La última vez que madrugué especialmente para ver un partido de fútbol fue en el 2000, hace 22 años en la final que jugaron Boca y Real Madrid por la Copa Intercontinental en Japón. La ilusión para quienes éramos hinchas del club de la ribera era maciza, de una madera muy parecida a la de esta selección que está en Qatar y que viene de ganar la Copa América. Es un tipo de ilusión que no cruje, está pulida, trabajada y encastra con el deseo de ganar. En esa madrugada de noviembre del 2000 Boca empezó ganando en los primeros 6 minutos del partido, con dos goles de Martin Palermo, de ahí en adelante todo fue fiesta y celebración. Distinto a lo que pasó el martes pasado en el partido de Argentina y Arabia Saudita. Ganar o perder, esa es la cuestión.
Hace 22 años yo no veía la corteza del fútbol con lentes feministas, no me hacía preguntas sobre la competencia, el machismo, la producción de jugadores esbeltos, familias normadas y anhelos de exitismo. No me preguntaba por las mafias en la FIFA, por el sponsoreo ni acerca del detrimento del fútbol como un deporte colectivo y apasionante. Mi relación con el fútbol era exclusivamente pasional: lloraba si perdía mi equipo o me ponía feliz si ganaba. Ese sentimiento volvió con la derrota de Argentina como si no hubiese pasado el tiempo, esperando, como un perro acurrucado en la esquina de la calle de un pueblo, dispuesto a festejar la existencia de cualquiera que pasara frente a él a la hora de la siesta.
El martes bien temprano fueron trending topic las filas en las panaderías, la ciudad despertándose sólo para disfrutar de un partido, las camisetas con el nombre de Messi desparramadas por los manteros de Flores, los gorros de arlequín albicelestes, la gente yendo de una casa a otra para mirar el partido de a muchxs y todxs lxs que prepararon el mate a pesar de que nunca miran fútbol, salvo en los mundiales. Todo eso compuso para mi un anhelo de que las cosas salieran bien, es decir que Argentina ganara su primer partido. Esa mañana, todo me emocionó. Algo de la madera de los 2000, había vuelto.
Pero después perdimos, y nada de lo que pasaba era parecido a lo que había sucedido con los goles de Palermo. Afortunadamente, vino toda la viruta que rodea al fútbol y eso dispersó un poco la angustia. Las cuentas matemáticas para descifrar qué tiene que hacer Argentina para seguir en el Mundial, Messi, con esa fantasmagórica aura de mesías teniendo que enviar un mensaje claro y esperanzador al pueblo o los tuiteros no soportando que la Televisión Pública tenga a Angela Lerena como comentarista. ¿Les aburre que traiga data, como por ejemplo que Rhadia Salma Mukansanga, oriunda de Ruanda, es la primera árbitra mujer en participar de un partido de la Copa del Mundo en toda la historia? ¿O es que a las mujeres -y ni hablar de otras identidades disidentes-todavía les queda derecho de piso por pagar? En los tutis le reclaman que habla mucho, un clásico del varón que no quiere escuchar más a la jabru darle a la lengua. No fue la única, la cantante y actriz Tini Stoessel también fue protagonista de burlas por ser “la culpable” del mal desempeño de su actual pareja, el jugador argentino Rodrigo De Paul.
Inmediatamente después del partido contra Argentina, el gobierno de Arabia Saudita decretó feriado nacional y los festejos duraron todo el día, incluso con disparos de ametralladoras al aire, según se pudo ver en redes sociales. A la vez, se hizo pública una denuncia de la ONU al ese Estado por la ejecución de 22 personas en el último mes y 144 a lo largo de todo el 2022. Otra vez el mundial como distracción frente a crímenes de estado.
El fixture del resto de los equipos inaugurando la primera semana del Mundial, también está rodeado por la saga de contradicciones, polémicas y preguntas que trae la peculiaridad de este evento. Los alemanes se sacaron la foto antes de enfrentarse a Japón- otro partido fuera de estadística- tapándose la boca en reclamo a la FIFA por no dejarles utilizar un brazalete multicolor con la consigna “One Love”, en relación a la defensa de los derechos de las personas LGTBIQ+ en Qatar que le Federación alemana decidió encabezar junto a Holanda, Inglaterra, Bélgica, Suiza, Dinamarca y Gales.
Monica Santino, ex jugadora y DT dijo la semana pasada en un programa de radio que el partido más difícil que tenía Argentina era el primero contra Arabia Saudita. Seguramente, muchos varones ilustrados en este deporte hubiesen desestimado al instante ese comentario- si lo hubiesen escuchado- con la daga de que las mujeres no saben de fútbol. Lo que dijo Monica fue que este partido representaba para muchos integrantes del plantel su primer mundial y eso implicaba muchísimo nerviosismo para los jugadores: “Podés ser favorito y pegar una pelota en el palo y que todo lo que vos planificaste no sale o si. Nunca sabés cómo sale, eso es lo maravilloso del fútbol”
Mañana se juega una final contra México, el perro de la esquina se refriega el lomo y muchxs volveremos, como si fuera un sueño o un portal, a mirar a la selección por la televisión. A jugársela por las cábalas, a decirle a Messi que sí, que sí confiamos; a hurgar en el fútbol por alegrías colectivas, a hacernos de ese sentimiento, a seguir la veta de la madera, a ilusionarnos y que salga bien.