El 28 viene echando humo del fiero por Chacabuco, dirección al sur. El ruido, que se cuadriplica a causa de un profuso tránsito de hora pico en San Telmo, impide que la charla sea afuera, en la vereda. Está lindo, hay vientito, pero no se puede. Y adentro, más o menos. Daniel Godfrid, arreglador y pianista que acompaña a Lidia hace mil, tiene su propio show en el lugar pactado para la nota (Pista Urbana) y está haciendo la prueba de sonido junto a Sebastián Espósito, su compañero en el Dúo Seda. El piano del rubio hará entonces de cortina musical para que Lidia Borda y su hermano Luis Borda levanten la voz ante Página/12.
“Se casa la nena”, ríe el guitarrista que vive en Alemania pero que está en Buenos Aires justamente por las nupcias de Rocío, su hija. Y, de paso cañazo, por otro propósito nodal: presentar en vivo El hilo invisible, disco que acaba de publicar vía Aqcua Records junto a su hermana. La cita será por dos. La primera, este viernes 2 de diciembre a las 19 en la Sala Argentina del Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151), y la otra, el 5 de enero de 2023, a las 22.30 en Bebop Club (Uriarte 1658). “Lo primero fue pensar un repertorio”, arranca Lidia, ya sumergida en el trabajo mutuo. “Él empezó a pensar temas y yo también, pero la verdad es que no podíamos resolver así, porque los dos tenemos un universo de referencias muy grande y se tornaba difícil. Hasta que Luis me empezó a mandar algunos temas de él y dijimos '¿por qué no hacer todos temas tuyos?'. Y así fue, son casi todos temas de Luis los que quedaron”, cuenta.
La historia empezó hace tiempo. Ella en Buenos Aires, y él desde Munich comenzaron a plantear la idea de grabar su primer disco como dúo vía Zoom, y así arribaron al final de una obra de piezas propias, cuya única excepción es “Vuelvo al sur”, clásico de “Pino” Solanas y Astor Piazzolla, en una versión bastante heterodoxa.
El resto (ocho piezas) es de letra y música Luis. “Al principio, empezamos a buscar temas de tango, de folklore, qué se yo… Pero al final me pareció que teníamos que encarar algo diferente. ¿Qué íbamos a hacer, más versiones de tango? Lidia ya tiene un montón de esas hechas y de algún modo había que buscar algo que se saliera un poquito de eso. Entonces, cuando ella me sugirió hacer temas míos, cumplió una fantasía que yo tenía desde mucho tiempo atrás”, ríe el ex Ave Rock, nacido en 1955.
Entre los temas de El hilo invisible hay una versión de “Vivo en San Telmo”, milonga-candombe grabada en vivo en el Tasso durante 2014. El resto es todo material de estudio. Un tango llamado “Flor del muro”, un fado cuyo título es “Barco partido” y un bolero de nombre “Algo así”, que derivó en uno de los preferidos de Lidia. “Esta canción habla de cosas bravas que pasaron en el pasado, y de cómo se siente uno hoy, respecto de ellas”, describe la cantante.
“Es la historia de nuestra generación vista desde hoy, sí”, completa su hermano mayor, cuyas canciones preferidas son “Al otro lado del río” y “La vida después”. “La primera tiene que ver con Zitarrosa. Una vez escuché una historia en un podcast que me llegó y me quedé impresionado con algunos aspectos de su vida. Me volvió el recuerdo de Alfredo y de sus canciones, quiero decir. En esos días, yo tenía que viajar de Munich a Lisboa y cuando me subí al avión, dije 'voy a ver si me sale algo sobre él'. Y me salió, nomás. En el vuelo de ida escribí la primera parte, en el de vuelta, la segunda, y ya en mi casa le puse una música. Quedó como algo entre la chamarrita y la milonga. Después me enteré de que hay un tema de Jorge Drexler que se llama igual”, cuenta Luis y da pie a otra mirada de parte de Lidia: “Está buenísimo que haya dos tipos pensando el río de cada lado”.
La versión de Drexler es la que suena en Diarios de motocicleta, película de Walter Salles que narra el viaje del Che Guevara junto al bioquímico Alberto Granado por América del Sur. “Yo vi esa película, que es como una prueba de voluntad del Che cuando se va de un lado del río al otro con su asma, pero la mía es una evocación de Zitarrosa en la que como dije, recuerdo poéticamente algunos fragmentos de su vida en el barrio Sur de Montevideo”.
Más piezas. Una es una milonga y se llama “La bala dobló en la esquina”, en la que recita Daniel Melingo, uno de los -pocos- invitados del disco. Otra se llama “La vida después”. Es la única que canta Luis y la escribió cuando falleció el querido Rodolfo García de Almendra, Aquelarre y Tantor. “El tema habla del vínculo que queda entre los amigos, cuando una persona no está más”, cuenta el guitarrista. “Está dedicado a la gente que parte y que seguís queriendo. Mi teoría es que nosotros somos recuerdo y que somos más de lo que parece que somos porque cada uno le va a dejar algo a alguien después de partir. Siempre va a existir alguien que se lleve algo tuyo por toda su existencia”.
-Y vaya que Rodolfo dejó cosas para tantos…
Luis Borda: -En especial él, claro, por eso le dedico este tema en el que me figuro entrando en otra dimensión y empezando a comunicarme no solo con Rodo sino con otras personas que ya no están, con el fin de hablar con ellas, de abrazarlas.
-Le diste una vuelta poético-tanguera.
Luis: -Es que, si bien el disco no es de tango, tiene mucho de tal género en los fraseos, en su carácter… Si le pusiéramos bandoneón a todos los temas, diríamos que es un disco de tango.
El camino conjunto entre Lidia y Luis tiene mojones importantes hacia atrás. Uno es Chicas de otros barrios, disco del Luis Borda Ensamble, publicado en 2008, en el que su hermana canta varios temas. Otro, Canciones de Atahualpa Yupanqui, publicado por Lidia en 2014, en la que hay una notoria participación de su hermano como guitarrista y arreglador en varias canciones. Pero El hilo invisible es el primero que lleva la rúbrica de ambos como una unidad. “Le pusimos así porque expresa como esa red que se va armando en las relaciones humanas, y que logra como una especie de urdiembre que trasciende al tiempo y la muerte”, explica ella.
La muerte específica a la que alude es la de Alejandro Borda, hermano de ambos que partió en 2020, y a quien dedican el trabajo. “Teníamos un lazo entre los tres muy fuerte, y también con nuestra madre que era modista y cuyo apellido -porque llevan el de la madre- es Borda. Lo del hilo tiene una connotación muy fuerte también en este sentido porque nuestra madre fue cociendo el vínculo, la trama amorosa entre los hermanos”, reflexionan ambos.
-¿Cuál fue su rol específico en la trama de los Borda?
Luis: -El de vincularnos con el arte, porque era pintora, pero también con la música. Me acuerdo de chico, que ella quería que estudie piano y que fuera como Ariel Ramírez. Pero comprar un piano en casa con mamá modista era imposible. Entonces, me mandó a estudiar guitarra.
Como efecto de otra decisión maternal, Luis empezó a estudiar guitarra clásica en el Conservatorio de San Martín. Aún no había cumplido 18 años entonces. “Me acuerdo que el profesor me preguntó qué me gustaba tocar, y yo le dije '¡Jimi Hendrix!'. Después empezó la historia de Ave Rock”. “Qué loco lo que contás”, se sorprende Lidia. “Yo también empecé a estudiar con maestras clásicas, que querían que me dedique al canto lírico por mi registro soprano. Tenía una maestra alemana a la que, como vos, le decía que a mí me gustaba la música popular, pero ella me daba cosas del siglo XVI. Después visité otra maestra del Colón, le dije lo mismo, y me contestó 'qué querés, que te ponga un corsé y te mande a cacarear'”, ríe Lidia. Y ríe Luis, claro.
-Heavy la reacción de la profe. ¿Cómo terminó?
Lidia Borda: -Con la profesora diciéndome que no tenía que estudiar con ella, que tenía que estudiar música popular (risas).
-¿Cómo era Alejandro, el hermano de ambos, a quien le dedican el disco? ¿Era músico?
Lidia: -No se dedicó a la música pero tenía mucha sensibilidad musical. Tocaba percusión y tenía una voz preciosa. Igual que mi madre, tenía una mirada estética muy refinada, pero a la vez era un tipo muy callejero. Por ahí se iba de casa con 14, 15 años, y no aparecía por un año.
Luis: -¿Tanto?
Lidia: -Sí, pero vos no te enterabas porque ya te habías ido de casa, también (risas). En fin, Ale parecía más rústico, pero tenía mucha sensibilidad musical, y además era de mis más fervientes críticos. Tanto él como Luis y mi madre aportaron todo lo que yo tengo en la música. Y ahora que lo pienso, el hilo invisible también se trata de eso, ¿no?. De la idea de cómo se construye un amor por la música, por el arte, y por la cosa propia.
-¿Amor por la cosa propia en qué sentido?
Lidia: -En el del amor por la cultura nuestra en términos de patria argentina y latinoamericana.
Lidia y Luis compartieron un mismo techo hasta que él cumplió 18 años, se casó y se fue. A esa primera ida aludía Lidia párrafos atrás. “Era un atrevido, un 18 de julio cumplió los 18 años y a los dos días se fue de casa”, recuerda la cantora entre risas. “Yo tenía 8 años, por eso me acuerdo tanto. Se fue y empezó su camino independiente”. La marcha de Luis, sumada a la inexistencia de un padre presente, provocó en Lidia una conmoción interna importante. Era una niña y el hermano ídolo partía desde Villa Bosch con rumbo al Abasto. “Gracias a eso conocí el viejo mercado de Abasto”, sopesa ella, que con idéntico tacto memorioso recuerda la fecha en que Luis se fue a Alemania: 1996.
-¿Cómo viviste su segundo alejamiento?
Lidia: -Estaba embarazada de mi primer hijo y estábamos terminando de grabar Entre sueños, mi primer disco que tenía dirección y arreglos Luis.
Luis: -El repertorio de ese trabajo estaba conformado por todos hallazgos de Lidia, que investigaba y elegía. Porque ella no canta cualquier cosa, ella elige. Ese disco, de hecho, tiene el criterio de búsqueda que hoy mantiene y que muchas cantantes que vinieron después empezaron a abordar.
Lidia: -Bueno, termino la respuesta: cuando él se fue a Alemania quedé como en pelotas, porque estaba absolutamente ligada a la mirada de Luis sobre lo que yo hacía. Igual, con el tiempo me terminó favoreciendo, porque hizo que me arregle sola con la música. Además, se resignificó mi relación musical con él, que sigue siendo, como siempre, una especie de guía espiritual para mí.
-Volviendo al disco, hay otro factor que lo distingue: casi todas las letras son de Luis. Pero acá se te asocia, en general, con la música mayormente instrumental...
Luis: -Me agarró el berretín de poeta y me puse a escribir letras. No sé. En cierto sentido, el hecho de ser músico te brinda la posibilidad de acomodar la letra a la música o la música a la letra. Así trabajaban antiguamente los binomios que componían tangos: compartían una dinámica compositiva fuerte al estar siempre juntos.
-Lo que te pasa a vos con vos mismo, sería.
Luis: -(Risas) Y, de alguna manera te tenés que arreglar solo, sí...
Lidia: -Yo tampoco sabía que Luis escribía, hasta que una vez me sorprendió con una obra infantil preciosa. Originalmente se llamaba El perrito petitero pero después se cambió por La nota mágica. Las letras de esta obra son desopilantes, porque Luis tiene un humor irónico, además de mucho juego de palabras y onomatopeyas.