Es un rincón de la casa especial, un santuario pagano. O un altar cultural. Hay un ejemplar de Niebla, de Miguel de Unamuno. También un disco de La Máquina de hacer pájaros. Varias de las cosas que despertaron sus primeras inquietudes están ahí. Hernán Casciari no sólo es hincha de Racing, también de Jorge Luis Borges con el mismo fervor que en la adolescencia lo era de Julio Cortázar. Habla de fútbol y de literatura con una pasión que no le quita lucidez.
Desde que sufrió un infarto el año pasado no volvió a fumar. Todavía extraña el humo cuando se acomoda frente al teclado para escribir. Lo anhela tanto como al Barcelona de Pep Guardiola, el equipo al que disfrutó decenas de veces sin una pantalla de por medio. Sus años en Cataluña, esa metrópoli cosmopolita de la que nunca logró sentirse parte, le permitieron vivir la maceración de Lionel Messi hasta convertirse en el elixir del fútbol.
-¿Sos de Mercedes, de Barcelona o de Buenos Aires? ¿Cuál es tu lugar?
-Es difícil que me sienta mercedino porque viví en Mercedes hasta los 17 años. En Barcelona estuve una bocha, pero nunca fue mi lugar; ni siquiera sentía que vivía en mi casa, sino en la de quien era mi mujer. Mi lugar en el mundo es este, Villa Urquiza, donde tuve por primera vez una llave que no fuera la de la casa de mis viejos.
-¿Cómo fue vivir en Barcelona en la era de Guardiola?
-Si miro para atrás, digo que ese equipo me salvó; porque me sacudió el aburrimiento de estar en un lugar donde no me encontraba. Yo necesitaba ser salvado y ese equipo me rescató. Cada 15 días lo disfrutaba en el Nou Camp. Me gustaba mucho mirar cosas que no se veían por televisión. Así aprendí a observar a Puyol mientras el Barcelona atacaba. Sabía que ese ataque después lo iba a poder ver mil veces en alta definición; pero ahí, en el estadio, estaba la única posibilidad de mirar qué hacía ese tipo, permanentemente enfocado en el orden del equipo. Era un entrenador adentro de la cancha, alguien vital aún cuando ganasen 6-0 y él tocase poco la pelota.
-¿Qué te deslumbraba de aquel equipo?
-Las triangulaciones, era algo magnífico. Tenía que ver con la herencia de Johan Cruyff y lo hacían con los ojos cerrados, casi inconscientemente. Todo el tiempo armaban triángulos para mover la pelota. Hice un trabajo en el que supe que en la Masía a los más chicos, durante uno o dos años, se los hacía triangular sin competir. Solo triangular. Así una y otra vez, todos los días. Al llegar a profesionales entonces les era algo tan natural como caminar. Era fabuloso ver a ese equipo de Guardiola. Me tocó de pedo, por estar en el lugar y el tiempo de la versión más linda del deporte más lindo.
-Y estaba Messi.
-Apenas supe de Lionel empecé a tomarme los sábados a la mañana para ver el canal del club, donde transmitían en vivo los partidos de las divisiones menores. Me levantaba temprano porque era muy divertido; vi cosas que no vimos tantos. Entonces cuando Rijkaard lo hizo entrar por primera vez, por Deco contra el Espanyol, fue un acontecimiento para los que estábamos muy compenetrados con el fútbol. Pero su carrera no empezó ahí, había arrancado antes. Ese histórico gol al Getafe nosotros ya se lo habíamos visto antes, y más de una vez, los sábados a la mañana entre chicos.
-Entonces para vos Messi debe ser más que el mejor jugador del mundo.
-Es necesario que un jugador tenga incondicionales, y yo soy incondicional de Messi. Su caso es especial, es al primer gran ídolo deportivo que no se lo conoció desde chiquito. Por eso es particular la relación del hincha con Messi. Con ningún otro jugador se nos hubiera imaginado estar atentos a si canta o no el himno.
-¿Era poner en duda su argentinidad?
-Yo viví 15 años en Barcelona y sé el esfuerzo que implica conservar tu acento, tu manera de hablar. Yo sé el esfuerzo que implica y sé por qué pasa eso, hay ahí rasgos de identidad muy fuertes. Entonces cuando lo escucho hablar a Messi entiendo muchas cosas. Le debe haber dolido no ser reconocido en su momento, y por algunos incluso hasta ahora, de la forma que merecía.
-En “Messi es un perro” lo describiste en su esencia de jugador, pero ahora marcás que es distinto.
-Me gustaría corroborarlo de manera periodística, pero intuyo que la paternidad lo cambió. Después del nacimiento de Thiago, su primer hijo, Messi se miró cara a cara por primera vez con un defensor. Se le destapó otra cosa y se convirtió en un tipo que dejó de bancarse que le peguen. Ese proceso de hacerse hombre lo llevó a mandar a la concha de su madre al línea al que no quiso saludar después del partido contra Chile. Imagino que además de la paternidad también modificó su carácter como futbolista la amistad con Luis Suárez. Toda aquella cosa que el hincha descerebrado le pedía, la empezó a tener. Porque Maradona la tenía; entonces nos quejamos de llenos, porque queremos todo.
-¿Qué encarna Diego?
-Algo que excede al ídolo y se acerca al mito, porque traspasó el realismo. Maradona es otra cosa porque superó la frontera de lo posible, de lo imaginable. A Messi se le pide que gane un Mundial no para superar a Maradona, sino para igualarlo; es como decirle “tenés que hacer lo mismo que al que vamos a querer siempre más que a vos”.
-Lecturas, radio, teatro, el regreso de Orsai, ¿en qué faceta hoy te sentís más cómodo?
-En la de editor, sin dudas. Largar de nuevo Orsai es lo que me tiene más pendiente, porque es, lejos, lo que más me gusta. Cuando volví de Barcelona no sabía si iba a poder seguir escribiendo. Necesité de este año y medio haciendo otras cosas para no sentir que me había quedado quieto. Entonces inventé algunas cosas para hacer mientras tanto, y así fue como salió lo de la radio y el teatro. Y hora que vuelvo a hacer lo que hacía siempre, esas otras cosas empiezan a resultarme raras.
-¿Te generó dudas volver a editar esa publicación?
-Tuve un punto de quiebre en España cuando entendí que me resulta rentable lo que me divierte. Y eso es Orsai. Cuando armo algo no me enfoco en la parte económica; sé que si me estoy divirtiendo seguramente me será redituable.
-¿Estás yendo a la cancha?
-Sí, mucho. La pude llevar a Nina por primera vez, y estuvo muy bueno. Además mi mujer es fanática de Racing, más que yo; así que todo es más fácil y se vuelve un plan familia, casi un ritual. Y de visitante nos sentamos a verlo y ella grita, se enoja con Pillud. Eso está buenísimo. Es un plus respecto al fútbol no que no tenía previsto, es algo novedoso. Es la primera vez que vivo en Argentina siendo adulto y entre las cosas nuevas que vivo, está la dinámica familiar de acá, muy distinta a la que tenía en Mercedes y en Barcelona. Entonces, cuando lo escucho hablar a Messi, entiendo muchas cosas. entiendo que le debe haber dolido no ser reconocido en su momento. Incluso, ahora, que hay muchos que no lo hacen como se merece.