El triunfo de la lucha de los jóvenes médicos y médicas residentes y concurrentes porteños, luego de dos meses de conflicto y un paro de más de 20 días, se transformó en un acontecimiento político y cultural, que se extendió hacia el conjunto de la sociedad porteña.
El conflicto, en la medida que escalaba por la intransigencia y el autoritarismo de Horacio Rodríguez Larreta y su ministro candidato Fernán Quirós, fue poniendo en juego otros valores que trascienden la reivindicación económica-social de los otrora "héroes de la pandemia", mutados luego a "huelguistas”.
“No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Aquel sabio pasaje del evangelio de Mateo enseña que, además de las necesidades espirituales, los seres humanos necesitan alimentarse (el pan) para vivir. En ese caso se refiere a la religiosidad, pero en la vida en sociedad hay otro elemento tan vital como el de alimentarse: el de la dignidad. Que no resulta posible vivir sin pan, ni sin dignidad.
De allí la importancia de la lucha y el triunfo de las/los residentes. Cierto es que no siempre se logran las conquistas anheladas, pero ya conocemos que vale la pena unirse para luchar por derechos económicos, sociales y culturales, es decir, para la vida, y por ideales y utopías de transformaciones colectivas.
Los profesionales de la salud no solo defendieron su dignidad como trabajadores y su derecho a un salario justo, lograron también que la ciudadanía porteña visualizara que la salud pública es sostenida por ellos y ellas, a pesar de la carencia de recursos y la desvalorización permanente del ministro Quirós y el jefe del gobierno porteño.
Últimamente se vienen manifestando reclamos y protestas de otros núcleos sociales: estudiantes y sus familias, maestras, profesores; vecindades de muchas de nuestras comunas defendiendo sus tradiciones barriales ante la invasión del negocio de los constructores de monstruosos edificios que atentan contra el medio ambiente de la ciudad. En estos días, los vecinos de Saavedra volvieron a vivir la angustia de calles inundadas, cortes de luz y autos flotadores, por el atraso crónico de las obras del segundo reservorio del Parque Sarmiento, agravado por el avance del cemento y el asfalto que impiden la absorción natural de las aguas. Los desbordes por la tormenta también llegaron a Villa Ortúzar, Devoto y Liniers. Vuelve el recuerdo de aquella grotesca gritería, y desprecio a “mis queridos vecinos” de Mauricio Macri de “¡No se inunda más!”.
Pareciera que los recortes a la salud pública y a sus trabajadores son contagiosos en la comunidad de los gobiernos de derecha. En Madrid se realizó una de las protestas más multitudinarias de los últimos años, estimada en medio millón de personas, contra la política sanitaria de la alcaldesa Díaz Ayuso del Partido Popular (PP, derecha) en “defensa de una sanidad 100 por ciento pública, universal y de calidad”. Deberíamos inferir que más que contagio, se trata de la ideología privatista de los “modernos” conservadores. Consecuentemente, desfinancian los presupuestos, expulsan profesionales y abandonan edificios e instrumentos hospitalarios. Lo interesante y valioso de este cuadro contradictorio, es que, así como las derechas actúan juntas según el dogma neoliberal, los trabajadores, rodeados de sus pueblos, reaccionan generando inesperados fenómenos sociales.
Resulta necesario reparar una vez más en la leyenda de que Rodríguez Larreta es un “buen gestor”. Justamente esta lucha corre ese velo artificioso, construido por los medios afines y sus oficinas de marketing con sus asombrosos presupuestos que pagamos los vecinos. Ha quedado claro ante la opinión pública que la gestión de Rodríguez Larreta en salud es ineficiente en términos de gobierno, e insensible y cruel con los trabajadores y usuarios de los hospitales públicos.
El discurso superficial y exitista que exhibe temas no estructurales como veredas, macetas y luminarias es presentado permanentemente por el poderoso ministerio de propaganda del PRO como la panacea de la gestión. Sin embargo, cuando debe explicar ante los grandes empresarios sus ideas de gobierno como candidato a presidente, lo hace con toda crudeza y sin mediaciones semánticas. Recientemente ante la UIA afirmó que “actualizará la legislación laboral contra las extorsiones sindicales”. Reiteró lo ya dicho en el Llao Llao ante un auditorio muy parecido de la cúpula empresaria: “implementaré una reforma laboral rápidamente, liberando leyes anacrónicas al trabajo”. Clarísimo: liquidaré derechos laborales. Afirmó también que “si liberamos el corset y el laberinto que genera el Estado, se puede generar más laburo” (sic). Ya que estaba lanzado quiso demostrar que será un gerente fiel, calificando a los directores corporativos de “ustedes son unos héroes”, quienes a pesar de “todo lo que sufren” siguen soñando en el país. Los empresarios serían seres sufrientes y soñadores. ¡Pocas veces vista tamaña sumisión! Insistió con la antigua cantinela de la ortodoxia económica diciendo que “no es sostenible gastar más de lo que tenemos todos los años” y siguiendo con la vieja rutina argumental pontificó: “hay que avanzar en una reforma impositiva que baje los impuestos para generar trabajo”. Desde este discurso trumpista, que ahora presentan como “lo más moderno”, se propone bajar los impuestos a los super millonarios, y así entonces se creará “laburo” al decir larretista. Este insólito e inesperado defensor de los “laburantes”, seguramente no recibirá el premio a la originalidad, ya que su discurso no sólo es vulgar y primitivo, sino que ha fracasado si lo apreciamos desde la vida de los trabajadores. El candidato de la derecha no olvidó a los empleados públicos y al rol del Estado, proponiendo una vez más la reducción de la “burocracia”. Se aprecia claramente que el candidato conservador sigue la línea de su inspirador Mauricio Macri, solo ofrece ajustes masivos, contrareformas sociales e impositivas y privatizaciones, o directamente el cierre de empresas públicas. Nada nuevo bajo el sol de la derecha.
* Juan Carlos Junio es secretario general del Partido Solidario y director del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”.