También la democracia, Todavía tambaleaba sobre sus temblorosas piernas recién estrenadas. Habían pasado apenas unos pocos meses y la nueva realidad nos alentaba a pensar un futuro luminoso y pleno de libertades, ya lejos del oprobio de la censura, las amenazas y los exilios. Las canciones que habíamos escrito en silencio, casi a escondidas, sonaban en las radios y la televisión. Todo era posible entonces, hasta la alegría. Se había sufrido mucho y faltaban cuestiones que resolver desde la justicia con los dictadores, pero todo parecía encaminarse.
Y entonces llegó la noticia del posible concierto de Silvio y Pablo. Todo el arco musical argentino se tensó ante tamaña noticia. ¿La Nueva Trova en casa? Parecía un sueño. Y el día llegó. Y llegó con regalos. Tanto Silvio como Pablo ofrecieron generosamente cantar con cada uno de nosotros. En mi caso repasé mentalmente cuales eran las canciones que podía cantar de cada uno de ellos sin hacer papelones, hasta estudié las tonalidades para ensayar con el debido conocimiento en cada caso. Pero la generosidad de Silvio me alivianó la tarea. Propuso cantar a dúo mi "Todavía cantamos". Y allí fuimos, a concretar aquél Obras Sanitarias repleto de juventud y consignas, de esperanza y aroma a libertad.
Tengo presentes la euforia, la fuerza poderosa de una generación que había sufrido el calvario de la Dictadura y sus horrores. Pérdidas familiares, persecuciones, torturas en muchos casos, exilios, incertidumbres pero allí, ese día, estaban con nosotros. Silvio y Pablo lo hacían posible, le cantaban al hombre nuevo, a una Argentina que resurgía desde sus cenizas, desde su oscuridad más dolorosa. De eso me acuerdo. De la maravillosa unidad que nos abrazaba reafirmando que desde allí, desde ese abrazo nuestras cicatrices sanarían.
Todavía sigo pensando en ello, en aquél país donde el abrazo y la hermandad nos ayudaron a pensar en la alegría, lejos del odio que hoy nos rodea con su abyecto sin sentido.
Aquél concierto abrió una puerta luminosa que todavía propone un camino. Solamente digo que podríamos empujar otra vez entre todos para volver a abrirla.
Para darnos el gusto de debatir sin insultos, sin rencores. De abrazar al vecino, de soñar como entonces.
Lo merecemos.