Todo tiene que ver con todo y ningún hecho de los que están sucediendo en nuestro país y en la región puede comprenderse si se lo analiza en forma aislada. Las imágenes de la represión en el desalojo de la planta de PepsiCo no están desconectadas de la arremetida del presidente Mauricio Macri contra la justicia laboral a la que él pretende descalificar como “la mafia de los juicios” mientras manda perseguir a los jueces que no fallan en acuerdo con el Gobierno. Pero tampoco estos hechos podrían verse al margen de la reforma laboral aprobada en Brasil esta misma semana y que pretende presentarse como modelo para la región mientras aquí funcionarios económicos y empresarios argumentan sobre la necesidad de “bajar el costo laboral”. Nada de esto está desconectado de la intervención a los sindicatos díscolos, mientras la dirigencia de la CGT acompaña con el silencio la ola de despidos de los trabajadores de PepsiCo, de Atucha, de tantos y tantas trabajadores del Estado y un número imposible de establecer estadísticamente de Pymes cerradas por la crisis. También porque los despidos en las fábricas argentinas son la contracara de la apertura indiscriminada de las importaciones que, según el Gobierno, permite a los argentinos comprar más barato aunque hasta las estadísticas oficiales sigan marcando que la inflación crece, baja el consumo y el “segundo semestre” y los “brotes verdes” están cada día más lejos.
Nada es casual, nada es aislado. La condena a Lula en Brasil no puede entenderse al margen de la continuidad de la ilegítima detención de Milagro Sala en Jujuy y de la utilización política del Poder Judicial en Brasil y en la Argentina para perseguir opositores políticos mientras se congelan las causas contra los oficialistas. Tampoco puede pensarse que lo que pasa en la región latinoamericana con el regreso de los gobiernos conservadores, neoliberales y antidemocráticos es ajeno a lo que Donald Trump dice y hace desde la Casa Blanca.
No debería pasarse por alto que la misma Corte Suprema de Justicia que avaló el 2x1 para los genocidas, anunció con bombos y platillos y como una forma más de atemorizar, que los trabajadores que pierdan los juicios laborales deberán hacerse cargo de las costas (algo obvio, sabido y conocido), mientras sigue estirando los plazos y no se pronuncia sobre la situación de Milagro Sala a pesar de los requerimientos de los organismos internacionales.
Tampoco se puede marginar del análisis que en plena represión a los trabajadores de PepsiCo un jefe policial de la Bonaerense, el mismo que ordenó impedir que los periodistas realizaran su labor de informar, se sintiera habilitado y envalentonado para decir que “aquí nadie le está pegando a nadie” mientras arengaba a los abogados y a los diputados presentes para que “dejen de hacer populismo”. Cristian Ritondo, el Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, justificó la represión contra quienes estaban defendiendo sus fuentes de trabajo con el argumento de la legalidad, pero sin explicar que la decisión de reprimir está directamente ligada a la estrategia electoral de Cambiemos para “fidelizar” al núcleo duro de sus votantes que aplauden la política de mano dura. En campaña Patricia Bullrich recordó que la policía “hizo lo que hay que hacer”.
Nada de todo esto puede comprenderse si no se miran las largas colas en los supermercados de la provincia de Buenos Aires formadas por personas necesitadas de un descuento a través de su tarjeta de crédito porque el dinero no les alcanza para llegar a fin de mes, mientras cae el consumo de alimentos y hasta de leche.
Tampoco puede quedar al margen del análisis y de la mirada compleja de lo que está ocurriendo el silencio de los medios de comunicación de mayor alcance acerca de la crisis social y sus efectos, mientras se aplaude la fusión entre Telecom y Cablevisión Holding y no se entregan los fondos establecidos por ley para los medios comunitarios y populares. Al mismo tiempo gran parte de la dirigencia política, que se dice opositora por motivos de coyuntura electoral, no dice nada al respecto o aplaude la “oportunidad” que nos brinda a los argentinos la megafusión comunicacional.
Pero para todo hay explicaciones desde el oficialismo. Y siempre es la misma. Si las inversiones no llegan es por el temor al “regreso del populismo” y la manera de impedirlo es seguir votando por Cambiemos. Y si el Papa Francisco decide no venir a la Argentina a pesar de la invitación que Macri le reitera, según los periodistas que hacen de voceros oficiosos es porque hay quienes prolongan el clima de enfrentamientos... cuando en realidad el país vive un clima de paz y armonía solo alterado por los revoltosos que no quieren resignarse a perder derechos.
Todo tiene que ver con todo. Y ningún hecho debería analizarse al margen del contexto. No hay texto sin contexto.