Sequía y desbordes por la creciente son dos caras de la misma calamidad que sufren las comunidades ribereñas del río Pilcomayo que muestra por estos días una bajante histórica, según las mediciones iniciadas desde 1964.
“Está llegando al kilómetro 70 del canal paraguayo”, dijo a Salta/12 el director de la Comisión Nacional del Río Pilcomayo del gobierno paraguayo, Artur Niedhammer. “Cada día retrocede más”, indicó por su parte el responsable del Sistema de Alerta de la Cuenca del Pilcomayo, Luis María de la Cruz. “Como nunca antes se ve la sequía”, añadió Roberto Salazar, quien entre 2005 y 2006 hizo el seguimiento de la cuenca del rio Pilcomayo en Villamontes, Bolivia. “Hoy estamos 40 centímetros por debajo de las mediciones del caudal en estos últimos cuatro años”, sostuvo por otro lado el secretario de Recursos Hídricos de la provincia, Mauricio Romero Leal.
Si bien vecinos de Misión La Paz, paraje del municipio de Santa Victoria Este, en el límite tripartito con Paraguay y Bolivia, celebran la bajante a la espera de que se terminen las obras de contención de la creciente (los llamados anillos), Alberto Jaimes, de Pozo Hondo, el pueblito paraguayo vecino a Misión La Paz, río de por medio, contó que este año se volvió a la antigua práctica nómade de llevar los animales a 30 o 40 kilómetros de sus tierras. Pues en esas zonas llovió y fueron en busca de agua, aunque no están seguros de que haya posibilidad de acceso, ya que un factor común en la región es la apropiación de tierras por parte de grandes terratenientes.
El Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) de Bolivia, en tanto, manifestó en un informe reciente que “con el primer episodio triple de La Niña en marcha durante este siglo –y la probabilidad de que se mantenga hasta principios del año entrante según la Organización Meteorológica Mundial (OMM)– el panorama de la sequía y sus efectos en el sur de Sudamérica se agudiza, y requiere de medidas informadas por parte de las instituciones científicas y los gobiernos nacionales. El déficit de precipitaciones que afecta a Bolivia comenzó en 2019 y continúa a la fecha, poniendo en jaque tanto a los productores locales como a los municipios, que ven afectado el suministro de agua y advierten una posible crisis energética con la disminución del caudal de agua en las represas hidroeléctricas”.
Bajante histórica
Según pudo relevar este medio, el problema se inició con más fuerza sobre el caudal del Pilcomayo este año, dado que “tenemos una sequía sostenida desde abril en la cuenca alta”, dijo De la Cruz.
Sucede que el cauce se alimenta de las aguas que escurren desde la zona de Yungas y zonas áridas bolivianas. Pero este año las lluvias habituales en esta época no se produjeron. A la falta de precipitaciones se sumaron los incendios que afectan a la región, para incidir en una “sequía extremadamente alta con niveles severos”, indicó el especialista.
De la Cruz explicó que los incendios obstaculizan la formación de nubes para las lluvias. Agregó el efecto de la deforestación en la región chaqueña (en los tres países que recorre el río), cuyo “incremento es impresionante”. Esto “produce desecamiento”, porque sin vegetación la humedad no se retiene.
El caudal del Pilcomayo actualmente es de 4 metros cúbicos por segundo, valor excepcionalmente bajo y récord en lo que va de los registros históricos de caudales, especificó. “El promedio para noviembre es por lo menos de 30 metros cúbicos por segundo”.
El agua históricamente llegaba hasta el kilómetro 300 del canal paraguayo, explicó Niedhammer. Sin embargo, la llegada del caudal retrocede año a año. Dijo que como efecto de la falta de lluvias en la región paraguaya los pozones que antes quedaban con agua “hoy están totalmente secos”. No obstante, sostuvo que también históricamente, y por el comportamiento del río, las aguas suelen volver cerca del 8 de diciembre o cerca de Navidad, cuando la época de lluvias se reinicia en toda la región.
“Son valores propios de una época y cuando tardan las precipitaciones va bajando el nivel. Estamos esperando las precipitaciones”, dijo por su parte Romero Leal al indicar que prevén terminar en estas semanas los trabajos de contención para proteger a las comunidades ribereñas de las crecientes del río en la provincia. Aunque sostuvo que aún no se puede hablar de la gran sequía, reconoció que hay una merma en el nivel de precipitaciones desde hace dos años por lo menos, por lo que advirtió que “todos debemos ser más responsables en el uso del recurso hídrico”.
“Mientras, hay que vivir”
De la Cruz coincidió que cuando comiencen las lluvias en la cuenca alta, la situación del río tenderá a regularizarse. “Pero mientras, hay que vivir”, añadió al sostener que “el sistema productivo y natural está siendo directamente afectado”, pues esta vez la sequía no solamente afecta al área externa al río sino al propio cauce.
“La gente está desesperada. Los que tienen pozo usan esa agua, pero los que no, no tienen otros recursos directamente. Deben o pagar agua o trasladarse a algunos lugares aguas arriba hasta encontrar agua”, detalló.
“Realmente esta sequía del Pilcomayo es algo inédito para nosotros”, dijo Jaimes, quien es pequeño productor en el lado paraguayo de la ribera. Una primera consecuencia que se vive es la mortandad de peces, que incluso ya se ve en la parte de la ribera formoseña. Pero otro problema que se genera es la falta de agua para los animales que crían. “Hace tres semanas que la mayoría de la gente está yendo a alguna parte con los animales, a unos 30 o 40 kilómetros para llevarlos adonde llovió y donde se tenga acceso” a las tierras con agua. Esta vieja costumbre nómada, retomada este año, según Jaimes, se da en el marco de un proceso de apropiación de tierras y por lo tanto la imposibilidad de poder entrar a cualquier lugar a por agua.
En las consultas de Salta/12 también se filtró la preocupación por el Proyecto Carrizales, en Bolivia, que implicaría desviar las aguas del Pilcomayo para riego de miles de hectáreas productivas, además de la creación de una hidroeléctrica.
Si esto se efectivizara, se entendió que en situaciones futuras de disminución significativa del caudal, podría llevar a un desecamiento aún mayor del cauce.