Desafiando el sentido común y todos los lugares comunes más pobres y aburridos, la artista Andy Mermet regala a cada espectador través de sus dibujos el derecho a mirar mucho más allá de lo que vemos.
Mermet planta bandera en la naturaleza, le hace un homenaje poético y también hace de ella su filosofía y su ideología. Pensamiento salvaje, así lo bautiza Fabiana Barreda en su precioso texto de muestra. Andy lo llama mística, superstición, infancia o simplemente naturaleza. “Siempre trabajé con la naturaleza, ahí están los seres que amo y con los que más empatía tengo”, dice la artista.
Totem y tabú, sus obras más recientes, son monumentos orgánicos donde su ideología se alza desde la tierra hasta el cielo. Son dos obras que forman parte de la exposición, compuesta por varias series, realizadas durante los últimos tres años. La acompañan Topografías, La piel que habito, Royalty Friends y Biología Forense (Radiografías).
Topografías son retratos cautivantes donde los cuerpos no remiten a los órganos, sino a la energía vital, que la artista traduce en paisajes y relieves.
Biología Forense (Radiografías) inquieta generando la pregunta sobre si esos seres están vivos. ¿Son radiografías, percepciones de bruja que logra ver los esqueletos que los mueven o son fantasmas? Están, a través de líneas blancas, vivos y muertos al mismo tiempo, en un limbo donde todo es posible. Como el purgatorio de El Bosco, fragmentos que habitan sus pájaros (grulla, halcón, búho, cuervo) con un dibujo circular, minucioso –obsesivo y bello– que la artista trabaja con lupas.
Las acuarelas de la serie La piel que habito son metamorfosis. Serpiente ouroboros que se muerde su cola, larva que en segundos será mariposa, los insectos que anidan geografías que son paisajes que son escenas, están embarazados de tierra, raíces y montañas, rizomas y semillas.
La artista hace de bióloga, científica vidente y hace cortes mágicos de los animales en Topografías, despabilándonos de las lecturas limitadas de los manuales escolares, reforzadas por los aburridos y previsibles discursos que se replican hasta el cansancio con ambiciones de saber, como si la creación, el cambio permanente y el misterio no fueran posibles. Como si los secretos no existieran.
Hija de actores –su padre era también médico y publicista– Andy Mermet reinventa la ciencia y nos muestra una representación gráfica de los animales con sus superficies terrestes, relieves donde lo poético y lo esencial le ganan a lo descriptivo y lo académico. Hace de los seres, los animales, espacios geográficos y también simbólicos: fragmentos de pinturas del Bosco pueblan la pancita de un gorrión, el colibrí tiene burbujas, sexo y flores carnívoras mientras que el retrato blanco y negro del búho nos mira a nosotros espectadores, pero sobre todo ese pájaro sabio mira el paisaje que lo puebla para devolver toda esa locura de lo posible, y toda la belleza, en su mirada sin fondo.
La serie Royalty Friends está inspirada en su infancia donde prevalecían la cultura alemana, especialmente el romanticismo, pero también la pintura holandesa y los cuentos ingleses de Beatrix Potter. Cuenta la artista: “Entro y salgo de la infancia todo el tiempo. Eso me parece lo gracioso y es el desafío más importante, lo que me protege”. Allí están sus animales –loro, avestruz, gato y conejo– donde el marco dorado aristocrático y la ropa denotan su pasado de vestuarista, que a su vez hacen nido en las obras de teatro que sus padres le regalaban cuando cumplía años y cuyo recuerdo la artista guarda vivo en su memoria.
Imaginario emparentado con la literatura fantástica, las obras invitan a caminar por un país hermano al de Alicia, repleto de maravillas y de espejos abiertos. Como la literatura inglesa para niños en sus comienzos, donde se humanizaban los animales y se animalizaban los humanos, no sólo para jugar sino también para ofrecer otra mirada del mundo, para barajar otras forma de ser en el mundo. El gato que pesca un pez sólo para conversar con él o un avestruz con más ropa que cuerpo, ironías para sublimar las ridiculeces que Mermet detecta en las poses humanas.
No hay sufrimiento en el bestiario fantástico de Mermet: hay tristeza, una melancolía profunda. El peso del alma se expresa en las miradas de cada uno de sus dibujos, de sus animales, de sus seres.
Dios como la fuerza que late, motor del corazón y de las radiografías que sus ojos detectan para sublimarse en obras, fragmentos del universo que nos llevan hasta el borde para preguntarnos qué hay allí, en ese espacio infinito, donde no vemos. El horizonte de Andy Mermet no está delimitado por lo visible. Adornos que introducen un imaginario infantil pero no sólo para embellecer sino también para despertarnos una poética, mirada desprejuiciada y mágica de los niños que muchas veces nos fuerzan a olvidar para convertirnos en “adultos”.
Ahora podemos ser gatos, podemos ver más allá de la percepción. Percibir como un superhéroe o una bruja esos seres en blanco y negro. Como la dulzura infinita de los ojos del oso que parece haber llorado durante años, o un conejo confundido, un tanto desorbitado, que no por eso pierde la gracia.
Dios o la naturaleza, dijo el filósofo Spinoza y casi muere quemado en la hoguera de la Inquisición. La artista parece creer lo mismo, y nos regala esa filosofía en sus imágenes: la maravilla de la creación, con sus misterios y sus sabias cadenas, que viven y se replican en cada uno de los seres de la tierra.
El universo que presenta Andy Mermet desdramatiza el mundo humano, para iluminar una verdad olvidada. Somos animales con muchas máscaras y pretensiones. Pensamiento salvaje retrata seres que nos enternecen profundamente, nos convocan con sus ojos infinitos que miran mucho más allá de lo que ven.
Pensamiento salvaje se puede ver hasta el 26 de agosto en Galería Mar Dulce, Uriarte 1490, de martes a sábados de 15 a 20.