Algo huele mal en Dinamarca, pero no es Hamlet quien está de regreso. Quien vuelve es Lars von Trier y el hedor tiene su origen en los cimientos del Riget, El Reino, el hospital del centro de Copenhague que se transformó en base de operaciones de la miniserie de los años 90, erigida con el paso del tiempo, mientras permanecía en estado de hibernación, en objeto de culto, y que ahora, veinticinco años más tarde, renace con una tercera y última temporada. Un poco como ocurrió recientemente con Twin Peaks, serie que en su momento inspiró al realizador danés para encarar uno de sus proyectos más amados. El director de Europa, Bailarina en la oscuridad y Ninfómana recorre una vez más los pasillos, habitaciones y subsuelos del enorme y moderno nosocomio para poner en escena la eterna lucha entre la ciencia y lo paranormal, las operaciones de urgencia y los exorcismos, los catéteres y los espíritus que recorren no tan silenciosamente el lugar. En definitiva, la eterna batalla entre el bien y el mal, como afirma al final de cada capítulo el propio Lars von Trier. La plataforma MUBI está ofreciendo desde hace un par de semanas, en versiones restauradas, las dos primeras temporadas de la serie –estrenada originalmente en la televisión danesa en 1994 y 1997, respectivamente– y a partir de hoy sumará semanalmente los cinco nuevos episodios de The Kingdom – Exodus. El retorno con gloria del von Trier más juguetón, un relato coral atravesado por el humor más absurdo, por momentos surrealista, con una parte del reparto original nuevamente en pantalla –entre ellos esa fuerza de la naturaleza llamada Udo Kier– y un grupo de nuevos médicos y enfermeras enfrentados a manifestaciones sobrenaturales que pugnan por abrirse camino en pleno siglo XXI. Lejos de las prácticas usuales y los formatos rígidos de las producciones cercanas al terror y lo fantástico en la era del streaming, The Kingdom es también una comedia de (extrañas) costumbres, en la cual las clases sociales y la nacionalidad de los miembros del staff hospitalario disparan las interacciones y vínculos más excéntricos. Las puertas automáticas del rigshospitalet vuelve a abrirse, como así también los portales que comunican el mundo cotidiano y previsible con el universo de los fantasmas y los demonios subterráneos.
“El suelo bajo El Reino es un antiguo pantano. Los estanques de blanqueo de ropa solían estar aquí. Antes, los blanqueadores enjuagaban sus prendas en las aguas poco profundas para blanquearlas. El vapor de los estanques cubría la zona con una niebla permanente. Más adelante, se construyó aquí el hospital y los blanqueadores fueron sustituidos por doctores y científicos, las mentes más brillantes del país y la más alta tecnología. Y para coronar el logro, el lugar fue llamado El Reino. Se definiría la vida, y la ignorancia y la superstición no volverían a desafiar a la ciencia. Tal vez la arrogancia se ha vuelto demasiado grande, al igual que la constante negación de lo espiritual, porque al parecer el frío y la humedad han regresado. Afloran pequeñas marcas de desgaste en los modernos y robustos edificios. Hasta ahora, ninguno de los vivos lo sabe, pero la puerta de El Reino se está volviendo a abrir”.
En todas y cada una de las entregas de The Kingdom el prólogo anuncia la insurgencia de las huestes obturadas por la modernidad, mientras imágenes en un estilizado blanco y negro virado al sepia rememoran actividades olvidadas, casi atávicas. De pronto, dos manos surgen desde la tierra para alzarse al cielo, implorando o tal vez deseosas de recuperar aquello que les fue quitado. En el Reino de estos días, en ese presente de 1994 de la primera temporada, conviven pacientes y médicos, conjurados alrededor de un nuevo superior recién llegado de Suecia. Stig Helmer (inolvidable Ernst-Hugo Jaregard, gran actor del teatro y el cine suecos) llega para hacerse cargo del caos en el que parece sumido el sitio, angustiado y con enorme saudade por su país, auto condenado a quitar diariamente las tazas de las ruedas de su Volvo ante las burlas de un grupo de jóvenes. Bajo su cargo hay varios pasantes que están dando los primeros pasos en la medicina, enfermeros que conocen a la perfección el funcionamiento de los lugares más recónditos del hospital, un grupo de estudio de las etapas del sueño y los más diversos pacientes, entre ellos una anciana que insiste en internarse una y otra vez con la excusa de las más absurdas patologías (su misión nada oculta es descubrir el misterio de una niña fantasma que acecha las instalaciones). Observando todo, un chico y una chica con síndrome de Down, encargados del lavado de platos y vasos de El Reino, suerte de coro griego que opina y comenta, adelanta hechos futuros y reflexiona sobre los pasados. Los mecanismos de una auténtica comedia humana y no tan humana en constante movimiento.
EL HOSPITAL MÁS LOCO DEL MUNDO
Corría el año 1994 y Lars von Trier acaparaba la atención cinematográfica internacional con títulos como El elemento del crimen (1984), Epidemic (1987) y Europa (1991), antes del reconocimiento masivo de Contra viento y marea (1996) y el comienzo de la “años Dogma”, en 1998, con Los idiotas. Fue un período en el cual el cineasta danés coqueteó con los formatos televisivos, cuya culminación creativa tuvo como resultado la primera temporada de The Kingdom en 1994, un gran éxito en su país que, con el correr de los años, comenzó a adquirir estatus de culto y a ser considerada una de las creaciones más importantes en toda su filmografía. “La verdad es que recién habíamos formado la compañía Zentropa y necesitábamos algo de dinero”.
Justo antes del estreno mundial online de la nueva temporada, Lars von Trier mantuvo una conversación exclusiva con Radar y no dio ningún tipo de vueltas a la hora de responder a las preguntas. Directo, claro, con sentido del humor, sentado frente a la cámara de una computadora desde su reino nórdico, el realizador rememora los tiempos de The Kingdom mucho antes de Exodus, producida para su compañía productora recién fundada. “Según recuerdo, justo habíamos visto los primeros episodios de Twin Peaks, la serie de David Lynch. Eso fue muy influyente, junto con otra serie francesa de los años 60, realmente notable para su época: Belphegor (N. de la R: se trata de una producción de 1965 en cuatro episodios que describe la aparición de un fantasma en el Museo del Louvre). La idea era buscar un lugar que tuviera varios mundos dentro de un universo más grande, así que eso terminó siendo un hospital. Y aquí debo decir que odio los hospitales”. Por supuesto que el Kingdom no es un hospital como cualquier otro: las cosas que ocurren allí probablemente no sucedan en ningún otro hospital, en ningún otro lugar del mundo. Al menos en este universo. A lo largo de los ocho episodios de las dos primeras temporadas, la señora Drusse (Kirsten Rolffes), experta en ocultismos varios y eterna paciente, intenta salvar al pequeño espíritu inquieto de su maldición, una de las enfermeras cursa un embarazo expreso y da a luz a un extraño ser con cuerpo deforme y rostro de Udo Kier, un cirujano y oncólogo recibe en su propio cuerpo el mayor melanoma que jamás haya existido y el nuevo director del hospital es aceptado en una logia secreta integrada por las eminencias médicas del lugar, cuyo ritual de iniciación incluye las prácticas más estrafalarias.
“La razón por la cual no pudimos continuar la serie luego de la segunda temporada fue que algunos actores comenzaron a morir”, afirma von Trier. Algo lógico teniendo en cuenta la edad avanzada de varios integrantes del reparto. Más allá de que sí cierra varias de sus líneas narrativas, la S02 deja en el aire varias cuestiones que podrían haber continuado su desarrollo en una tercera temporada inmediata. “Tuvimos que depositar The Kingdom en un estante, y fue recién hace unos cuatro años cuando retomamos la idea. Fue algo personal, además, porque por el bien de mi salud mental necesitaba hacer algo. Encarar The Kingdom era lo más sencillo y además era una forma de cerrar una trilogía. Pasé mucho tiempo escribiendo el guion y terminó siendo algo mucho más humorístico de lo que había imaginado en un primer momento. Fue muy gratificante. Creo que el humor y el horror vienen del mismo lugar, el material de base es el mismo. Todo surge de una mente neurótica. Uno puede elegir usar eso de una manera mala y terminar con toda clase de ansiedades o bien se lo usa creativamente. Contra viento y marea fue una película que se recibió en general de una forma muy seria, pero cuando escribí el guion todo comenzó como un chiste. ¿De qué otra manera puede entenderse que la protagonista decida coger y coger como una manera de llegar al cielo?”. A tono con cierta tendencia contemporánea ligada al uso de las meta-narraciones, los primeros minutos de la nueva temporada comienzan con una mujer disfrutando en su casa de un dvd de The Kingdom, la serie, que así sale, por primera vez en toda la saga, fuera de los confines del hospital. Quien observa la pantalla es Karen Svensson (Bodil Jorgensen, una de las protagonistas de Los idiotas), obsesionada con los acontecimientos ocurridos en la ficción, aparentemente basados en hechos reales. En cuestión de minutos, Karen se apersona en El Reino y comienza a dibujar un círculo de personajes y situaciones especulares, reemplazando a la fallecida Sra. Drusse en la búsqueda de la verdad detrás de las paredes del edificio. No será el único peón del tablero que replique, con infinitas variaciones respecto del original, los movimientos y gestos de sus antecesores. Al mismo tiempo que Karen, el hijo del también muerto Stig Helmer, Helmer Jr. (Mikael Persbrandt, rostro inmediatamente reconocible por su participación en films como la saga Millennium y varias producciones de Hollywood), llega al sanatorio para hacerse cargo de un puesto similar al de su progenitor, con insatisfacciones y delirios similares. El cuerpo de Pequeño Hermano (Kier) fue destruido en el final de la segunda temporada, pero su cabeza sobrevive en los subsuelos pantanosos del hospital y su corazón gigante late en una habitación cerrada, oculta a la vista del personal. Mientras tanto, el coro griego original sigue funcionando en el sector de limpieza de los utensilios de cocina, pero ha sido reemplazado por un hombre con Síndrome de Seckel y un brazo robot. La locura continúa.
AMISTADES EN EL TIEMPO
“Los primeros cuatro episodios de la serie, en los 90, fueron muy populares en la televisión danesa, y el reparto estuvo integrado por muchos de los actores más conocidos de Dinamarca y Suecia. Otros se convirtieron en rostros reconocibles a partir de la serie. Pero ninguno de ellos era conocido fuera de nuestra región. Al imaginar los primeros episodios armamos un bosquejo muy escueto sobre cómo debía terminar la historia, y ahora teníamos que agregar nuevos personajes. Es la primera vez que trabajo con Persbrandt y la verdad es que la pasé muy bien dirigiendo a todo el grupo de actores”. Lars von Trier no menciona la brevísima aparición, sobre el final de la segunda temporada, de un actor nacido en Gotemburgo, Suecia, que ya había comenzado su carrera internacional: Stellan Skarsgard. Luego de The Kingdom, Skarsgard protagonizó junto a Emily Watson Contra viento y marea, convirtiéndose en una figura recurrente en las futuras películas del cineasta, además de un actor muy solicitado en producciones de habla inglesa, del clásico de 1997 En busca del destino a la reciente serie de HBO Chernobyl. Su hijo Alexander Skarsgard tiene sus momentos en la tercera temporada como un abogado penalista que atiende en uno de los baños del hospital, replicando en la vida real las relaciones filiales que atraviesan la ficción. Respecto del alemán Udo Kier, presencia en el cine europeo y estadounidense desde comienzos de los años 70, ícono de la pantalla que trabajó bajo las órdenes de realizadores tan diversos como Dario Argento, Paul Morrisey, Rainer Werner Fassbinder, Rob Zombie y Kleber Mendonça Filho, en una carrera de casi seis décadas y casi trescientos títulos, von Trier recuerda que se conocieron en un festival de cine en los 80. “Fassbinder acababa de morir y me interesaba mucho conversar con él, sabiendo que tendría muchas historias para contar al respecto. Eso terminó transformándose en una amistad, y hasta el día de hoy hablamos muy seguido. Nos fuimos volviendo viejos juntos”. Desde la colaboración en el telefilm Medea (1988), Kier y von Trier son prácticamente inseparables y el actor ha participado en casi todas las películas del realizador. Ninguno de esos roles, sin embargo, tiene la importancia central de su Pequeño Hermano en The Kingdom. El hijo del Gran Duque, el mismísimo Belcebú, que en la tercera temporada aparece encarnado en forma humana, bajo los rasgos malévolos de Willem Dafoe.
La movediza cámara de 16mm de las dos primeras temporadas de la serie anticipan las reglas del celebrado (y hoy algo olvidado) Dogma 95, el movimiento impulsado por Lars von Trier y algunos colegas de su país como Thomas Vinterberg que, por unos años, se transformó en moda y llegó incluso a nuestro país a finales del milenio con Fuckland (2000), el largometraje de José Luis Marqués. El realizador está de acuerdo: “Probablemente fue así. Cuando era muy chico, en mis primeros trabajos, solía correr por todos lados con una cámara en la mano. De todas formas, justo habíamos visto con mi editor el primer episodio de la serie Homicide (1993), y fue toda una revelación, porque dejaba de lado el trabajo alrededor del eje de la cámara más tradicional y los cortes de montaje. Tuvimos que intentar eso mismo de inmediato. De alguna forma, el Dogma surgió de esa experiencia. Para las dos primeras temporadas tuvimos que construir todo en un estudio, pero el hospital verdadero fue reconstruido durante los últimos años, así que para la tercera pudimos usar las locaciones. Podría decirse que un noventa por ciento está filmado en lugares reales”. Parado en el presente y con una carrera de varias décadas detrás, el realizador cree que ha sido muy afortunado en la vida, “ya que pude hacer las cosas que siempre quise hacer. Las series pueden ser problemáticas, y la verdad es que no miro demasiada televisión. Prefiero seguir yendo al cine. Hay algo en la experiencia de la sala que es incomparable, mágico. Pero probablemente sea algo que con el tiempo desaparezca”.
De vuelta en El Reino, Helmer hijo está decidido a tener en sus manos las cenizas de su difunto padre, búsqueda que culmina con uno de los mejores gags de la serie, coronado por la celebración de un auténtico milagro industrial de origen sueco, el Tetra Brik. El doctor también ingresa a otra particular logia, reflejo de la original, aunque en este caso integrada exclusivamente por suecos en tierras danesas, con sus aires de superioridad y “toques” de manos para identificar a los miembros. Un concurso de fondo blanco deja a Helmer fuera de circulación durante unas horas y un chiste sobre el gran cineasta Carl Th. Dreyer deja al director de La pasión de Juana de Arco y Ordet mal parado. Pero la opinión de los personajes no es la misma que la del propio von Trier: “Me encanta Dreyer. Fui a la universidad y me especialicé en directores como él”. No vale la pena detallar aquí las infinitas vueltas de tuerca de la trama. Simplemente recomendar la visión de las dos primeras temporadas antes de embarcarse en este regreso tardío pero con mucha gloria. Para Lars von Trier, The Kingdom está terminada. No habrá nuevas entregas y la serie cierra como trilogía. Si entonces, en los años 90, cada episodio bajaba el telón con un epílogo presentado por el director, como un verdadero maestro de ceremonias, textos coronados por las señales de la cruz y los cuernos, ahora un cortinado oculta la figura y sólo pueden verse sus zapatos. “No estoy del todo satisfecho con la solución que encontramos, pero como sabrás tengo Parkinson y era imposible grabar los epílogos sin temblar. Además, el Parkinson comienza afectando precisamente la voz. Por eso decidimos poner esos zapatos, pero la voz es la mía. Estoy en tratamiento, así que seguramente podré hacer otra película dentro de poco tiempo”.
>Udo Kier sobre Lars von Trier
Eterno colaborador de Lars von Trier, Udo Kier fue entrevistado hace algunos años por la revista Empire. En esa conversación, el actor alemán recordó su primer encuentro con el realizador y detalló la particular preparación de su personaje, el Pequeño Hermano, en las dos primeras temporadas de The Kingdom.
Lo conocí en el Festival de Mannheim. Vi El elemento del crimen y me quedé clavado en el asiento: había tantas similitudes con Tarkovsky y Fassbinder. Esperaba a un tipo vestido todo de negro, como Kubrick o Fassbinder, rascándose y de mal humor, pero apareció un joven estudiante que resultaba ser Lars. Nuestra primera película juntos fue Medea, para la televisión. No tenía que lavarme ni cortarme el pelo para ese papel, así parecía lo suficientemente salvaje.
En sus películas, todo el mundo gana el mismo dinero y tiene el mismo camerino. Me gusta eso. La mayoría de las veces él mismo hace la cámara. Podría hacer cualquier película con Lars. Una de mis favoritas es The Kingdom, donde hago de un bebe que nace. Construyeron toda la parte inferior de una mujer, con unas piernas enormes, y yo estaba realmente en su estómago. Cuando me metí dentro, me pusieron sangre y barro en la cabeza. Era muy interesante porque no podía imaginármelo, no lo ensayamos ni lo preparamos. Entonces escuché el grito de acción e intenté salir, pero no funcionaba. Pensé: “Tengo que salir de aquí aunque tenga que romperlo todo”, así que lo forcé y lo hice. Ese fue el día en el que nací. Lo que también me gusta de la serie es que hago de hijo de Satán y también de Satán. Solo Lars podía hacerme actuar de bebé.
Entiendo sus problemas con Bjork en Bailarina en la oscuridad. Creo que se acercó mucho a ella, no físicamente, sino intelectual y mentalmente. Todos los actores dicen que no les gusta Lars, pero todos quieren trabajar con él. No es para nada una persona difícil. Odia la actuación, pero eso no significa que no le gusten los actores. De él he aprendido a nunca preguntarle nada a un realizador. El único consejo que me ha dado fue hace veinticinco años en Medea. Me dijo: “No actúes”.