El Mundial de Fútbol que se desarrolla en Qatar y atrae la atención de millones de personas que son indiferentes ante las cuestiones esenciales que empeoran las condiciones de existencia de varios cientos de millones. El colapso ecológico en ciernes es uno de esos tópicos.

La cumbre global sobre cambio climático dejó en evidencia la persistente voluntad de gobernantes y magnates capitalistas de continuar avanzando con modelos productivistas y emisión a la atmósfera de gases tóxicos. Además es paradójico que como auspiciante de la cumbre estuviera Coca Cola, denunciada en el mundo entero por los desechos de plásticos que expande por doquier.

Entre tanto, no han cesado los conflictos bélicos, las hambrunas en Africa, la guerra en Ucrania, la crisis energética en Europa Occidental, todos hechos que preanuncian tiempos turbulentos.

Como si fuera poco el conflicto entre Estados Unidos y China implica también la disputa por Taiwán.

El Mundial con toda la parafernalia de ostentación consumista y despilfarro no logra ocultar el misógino, homofóbico, patriarcal y esclavista régimen imperante en Qatar.

Rueda el balón en los estadios y pasan muchas cosas trascendentes en las calles del mundo como en Irán, donde aún la feroz represión estatal no impide la continuidad de la protesta contra la opresión.

Futuros con final abierto si no hay resignación ni indolencia sino ansias de libertad.

Carlos A. Solero