La pérdida de valor de diversas criptomonedas ha sido fenomenal en los últimos meses. Bitcoin, la más utilizada, cayó más del 75 por ciento desde su pico de casi 70 mil dólares en noviembre del año pasado. 

La suerte de otras especies del rubro no fue mejor, por lo que la pérdida de valor de todas las criptomonedas llevó el valor de mercado del capital invertido en las mismas desde los 3 billones de dólares a cerca de 900 mil millones de dólares en poco más de un año. 

¿Qué desató esa catástrofe financiera? No hay consenso al respecto, aunque la suba de la tasa de interés de la Reserva Federal de los Estados Unidos como respuesta a la aceleración de la inflación en ese país suele impulsar el “vuelo a la calidad” desde inversiones de alto riesgo, como son las criptomonedas, hacia bonos del gobierno norteamericano. 

Ese impulso parece haber desatado un pánico en un mercado sin regulaciones, donde la quiebra de FTX, una de las más importantes casas de cambio cripto, aceleró el escenario actual.

Lecciones

El estallido de la burbuja de las criptomonedas deja algunas lecciones importantes en un mundo donde sectores ultraortodoxos pregonan volver al patrón oro o eliminar los bancos centrales.

Por un lado, la ilusión de que el costo creciente de minar y la emisión cada vez menor de una moneda de acuerdo al algoritmo de Bitcoin aseguraban una tendencia a largo plazo de valor al alza, se derrumbó. 

Como sucedió con la historia del dinero fiduciario hace mucho tiempo, el valor del dinero no está dado por su respaldo en ningún metal, dado que el dólar dejó de ser convertible en la década del setenta del siglo pasado, sino por su aceptación social y su demanda neta relativa para operar u atesorar. 

Por más que el costo de minar bitcoin sea cada vez más elevado, lo cual es un gasto de energía socialmente inútil desatado por un reverdecer tecnológico de una teoría monetaria obsoleta, éste se transforma en un gasto sin valor alguno si no hay demanda que convalide ese elevado costo de producción.

Por otro lado, la falta de un banco central que pueda intervenir en el mercado y actuar, de ser necesario, como prestamista de última instancia, genera una volatilidad en las monedas que puede terminar en un colapso total de su valor.

Justamente, esta ha sido una de las razones para instituir la creación de los bancos centrales. Antes de ello, el dinero privado creado por los bancos había generado burbujas especulativas con tristes finales, similares a los recientes de las criptomonedas.

Para el caso argentino, se puede consultar la “ley de bancos garantidos” sancionada por Juarez Celman en 1887, que permitía a los bancos públicos y privados emitir moneda de curso legal, lo cual terminó en una brusca crisis bancaria y financiera. Teléfono para los mal llamados libertarios, que más de un siglo después buscan repetir esa experiencia eliminando el banco central y dejando la emisión en manos privadas.

@AndresAsiain