En el reciente desfile por el Día de la Bastilla, la orquesta militar francesa innovó su repertorio con un popurrí de Daft Punk, lo que provocó la alegría del flamante presidente de la nación europea, Emmanuel Macron, y el desconcierto de su invitado Donald Trump. Mientras en Europa la electrónica disfruta de una historia homogénea, que le permitió asaltar ámbitos de corte popular ajenos al género, en la Argentina padece una suerte de oscurantismo. Por eso, Klang se torna en un hálito para la escena local. Y es que, a partir de hoy en el Espacio de Música y Arte Digital del Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151), esta muestra desempolvará y revisitará los inicios en el país de la música electroacústica, uno de los principales antecedentes de la electrónica contemporánea. “Brasil tiene menos prejuicios en el diálogo entre la música erudita y la popular que acá”, afirma Laura Novoa, hacedora de la exhibición. “La idea es generar un acercamiento entre esos dos mundos, al igual que aunar la tradición de la electroacústica con la gente que la sigue estudiando”.

Además de Novoa, quien se encargó de la idea y de la investigación de Klang, el resto del equipo curatorial lo conforman Wustavo Quiroga, responsable de la conceptualización, y Alejandro Ros, autor de la puesta y diseño. “No queríamos una muestra académica”, explica la investigadora, docente y periodista. “A veces uno trata temas musicales y el objeto no está presente. Nuestra intención es que el público vuelva a casa con alguna noción de lo que pasó con el sonido en esa época”. Envuelta en un concepto inmersivo y sensorial, la exposición se basa en un discurso cronológico y geográfico para comparar la evolución de la música electroacústica en el país con lo que sucedía en el resto del mundo. “Elegimos Mendoza porque allí se hizo la Feria de América, de donde salió el primer proyecto de música concreta. Córdoba tuvo sus pioneros a fines de los ‘50 y, a causa de su cualidad abierta y experimental, estableció un contrapunteo con Buenos Aires. El encuentro entre ambas escenas recién se produjo en 1966”. 

Klang también está dividida en bloques temáticos. “Hay cuatro cubos y en cada uno hay una representación sonora”, describe Novoa. “El primero de ellos (denominado “Concretos y electrónicos: 1954/ 1958”) simboliza el antagonismo entre los inicios de la música electrónica y la música concreta, que son dos posturas estéticas con una diferencia drástica. Pero después se resuelve y en los ‘70 todo comienza a llamarse electroacústica”. “Fonología (1958/1973)” es el nombre del segundo cubo y se centra en el Estudio de Fonología Musical, el primer laboratorio estable de música electrónica en América latina, fundado en la Universidad de Buenos Aires. El cubo “Agens (1962-1966)” aborda la primera agencia que integró diseño, multimedia, televisión y sonido. Y el último cubo, “Di Tella (1964-1971)”, puso el foco Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (Claem), que funcionó en el Instituto Di Tella y que contó con el laboratorio de música electrónica latinoamericano más avanzado.

Alejando Ros, también diseñador de PáginaI12, explica: “Cada caja intenta reproducir el clima de época con los recursos de hoy. Hay gráfica de aquel entonces y juegos de luces acompañando los sonidos. Uno de los cubos reconstruye un baño que se usaba como cámara de reverberación. También hay una sala de audio para tirarse a escuchar el material con un láser que dibuja ondas. Esta puesta es mi ideal: luz, sonido, experimentación, vanguardia histórica y un equipo de trabajo fluido”. Si bien la muestra apunta hacia los inicios de la electroacústica, no se asoma en el desarrollo de esta expresión artística en años subsiguientes. “El corte tiene que ver con cuando desaparecen las instituciones fundacionales”, justifica Novoa, que consideró para esta exhibición tanto a los compositores pioneros argentinos que produjeron acá como los que lo hicieron en el exterior. “En el ‘71 clausuraron el Instituto Di Tella y en el 73 se cerró el Estudio de Fonología Musical. Otro de los factores que incidieron fue el cambio de tecnología, que en los ‘70 fue vertiginoso”.

A pesar de que la manera de entender la electrónica en las nuevas generaciones de artistas, investigadores y público cambió, aún hay músicos que se dedican a las artes electroacústicas. “Ellos saben que esto existió, pero no dónde. Es algo fantasmagórico”, revela la curadora de la muestra, que podrá visitarse durante varios meses, y que se articulará con otras actividades del Espacio de Música y Arte Digital del CCK (ciclo Pioneros, Festival de Música Electroacústica, festival Mutek y las actividades de ArtLab). “Ya no van al conservatorio a estudiar, sino que lo hacen en instituciones especializadas que tienen un planteo más plural. No existe la línea de progreso indefinido. Las cosas van y vienen. Los chicos escuchan en un tocadiscos y vuelven a viejas tecnologías. No se puede plantear nada como anacrónico porque las músicas se cruzan, hay diálogos constantes. Están los que se dedican al ruidismo, que es un universo aparte dentro del sonido, o quienes se fabrican dispositivos para producir efectos. Es un vale todo. No está la idea de lo obsoleto”. 

La investigadora reconoce que la mayoría del público que se interesó en Klang es consumidora de la electrónica actual. Aunque Ros, que ha estado próximo a esa cosmogonía, también encuentra en esta muestra la posibilidad de reconciliar al pasado con el presente del género. “Lamentablemente, el pasado no le interesa a todos los músicos electrónicos, tal vez por sentir que esa música sólo es del futuro. Conocía algunas cosas de la época, pero no en profundidad. Tiene mucho valor haber generado este material en esas coordenadas espacio-temporales”. Si bien uno de los grandes problemas de la electroacústica en la Argentina fue la falta de un registro documental sólido (bibliográfico y sonoro), Novoa descubrió varios datos sorprendentes en su recorrido. “Durante la investigación encontré comentarios de Leda Valladares introduciéndose en la electroacústica. También Atahualpa Yupanqui hablaba de que sus espectáculos tenían que estar atravesados por la tecnología. Pese a que esto era practicado por pocas personas, la idea de una nueva cultura relacionada con los sonidos tuvo una bajada grande”.