción sonora que sale de una búsqueda colectiva y constante, pero siempre mirando hacia atrás, revalorizando la personalidad sonora del Pato –agrega Nadia Larcher–. Eso también nos permite reencontrarnos con nuestras pertenencias, con nuestros rasgos identitarios más fuertes, vinculados a los lugares de donde venimos. En la música de este compositor hallamos una geografía que, lejos del pintoresquismo, nos permite encontrarnos”, observa.
Articulada en variadas colaboraciones con poetas y letristas, y visitada parcialmente por intérpretes como Mercedes Sosa, Melania Pérez, Lucho Hoyos, Buenos Aires 8 y Lorena Astudillo, la obra de Gentilini responde a una preciosa idiosincrasia artística provinciana que, ajena a la urgencia de lo profesional, se regodea en las profundidades de la curiosidad y el asombro. Sus canciones proyectan una forma de paciencia indiferente a las tramas urgentes del éxito y lo que podría parecer escepticismo en lo masivo, no es sino la convicción de que existen destinos más perdurables. “La obra de Gentilini abreva en diversas vertientes musicales –asegura Larcher–. El supo entablar un diálogo profundo entre las músicas que lo habitaron en su infancia catamarqueña, entre Manuel Acosta Villafañe, las canciones de cuna de su abuela migrante, su guitarra, que luego combinó con lo que encontró en su viaje tucumano: Rolando Valladares, Duke Ellington, la música negra. Y también la música de cámara y sinfónica, que en Tucumán tuvo el aporte de músicos de tradición clásica europea que llegaban exiliados”. “La música del ‘Pato’ es una gran conversación y esos diálogos se nutren, además, de las voces de los poetas –agrega Gómez Saavedra–. Las temáticas y las sonoridades que aportaron el ‘Pato’ y todos los poetas con los que creó, desde Augusto Moreno hasta Luis Franco, pasando por Pepe Núñez, Kike Sánchez Vera, Néstor Soria, Mario Aldonate y muchos otros, son fundamentales para comprender la música del noroeste argentino y su cultura. Por esa característica es que, también, nosotros pudimos abordarlo desde nuestros recorridos, porque la música de Gentilini dialoga en el tiempo, es pasado y futuro.”
Pianista, arreglador, compositor, Gentilini asumió además la tarea de impulsar desde Tucumán proyectos que atravesaron el tiempo y dejaron su marca. Huayna Sumaj, por ejemplo, un grupo vocal formidable –hay grabaciones que lo atestiguan– formado a comienzos de la década del ‘60 y que a lo largo de su historia contó con varias formaciones. O más acá en el tiempo Matamba, nombre que viene de una caña de fibras flexibles y de raíces profundas, con la cantante Viviana Taberna, entre otros, grupo con el que grabó dos discos. Muestras de un estilo severo y generoso, que ahora Proyecto Pato asume y fragua desde la propia experiencia. “La sonoridad final es el producto del aporte individual de cada uno, de la experiencia musical previa y de las transformaciones que ese sonido experimenta a partir de un recorrido como el que nos propusimos –explica Gómez Saavedra–. Hablamos de lo que nos habita, preocupa, alegra y entristece. De lo que somos y de lo que es nuestro tiempo a través de sonidos y silencios, de cadencias y armonías, a través de lo intangible”. “Eso es lo que nos permite esta música y es por eso que nos encontramos aquí, en este proceso –concluye Larcher–. Que podamos aportar sonidos y ser instrumentos a través de los cuales esta música viaje, para los que vienen. Quisiéramos también poder entablar esos diálogos hacia adelante y mirarnos en la mirada de los que todavía no han escuchado. Lo que hizo Gentilini con nosotros: ofrendar la música que nos permitiría estar acá, aprendiendo.”