La deuda sigue siendo uno de los principales problemas para las economías emergentes. El Instituto Internacional de Finanzas publicó un informe en el que menciona que a nivel global la relación entre deuda y Producto Interno Bruto se ubicó en 343 por ciento en el tercer trimestre de este año, 20 puntos más baja que en el pico de inicios de 2021. Sin embargo, este ratio continuó en aumento en los países emergentes.
“Los coeficientes de endeudamiento de los mercados emergentes siguen aumentando y el impacto de la inflación (internacional) en la reducción de la deuda fue insuficiente para reducir los índices de endeudamiento en muchos mercados emergentes”, precisó el documento.
En detalle se mencionó que la relación deuda sobre PIB en las economías no desarrolladas tocó un pico histórico en el tercer trimestre de este año. Alcanzó a ubicarse en 254 por ciento. Además se precisaron datos desagregados: la deuda pública (la de los estados soberanos) superó el 65 por ciento del Producto, mientras que la del sector financiero se ubicó por encima del 40 por ciento, en la medida que los bancos aceleraron su ritmo de endeudamiento.
Entre los riesgos de este crecimiento de los pasivos se menciona que la deuda denominada en dólares sigue en niveles elevados tanto en América latina como en África. Esto provoca presiones por la apreciación de la moneda norteamericana y expone a “muchos países a las oscilaciones de los mercados de divisas (o sea, a volatilidad y devaluaciones)”.
El segundo riesgo que se plantea tiene que ver con el incremento de los costos de renovar la deuda, por el aumento de las tasas de interés. En pocos trimestres las potencias occidentales subieron el costo del dinero de niveles cercanos a cero a cifras que apuntan a un 4 o 5 por ciento. Una situación que genera presiones a los países que deben refinanciar su stock de pasivos.
El informe del Instituto Internacional de Finanzas lo menciona de la siguiente forma: “la factura mundial de intereses está a punto de aumentar. Los costos de financiamiento más altos representan una fuente importante de riesgo para la estabilidad financiera y social en países altamente endeudados”. El punto no es menor si se tiene en cuenta la fragilidad social en la que se encuentran una parte de las economías emergentes tras la crisis del coronavirus.
La Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal) es uno de los organismos que publicó recientemente datos que permiten cuantificar la tensión distributiva en países de la región Latinoamericana. Los niveles de pobreza terminarán este año en cifras equivalente al 32,1 por ciento de la población, una proporción mayor a la que había en 2019, previo a la pandemia.
“Hay que evitar el riesgo muy real de tener una generación perdida en América latina”, graficó el organismo que depende de Naciones Unidas. Se estima que habrá alrededor de 200 millones de personas en riesgo de pobreza en el año 2022 y unas 82 millones en situación de pobreza extrema. Se trata de indicadores que no se veían en los últimos 25 años, adelantan una situación de retroceso regional en términos de equidad y redistribución, y muestran la urgencia de coordinar estrategias para reducir la carga de la deuda y sus interés para frenar el aumento de la fragilidad social.