El fin del amor es la adaptación del libro homónimo que Tamara Tenembaum publicó en 2019. La escritora fue co guionista junto a Erika Halvorsen de la adaptación de aquel ensayo biográfico en una ficción. “El libro invitaba a la libertad porque era un ensayo filosófico -cuenta Halvorsen-. No era un documental sobre los vínculos. El libro fue la excusa: lo que le estaba pidiendo eran los derechos de su vida y de su mundo. Lo que más me interesaba era llevar algo audiovisual la voz de este personaje, su búsqueda y construcción constante de lo que ella va a haciendo, de una voz propia. La seguía mucho a Tamara, la conocía de grande, pero no sabría que había tenido una infancia en una comunidad judía ortodoxa. Entonces la pregunta fue qué paso en el medio para que esta niña que tenía su destino casi marcado y debería casarse virgen en un matrimonio arreglado, cómo llega a ser esta mujer libre e independiente. La serie habla sobre un personaje lanzado a la exploración de lo vincular, poniendo en crisis las formas de vincularse, y nutriéndose de sus amigas y del resto de los personajes que la rodean”.
Tenembaum cuenta que no le fue dificultosa la adaptación de su ensayo a esta serie porque se entregó a la idea de abrirse a un proceso nuevo. “En ningún momento me até a lo que decía el libro sino que me dejé llevar por aquello que sirviera para un formato nuevo. El libro nos sirvió para destrabar situaciones de la trama. Mas que una adaptación, el libro fue una especie de brújula. La batería de recursos que nos permitió el audiovisual para que la textura del libro estuviera presente en la serie fueron infinitos, desde audios o mensajes de Whatsapp hasta columnas de radio o escritas”, detalla la escritora.
Aunque comprenden que se trata de una serie que aborda en profundidad y sin tapujos conflictos que las nuevas generaciones tienen más presentes, ambas señalan que El fin del amor no es para una audiencia de nicho. “El conflicto de la serie es identitario y eso no nos abandona nunca. Yo pasé los 40 y el personaje está en la crisis de los 30, pero todos volvemos a esas preguntas sobre quién soy y qué quiero ser. El derrotero de este personaje, que a la vez es hermana y es hija, y hace una exploración de su vínculos, no nos es ajeno porque nada de lo humano lo es. No creo que esta serie le hable a una minoría o a una generación, sino que contamos una historia particular que es muy universal como la de Tamara”, reflexiona Halvorsen.
Por su parte, Tenembaum considera que -tal vez- lo que es generacional en la serie es en el tratamiento. “En la interacción de Tamara y sus amigas -señala- vemos una forma de conversar y habitar, de vivir la vida, que es específico a la sociabilidad de una generación. Nos interesaba que estuviera eso presente porque siento muchas veces que esa vida no la veo en series o películas. Obviamente, hay películas sobre gente joven pero que tienen profesiones que ni mis amigas ni yo tenemos, viven en casas gigantes que no se entienden cómo las pagan, usan unos trajecitos divinos todo el tiempo… Están contando universos que supongo que existen, pero no son los de mi mundo. Nos pasaba que quienes aprobaban los guiones (que viven en Miami) no entendían cómo Tamara además de ser profesora en la universidad también trabajaba en radio y escribía columnas en revistas. Les costaba entender que necesitamos tener tres o cuatro trabajos para poder vivir. Y en la Argentina, aunque conocemos que vivimos con varios trabajos a la vez, tampoco ves series que reflejen eso. En ese sentido, la serie la serie refleja la vida de una generación en América latina y en este momento”.