Ella dice que su acercamiento al arte es hedonista, autosafisfactorio; que los temas que la convocan son el poder, la feminidad, la indulgencia. De ella dicen que “cada foto es una viaje visceral que repele y seduce en igual grado”, que su trabajo es físico: “deliberadamente desordenado, sucio, sudoroso, desafiantemente juguetón”. Su más reciente serie, Grass, Peonie, Bum, basta como evidencia; allí, una flor gotea sangre, una babosa se pasea sobre el pecho desnudo, transpirado de una mujer, la hierba lo invade todo. “Nuestro cuerpo produce texturas viscosas y grasosas que me resultan increíbles. La mayoría las piensa asquerosas, pero es parte de los tabúes corporales. Los fluidos nos llevan a la naturaleza; es lo que producimos, lo que emitimos”, anota la fotógrafa y artista multimedia Maisie Cousins (Inglaterra, 1992), uno de los talentos ascendentes de UK.
Revista Dazed la sumó en su lista de mentes creativas que está dando forma a la cultura juvenil; el museo Tate Britain incluyó una de sus instalaciones digitales en una exhibición sobre la representación del cuerpo. Y el pasado mes, la galería londinense TJ Boulting expuso su primera muestra en solitario, de la seria previamente citada, resaltando sus curadores cómo “la sensualidad de estas fotografías recuerda a Pipilotti Rist, y la carne femenina a gran escala, a la pintora Jenny Saville. La naturaleza y el cuerpo son reales: lo grotesco también es erótico, es hermoso”. “¿Cuál es el punto de tomar una foto agradable? ¡No estoy haciendo un anuncio de perfumes!”, se despacha la muchacha que realza fluidez de sexo y género, que pone deliberadamente en jaque los ideales misóginos de belleza, que apela a los impulsos más básicos con capturas hipersaturadas, honestas, pegajosas.
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