Desde Londres
Contra las cuerdas, sin mayoría parlamentaria propia, sostenida por un pacto con el grupo más reaccionario de la Cámara, Theresa May planteó a la oposición una “unidad nacional” a través de una colaboración parlamentaria con el laborismo de Jeremy Corbyn para avanzar en el arduo camino del Brexit. La iniciativa, presentada el martes, fue rechazada irónicamente por Corbyn quien le regaló a May una copia de la Plataforma electoral laborista. Ayer el líder laborista le volvió a dejar en claro que tiene otros planes. Corbyn se reunió durante dos horas y media con el principal negociador de la Unión Europea para el Brexit Michel Barnier a fin de encontrar puntos de compromiso que le permitan al Reino Unido mantener el acceso al mercado europeo una vez concluido el Brexit.
Barnier y Corbyn negaron que el encuentro fuera el comienzo de unas negociaciones paralelas, pero funcionarios europeos señalaron al The Guardian que estos contactos informales han crecido en importancia desde las elecciones británicas de junio. El tiempo es un claro indicador de la creciente importancia de Corbyn frente a la alicaída figura de May. La reunión entre el principal negociador europeo y el líder laborista duró prácticamente la mitad del tiempo que el gobierno británico le ha dedicado a los negociadores europeos desde que activó el proceso diplomático para terminar el vínculo con la UE a fines de marzo.
La soledad de May quedó igualmente expuesta ayer al presentar ante el parlamento la ley de salida de la Unión Europea (European Union Withdrawal bill), más conocida como “Repeal Bill”, madre de todas las batallas en estos 21 meses que quedan hasta que se termine la negociación por el Brexit. Con la excepción del impresentable DUP, los reaccionarios protestantes de Irlanda del Norte que apoyan informalmente al gobierno, la oposición en su conjunto rechazó la ley.
La ley plantea el rechazo de la legislación europea incorporada desde 1972 y su sustitución por leyes británicas que debe debatir y votar el parlamento. Según el ministro para el Brexit y posible sucesor de May, David Davis, “es el proyecto de ley más importante que haya pasado por el parlamento y la clave de nuestra separación de la Unión Europea”
En total, son unas 12 mil regulaciones europeas y casi 8 mil normativas, que en su mayoría el gobierno propone incorporar al cuerpo legal británico con un simple “cut and paste”. El problema no es el grueso de esta legislación sino algunos capítulos sensibles para distintos sectores del parlamento, incluídos conservadores disidentes.
Los derechos humanos son la primera víctima del proyecto. “La Carta de Derechos fundamentales no será parte de la ley británica luego de la salida de la Unión Europea”, señala el Proyecto de ley. El portavoz laborista para el Brexit, Keir Starmer, señaló que su partido se opondrá al proyecto. “Tenemos muy serios cuestionamientos y a menos que el gobierno lidie con estos temas no apoyaremos el proyecto de ley”, señaló Starmer.
Los liberal demócratas, que quieren un nuevo referendo sobre el Brexit, advirtieron que el debate de la “ley será un infierno” para el gobierno. “La carta de derechos fundamentales es una piedra basal de nuestra identidad. No puedo entender por qué el gobierno la rechaza. ¿Tiene algún problema con el derecho a la vida, con la prohibición de la tortura, con la protección contra la esclavitud, el derecho a un juicio justo, el respeto a la privacidad, la libertad de pensamiento y culto, la libre expresión y el derecho a la protesta pacífica?”, señaló el líder liberal demócrata Tim Farron.
Los nacionalistas escoceses y los autonomistas galeses señalaron que el proyecto es una apropiación del gobierno central de temas que les pertenecían, como la pesca. Los conservadores pro-europeos proyectan una rebelión más silenciosa que contempla alianzas con la oposición para generar un “Brexit” suave que conserve al máximo la relación con la UE. Según la editora política de la BBC, Laura Kruessberg, el debate del proyecto de ley, que se dará en el otoño europeo, se convertirá en una guerra de guerrillas en la que la oposición y los pro-europeos conservadores “intentarán aprobar su propia versión del Brexit”.
En una entrevista con el tabloide The Sun previa a la presentación del proyecto de ley, Theresa May salió al cruce de las numerosas versiones que circulan sobre su renuncia o golpes palaciegos. “Tengo un trabajo que hacer en los próximos años y estoy totalmente concentrada en hacerlo”, dijo May. Entre los analistas británicos hay un consenso de que en el mejor de los casos May llegará hasta el final de la negociación por el Brexit en marzo de 2019, pero que es igualmente probable que no celebre las navidades en 10 Downing Street.
La economía no va a ayudarla. En una sombría estimación, la agencia Standard and Poor predijo esta semana que el crecimiento bajará del 1,8% del año pasado a un 1,4% este año y a un 0,9% en 2018. La inflación y el congelamiento salarial, producto de la austeridad, están afectando el consumo, motor principal de la economía británica. Desde el Brexit, la inflación creció del 0,5% al 2,9% mientras que el salario de los más de cinco millones de trabajadores públicos quedó congelado en un 1% de aumento y los ingresos del grueso del sector privado quedó también rezagado respecto a los precios.