El aula magna de la Universidad Nacional de Avellaneda, Héroes de Malvinas, se convirtió en un enorme café. Con la excusa del mundial, el periodista deportivo José Luis Ponsico coordinó una charla abierta con Oscar "Pinino" Más y Antonio Garabal, viejas glorias de Ferro y River, respectivamente. Y de la selección, por supuesto.

“Los mejores jugadores en la historia de este deporte fueron, cronológicamente, Alfredo Distéfano, Johan Cruyff, Pelé, Maradona y Messi. De los 5, 3 son argentinos, ¿cómo no nos va a generar expectativa una copa del mundo?”, abrió Pónsico y tocó rápido para Garabal, que arrancó, pegado a la raya, a contar su historia.

“Estaba en el vestuario de Ferro, por cambiarme para entrenar. Se me acercó el presidente y me dijo que no me cambie, que estaba vendido al Atlético de Madrid. Le respondí que no quería irme, que tenía la cabeza en el club y la selección, que al año siguiente jugaba el mundial de Suecia. Se fue, sorprendido. Al entrenamiento siguiente, me rodearon los veteranos. Tuvimos el siguiente diálogo: ¿Tu familia es rica? No, mi viejo es metalúrgico y mi vieja encargada de edificio. ¿Y vos vas a despreciar la guita? Entendí y acepté la transferencia, pero seguía pendiente de la selección. La adaptación me costó. Nunca volví a ser el mismo jugador”, rememoró el hombre nacido el 17 de octubre de 1934.

Ese mismo año, 1957, Garabal había integrado el plantel campeón del Sudamericano de Lima, que Argentina ganó de punta a punta. “Fue más público a ver a Argentina que al propio Perú”, agrega Pónsico. La delantera titular, que quedó en la historia como “Los Carasucias” -mismo apodo que años más tarde recibiría una formación de San Lorenzo-, estaba integrada por Corbatta, Maschio, Angelillo, Sívori y Cruz. Cinco delanteros, cuando todavía se formaba 2-3-5.

Argentina ganó el Sudamericano de 1957, de punta a punta. 

La expectativa que generaba esa selección, para el mundial de Suecia al año siguiente, era enorme. Pero las estrellas fueron transferidas a distintos clubes de Europa: Angelillo al Inter, Maschio al Bologna, y Sívori a la Juventus. Y en esa época, no estaba contemplada la repatriación de jugadores a pedido de las selecciones. “Esa reglamentación cambió para el siguiente mundial”, recuerda Garabal, amargamente.

El mundial de 1958 es una de las mayores decepciones de la historia del fútbol argentino. La selección se volvió en primera ronda, tras perder con Alemania Federal, ganarle a la discreta Irlanda y comerse 6 con Checoslovaquia. “Había mucha expectativa porque era la vuelta de la selección a los mundiales. En 1950 Perón había decidido no participar del mundial de Brasil por motivos geopolíticos. El presidente de AFA le había dicho que el campeonato estaba armado a la medida de Brasil y él, que priorizaba el ABC con Getulio Vargas y el presidente de Chile, prefirió dejarlo pasar”, relata Pónsico. En 1954 el motivo de la abstención radicó en el conflicto de AFA con las demás federaciones sudamericanas. “Otro error fue desconocer la evolución del fútbol de Europa Oriental. Checoslovaquia, como Polonia y los países de influencia soviética en general, habían desarrollado un fútbol muy físico, muy competitivo y nos tomaron por sorpresa”, recuerdan. 

Pinino Más integró el plantel que fue al mundial de Inglaterra en 1966. Con apenas 17 años, sigue siendo hoy el argentino mundialista más joven. Confiesa que sigue siendo tan hincha de River como cuando era pibe y que su manera de gritar los goles todavía le trae algunos conflictos. “En el histórico partido por cuartos de final con Inglaterra, yo estrellé una pelota en el palo. Si entraba, hoy no estaba acá, porque no salíamos del estadio", advierte. "Estaba todo armado para ellos. Argentina- Inglaterra lo dirigía un alemán y el partido de Alemania tenía árbitro inglés. Imaginate”.

“Ya no hay wines izquierdos", afirma Más. "Por izquierda ahora ataca un volante o un marcador de punta, pero no es lo mismo. Los wines tenían más opciones, más recursos. Hacíamos la diagonal para adentro, participábamos de la jugada, no era sólo llegar al fondo y tirar el centro”, define, en lo que parece un reclamo corporativo. Garabal, a su lado, asiente con gesto adusto.