Como no tengo televisión veo en un bar cercano el primer tiempo de Argentina contra Arabia Saudita. Me arrepiento rápido, el lugar está lleno de jóvenes madres 25 a 35 años, que acaban de llevar sus niños al colegio, menos un par que los trajeron a ver el partido, porque sus colegios empiezan más tarde por el partido.
Se me sientan al lado, y arman una mesa grande, están con la camiseta argentina y con guirnaldas en el pelo, algunas con los colores patrios en la cara. Hablan entre ellas a los gritos, cantan o mejor dicho tararean el himno.
Al parecer no conocen a los jugadores argentinos, salvo por supuesto a Messi, a De Paul, y al Dibu, por su alto perfil. Ver el partido así es una experiencia nueva. Entre sus charlas acerca de temas varios y las alternativas, el penal de Messi y los tres goles anulados, se pasa rápido el tiempo. Los comentarios filosos de alguien de la tele, que no identifico, ambiguamente, como de costumbre, prometen.
Gloria y Devoto a la vez , y me parecen bastante mal intencionados. El café con leche y tres medialunas me sale 860 pesos. Un afano. Pago y me voy antes del segundo tiempo, porque tengo cosas que hacer.
Me arrepiento de haber ido, la próxima vez lo escucho por radio. Aunque ya luego, y con el resultado puesto, pienso cabuleramente, y traicionando mi supuesto paladar negro futbolístico. "Con esas mamás y esos chicos que gritaban y el café carísimo íbamos ganando". ¿Y si fuera así?
* Ex Director Nacional de Deportes.