Es mediados de noviembre de 2022 y el pianista brasileño André Mehmari hace un alto de su almuerzo en Nueva York. Acaba de estar por primera vez en el legendario Carnegie Hall, invitado por su compatriota Joao Carlos Martins, para quien compuso especialmente la obra de cámara Portais Brasileiros 2. Martins es pianista clásico y director de orquesta, considerado en el mundo como uno de los mejores intérpretes de Bach, que volvió a tocar con unos guantes biónicos luego de sufrir una enfermedad degenerativa. Mehmari habla del Carnegie Hall como “escenario sagrado, espacio místico y acústicamente perfecto”, un escalón de prestigio que un músico como él, nacido del otro lado del continente, anhelaba desde pequeño. A sala llena, emocionado, el maestro Martins hizo una pausa de su concierto en el templo neyorkino y no dudó: “Mehmari es el sucesor de Heitor Villa-Lobos”.
Activo en sus redes sociales, sorprendentemente prolífico, de esos músicos brasileños que son requeridos a escala internacional por su fina sensibilidad artística –del grupo selecto de nombres como Egberto Gismonti y Jaques Morelenbaum–, André Mehmari se maravilló en Nueva York no sólo por el bautismo de Martins sino también visitando las exposiciones de Edward Hopper y Basquiat, y rindió homenajes a Leonard Bernstein y Duke Ellington, dos insignias de su trayectoria. Artista de naturaleza antropofágica, aquella actitud vanguardista que bautizó Oswald de Andrade, es difícil definir a André Mehmari en pocas palabras: compositor, pianista, multiinstrumentista y arreglador. Tan fértil como ecléctico, su perfil resiste todo tipo de etiqueta: a sus 45 años ya grabó más de cincuenta discos, yendo de la música de cámara y sinfónica a revisitar obras de brasileños como Noel Rosa y Hermeto Pascoal, y con discos solistas, a dúo y aclamado por cantantes como Maria Bethania.
“El arte no se lleva bien con la clasificación y con los casilleros estancos. Eso es más para el mundo del comercio”, señala. Nada de la música parece resultarle indiferente. De la música barroca al jazz, de los ritmos brasileños a los Beatles, de Claudio Monteverdi (de hecho, su propio estudio se llama así) a Mónica Salmaso (con quien acaba de grabar el exquisito Milton, en homenaje a los 80 años de Milton Nascimento), Mehmari es de aquellos que hacen de la música un gran jardín, allí donde cultiva plantas de diferentes especies. Su belleza proviene, en efecto, de esa diversidad. “El tiempo de la música es un material plástico”, explica. “Me gusta trabajar con el sonido, ya sea mediante improvisación o una pieza orquestada, pero siempre como algo orgánico. Tocando a Bach o a Jobim, siempre los traigo a nuestro presente. Así es como me siento contemporáneo”, define quien conoce de cerca la música argentina: grabó el disco Serpentinas (2017), con Carlos Aguirre y Juan Quintero, y es un invitado predilecto en tierras rioplatenses.
Dos recitales lo esperan nuevamente en Argentina, donde tocará composiciones propias y del repertorio de Milton Nascimento y el Clube da Esquina, el movimiento de Minas Gerais que rompió el eje Rio-San Pablo en la MPB. “Será la primera vez con mi trío en Buenos Aires”, cuenta. “La música argentina es central en mi vida. Astor Piazzolla es mi fuente principal, amo a Spinetta y admiro muchísimo al Dúo Salteño, un gran clásico. Hoy me conmueven Diego Schissi, Hernán Jacinto, Tiki Cantero y Santiago Segret”, y destaca una experiencia reciente en el Centro Cultural Conti (“Cuando conocí la historia del lugar, no paré de llorar”) donde la Orquesta A Saidera lo convocó para tocar Piazzolla con sus arreglos de ritmos brasileños.
Ni clásico ni popular. Mehmari también resiste ser experto en un campo musical ni pretende especializarse en un género. Su posición, dice, es la un eterno explorador –lo nuevo no como novedad sino, incluso, desde un profundo buceo en las raíces– como marca estética: cuenta experiencias recientes como haber estudiado el sistema de tabla india y, a la vez, escrito su primera ópera. Arte sin centro y con sonoridades simultáneas, una totalidad que no es meramente una sumatoria de las partes: la totalidad, en Mehmari, es esencia. Y así como aprendió del canon occidental las técnicas del piano y sus armonías, supo atesorar por caso al sambista carioca Nelson Cavaquinho, “un increíble compositor intuitivo sin formación académica, que salta del Re para un Lá bemol sin preparación”.
Nacido en un ambiente musical con su madre pianista, en su casa sonaban Chopin, Mercedes Sosa, y de Elis Regina a Miles Davis, pasando por Igor Stravinsky. Empezó a tocar de niño en casamientos, luego en clubes de jazz, estudió música orquestal en la Universidad de San Pablo y conoció a Moacir Santos, que lo maravilló por su saber entre la erudición y ritmos populares como la música del nordeste. “Moacir me cambió todo los papeles. Fue una gran influencia musical y profundamente humana”, reconoce.
Reconocido y premiado como uno de los más originales y completos músicos brasileros de su generación, en treinta años de carrera Mehmari no es profeta en su tierra: se siente extranjero en todas partes. Lírico y moderno, prodigioso y hereje contra cualquier tipo de pureza, dice absorber tanto de Stevie Wonder como de Keith Jarrett, de Martha Argerich (“La diosa de todos los tiempos”) a Brahms, y de Sting como de Luciano Berio, al cual rescata enfáticamente en sus conferencias y entrevistas.
Algo abombado por tanta lista impersonal en la escucha de la música, no duda en volver a discos como Symbiosis, de Claus Ogerman y Bill Evans, Ella Fitzgerald Sings Duke, Clube da Esquina 1 y los de Dorival Caymmi. Prefiere tomar un camino torcido, expresa con ironía, que lo lleve a encuentros inesperados sin la planificación obsesiva del perfeccionista. “Resisto definirme como músico brasilero, clásico o de jazz. La música está entre las notas, en el encuentro. Disfruto cuando la técnica y la expresión están en perfecta sintonía, cuando la creación dispara una sensibilidad y no un ejercicio de virtuosismo, como se hace en la música seria de concierto. Prefiero las chacareras: resulta fascinante la estructura formal y sus variaciones. Una danza popular con un trabajo hermoso del tiempo, cíclico y circular”.
André Mehmari Trío se presenta el viernes 2 y sábado 3 de diciembre en Bebop Club, Uriarte 1658. A las 20.