Tiempo ha, decirlo es deber, cultivé poco y nada la devoción a los eternos salvadores. Mi tolerancia a la fe era baja, muy lejos de los niveles de referencia deseados. La mía muralla de la sensatez decreció a montículo que se salvaba con un paso. Detesté las formas netas, abdiqué de las virtudes y ahora que han desaparecido de todo horizonte soy la máquina perfecta de generar desesperación.
“Dios es contraer la peor deuda”, “Dios o la usura como redención”, “Dios capital extranjero”. Así creía yo, comulgando hostias amasadas con harinas provenientes de avenas venenosas.
**
Fui un mortal al que nada le resultó difícil. Eso, a las claras, no fue premio sino castigo. El cécubo que libé, inmunda agua servida, le inculcó a mi desdén miedos absolutos. La abundancia genera cobardía.
Desconocí, por pavura hasta al más indefenso de los animales, las técnicas de la caza. Temí pescar y ser el hazmerreír de los peces.
Al alba, cuando la celebración a la claridad es una estampida de elefantes, la caverna del sentido se volvía un habitáculo insonoro reverberante al roce de nadie entre sí.
¿Será posible desandar tanto antes aún sulfuroso al emanar?
El cabrito que crece entre las pasturas de mi entendimiento, con una mancha en la frente que parece copo de nieve, es insignificante objeto para inmolar en tu nombre.
Sabré ofrendarle masa a tu músculo.
Sabré escoger bestias acordes que degollaré en el altar íntimo donde cada luna vela su muerte celeste.
Aprendí, leyendo piedras alumbradas por las llamas del Monte Quimera, a eviscerar como dios manda.
Sé indulgente, te lo ruego.
No soy como fui.
Sométeme a tu avidez.
Sacrificaré por vos diez boas.
Treinta tucanes.
Sesenta centauros.
Ochenta quetzalcoatles.
Mil caballos del mar.
**
Yo, malhadado destino en torno a una médula sin aura, arropado con el hábito de asentir a la mentira, a Madre Ventisca y a Padre Viento les pido impulsos para ser a la vez allá y aquí.
Devoto deficiente, yo, Cripto Cristo, el terror de los hombres de la bolsa, un fantasma matinal descendiente de divinidades imperfectas que recurren al triángulo para hacerse expiar.
Iglesia imaginaria al amparo de reliquias espurias.
Yo, mientras esperamos que comience el show de la sangre que solidifica, licúo pasión y a modo de cocktail la sirvo en cálices de telgopor.
**
La imagen que ilustra, dibujo a tinta y pluma, es de mi autoría y se encuentra a la venta.
@dr.homs