La idea para una secuela de Willow (Ron Howard, 1988) estaba en las raíces de la película que aniquiló los cabezales de las videocaseteras en los ‘80. Llegó, incluso, a ser parte de una broma dentro de Life’s Too Short, el mockumentary de Ricky Gervais que seguía la cotidianeidad de Warwick Davis, el actor que protagonizó aquella ficción de linaje tolkeniano. La continuación, en definitiva, será como serie y podrá verse por Disney+ desde el próximo miércoles. Los ocho episodios, no casualmente, llegan en el mismo año que el streaming parió otros productos como Los anillos del poder y La casa del dragón. En definitiva, el hechicero Nelwyn saldrá una vez más de la comarca para hacerse un lugar entre gigantes.
“Hay algo realmente único en Willow y tiene que ver con su personaje principal, eso lo mezclamos con la fantasía y la aventura que cualquiera espera de una propuesta de este tipo”, le adelanta a Página/12 Michelle Rejwan, productora ejecutiva del proyecto de Lucasfilm. Vuelta a esta (otra) tierra medieval donde hay augurios y poderes oscuros, reinados en la mira, trolls, ladronzuelos simpáticos (atención a la participación de Christian Slater), guerreros valientes donde uno menos lo espera y un pequeño sujeto con una varita haciendo de las suyas. El secuestro del príncipe Airk (Dempsey Bryk), y hermano de la futura reina (Ruby Cruz), será el catalizador del relato en el que cada personaje debe descubrir su verdadera identidad. Según la responsable, el punto de partida para la serie fueron los puntos suspensivos con los que concluía la película. “Ahí tenías a esta beba, Elora Danan, que un día según la profecía se iba a convertir en la gran emperatriz. ¿Qué pasó luego? ¿Willow la entrenó? ¿Qué hizo él con su poder? Ellos dos tenían que ser centrales en la nueva historia. Pero a la vez tenías la oportunidad para desarrollar todo un arco de personajes dentro del universo”, explica Rejwan.
La película fue parte de ese ejército fílmico (Leyenda, La historia sin fin, El cristal oscuro y Ladyhawke) que tuvo su primavera a mediados de los ’80 y estaban destinadas sin miramientos al consumo infantil. Y en ese sentido, la serie no cambia su ADN. No hay aquí elucubraciones maquiavélicas ni dosis de sadismo impiadoso al estilo Game of Thrones, es un medioevo ATP en el que la retromanía hace su parte. “Cuando revisitás una historia que tuvo impacto en una generación, esperás llegar a la memoria emotiva de quien la vio por primera vez y a la vez contar una gran historia que no sea solo nostalgia. Buscamos darle frescura y que se note su esencia. Están Ron Howard como productor ejecutivo y Warwick Davis, obviamente, sin él no habría Willow”, dice una de las mujeres fuertes dentro del staff de Lucasfilm.
El largometraje tenía otro hechizo poderoso y fundamental: el poder de la pareja dispareja. Si el protagonista era un proto Gandalf en el cuerpo de Frodo y su compañero interpretado por Val Kilmer, resultaba un Han Solo medieval que necesitaba probarse el traje de héroe. ¿Cómo reemplazar la química entre la dupla sin el actor que encarnó a Madmartigan? “Ese fue uno de los mayores desafíos de la serie. Son dos personajes muy distintos que deben cumplir algo juntos y queríamos capturar eso con todos los nuevos personajes. No tienen porqué ser amigos, pero están en una misión. Y para cumplirlo tienen que aprender a estar juntos, las relaciones impensadas son claves en la película original, como en esta familia improbable en medio de una gran aventura”.