En plena fiebre del Mundial de Qatar 2022, con toda la ilusión futbolera puesta en que Lio Messi y compañía puedan levantar la Copa del Mundo como alguna vez lo hizo Diego Armando Maradona, nunca está de más recordar todo lo que rodea al mundo del fútbol profesional. El fútbol es pasión pero también -o fundamentalmente- un gran negocio que mueve miles de millones de dólares, sobornos incluidos. La realización del Mundial en una “Ciudad-Estado” como Doha, de nula historia futbolística, con un calendario apretado y temperaturas que atentan contra la salud física de los jugadores, es la más clara muestra de que no todo lo que reluce es la competencia deportiva.
Todo ese entramado de poder, millones, sobornos, conveniencias y suspicacias formaron parte de El presidente, la serie de Prime Video que hizo foco en el FIFA Gate, y que en la segunda temporada -titulada “Juegos de corrupción”- que acaba de subirse a la plataforma viaja un poco más atrás en el tiempo para contar la aparición, crecimiento, auge y caída de Joao Havelange como presidente de la entidad madre del fútbol mundial.
El lado B del fútbol mundial, la corrupción que lo mancilla a diario, con la libertad creativa que solo una historia de ficción puede otorgar. Esa podría ser una buena definición de El presidente, la serie que en tono satírico retrata sin miedo a nada el submundo de la pelota y de quienes la manejan y también la manchan: los más encumbrados dirigentes, que convirtieron al deporte en un negocio que pareciera no tener límites en su afán recaudatorio.
La segunda parte de la serie centra su atención en la figura de Joao Havelange, el dirigente brasileño que en la década del ´70 le arrebató la presidencia de la FIFA a los europeos a fuerza de una estrategia tan simple como imperceptible: acaparando el aval de las federaciones más pequeñas dentro del fútbol, sumando apoyos en países africanos que luego lo catapultarían al lugar más poderoso de la entidad, desde donde a lo largo de tres décadas la transformó en una potencia comercial y política.
“Es una locura haber estrenado una segunda temporada antes de que comience el Mundial de Qatar, teniendo en cuenta que en su primer año la serie denunció cómo y por qué le habían dado la sede a ese país”, le reconoce a Página/12 Armando Bo, creador, director y showrunner. “Es bastante sorprendente, porque lo que queda claro es que, pese al quilombo del FIFA Gate, no cambió nada”, subraya el creador de una serie que en esta temporada le dedica un capítulo entero (el sexto) al oscuro Mundial de Argentina de 1978, con las actuaciones de Fabio Posca y Fabio Alberti interpretando a los genocidas Jorge Rafael Videla y al Almirante Carlos Lacoste, a cargo del Ente Autártico Mundial `78.
En “Juegos de Corrupción”, el actor colombiano Andrés Parra vuelve a ponerse en la piel del dirigente chileno Sergio Jadue pero, esta vez, en el rol de un particular narrador, rol que en la primera temporada lo tuvo a un dirigente que bien pudo haber sido Julio Grondona. El desabrido Havelange de El presidente está protagonizado por el portugués Albano Jerónimo. “Para nosotros estrenar la serie antes de que comenzara el Mundial de Qatar era un objetivo, porque se presentaba como una metáfora de lo que es el mundo del fútbol”, afirma el director de El último Elvis y ganador del Oscar por el guión de Birdman.
-¿Cual fue la búsqueda de esta segunda temporada de El presidente?
-En la primera temporada encontramos el tono de la serie, en ese mundo delirante y bizarro de lo que es el negocio del fútbol. Cuando apareció la idea de hacer una segunda temporada, en pleno rodaje de la primera, me pareció super interesante contar la historia de Havelange, que fue quien de alguna manera llevó al fútbol casi amateur a convertirlo en una máquina de hacer dinero. Fue el gran transformador del negocio del fútbol. Meternos en ese mundo de los sesenta y setenta donde todavía había ideales, donde la gente todavía creía en cosas y causas, donde las religiones, la política y las familias eran muy respetadas y constitutivas de la vida social, fue un desafío. En ese contexto, Havelange rompió con todas las reglas que había hasta ese momento. Era muy interesante ir hacia atrás en el tiempo y contar aquel otro mundo en relación al actual.
-¿Por qué decís que Havelange “rompió con todas las reglas” en el mundo del fútbol?
-Es la historia de un brasileño que, en cierto modo, le arrebató el poder a los colonialistas europeos. Porque aún en ese tiempo el fútbol seguía siendo manejado por los ingleses. En ese sentido, Havelange descubrió el sistema de equipo chico y equipo grande. Según cuenta la leyenda, porque Havelange dejó armado un perfil antes de morirse sobre su figura, en donde dice que viajó por setenta países africanos en busca de apoyo, utilizando a Pelé para lograr el aval de los dirigentes y federaciones de ese continente. Su estrategia fue lograr conquistar a los africanos para sacarle el poder a los europeos, quedándose 30 años en el poder de la FIFA y haciéndola crecer aceleradamente.
-En esta segunda temporada mantuviste el tono satírico de la primera. ¿Fue una decisión narrativa artística o tiene que ver con tu concepción sobre el negocio del fútbol?
-Sin dudas, la parodia es la manera más genuina de comprender el negocio del fútbol. Yo soy futbolero, pero al mismo tiempo no dejo de sorprenderme del absurdo que genera el fútbol, en tanto pasión y negocio alrededor de un deporte. El fútbol genera encuentro, es identidad, es emoción, es historia y es ilusión genuina, pero por otro lado es un mundo absurdo, un negocio impresionante. Esa decisión de la primera temporada de llevar el tono al extremo representaba un desafío para esta segunda, porque la vida de Jadue era una tragicomedia, un pobre tipo lidiando entre su mejor y peor momento. En cambio, Havelange tiene otro perfil, porque él se encargó de mostrar que ganó todas sus batallas. Pensemos que a él le explota el “FIFA Gate” a los 98 años y se muere a los 100: los dos peores años de su vida fueron los últimos. Además, Havelange era una especie de robot, era un tipo que no tenía felicidad, no era ni entrador ni pasional, extremadamente serio y calculador en sus formas. De hecho, Havelange contrató a un biógrafo para que contase su vida y este quiso incluir al “FIFA Gate”, por lo que lo echó. Entonces, nos resultó divertido que alguien incorrecto contara la historia de Havelange. ¿Qué pasaría si un corrupto pequeño contara la historia del rey de la corrupción? Era una idea descabellada, tenía miedo incluso de contársela a Amazon y Gaumont, pensando que me iban a sacar corriendo, pero la verdad es que les encantó, me apoyaron y tomaron un riesgo de hacer una serie en tres idiomas, para tantos territorios. El talento de Andrés Parra es increíble, porque es quien tiene el peso de delirar y jugar con el humor de la serie. Al estar contada la historia desde su punto de vista nos dio rienda libre para jugar con el tono.
-¿La sátira también te permite sacarle peso documentalista a la serie y eludir problemas legales?
-Nos deja jugar. Es una serie difícil de escribir. Primero, porque une muchos momentos reales con otros ficcionales. Y cuando uno crea ficción, hay que crearla, pero hay abogados soplándote en la nuca todo el tiempo. Hay un lado donde los abogados están muy pegados. El hecho de poder contarla desde el punto de vista de Jadue también libera un montón de situaciones. Nos da la libertad de poder contar lo que se nos cante y justificadamente. Y eso la gente lo agradece porque se divierte mucho a medida que esta siendo informando. No es una biopic. En algún punto, la serie juega con eso y la hace más especial, le permite delirar un poco al mundo del fútbol.
-¿Qué significa para un escritor, creador y director tener los abogados “soplándote en la nuca” al encarar un proyecto basado en personalidades públicas?
-Era todo un desafío, porque hay que comprobar… Todas las cosas que uno pone en la trama debieron haber existido. Hay que planearlo. Como argentinos, tenemos un talento especial para ir encontrándole la vuelta a las cosas. Es un género en el que nos movemos bien, porque no es que te dicen “esto no” y entonces uno dice “ok, pienso otra cosa”. Había que ingeniárselas para contar cosas, moviendo estructuras o situaciones. Hubo un laburo muy fuerte para no sacrificar todo ante el primer “no” de un abogado. Hubo que encontrarle la vuelta.
-Esta temporada tiene un capítulo dedicado al Mundial ´78 en Argentina en plena dictadura. ¿Cómo fue encarar ese momento desde la ficción y en el tono que la serie tiene?
-Fue un mundial trágico. Fue el primer Mundial de Havelange como presidente. Fue un desafío meternos con ese Mundial con el tono de la serie, que es paródico y satírico. ¿Cómo hacíamos para mantener el tono ante una situación que carece de humor? Usaron el fútbol para tapar todo lo que estaba pasando. No sé si los argentinos nos hacemos cargo de eso. Deberíamos mirar un poco más para atrás. Pero, a la vez, nos dijimos por qué no, por qué no podemos encontrar una manera de reírnos de estos asesinos que secuestraron y mataron a miles. Todo lo que se ve en el capítulo está inspirado en la realidad. Hubo que escarbar para conocer cómo lidió Havelange con los militares y contarlo de un modo cínico. Pero cuando uno ve lo que pasó en el partido como Perú, donde Videla junto al jefe del Estado estadounidense fue al vestuario en el entretiempo, resulta increíble pero pasó.
-Ese capítulo aborda el vínculo entre Havelange y la junta militar, pero sin embargo las violaciones a los Derechos Humanos está presente pero no en primer plano, sino más bien en algunas situaciones callejeras y en la atmósfera narrativa. ¿Por qué tomaste esa decisión?
-Era un desafío contarlo con respeto y al mismo tiempo que sea posible en el tono de la serie. ¿Cómo meternos en ese mundo oscuro y no quedar gracioso cuando no querés hacer humor? Porque hay cosas con las que no se jode… El que vea el capítulo sabe lo que pasó. No es un episodio escrito para informar. Preferimos sugerir, con un tono bastante crítico. Trabajamos mucho en la edición de este capítulo, entre lo que hasta acá se puede y hasta acá no. Fue uno de los episodios más difíciles, porque cuenta la historia de este tipo intentando que el Mundial llegue y termine por ambición personal, lidiando con estos locos asesinos dispuestos a todo, incluso a que no terminara el Mundial si Argentina no avanzaba… Fue un experimento la manera de lograr que no se pierda el tono de la serie sin mantener el respeto de algo tan trágico.