Un sujeto con amnesia que viaja por el tiempo en mecanismo random. Un acelerador de partículas llamado Ziggy. Un holograma como compañero de andanzas. El relanzamiento de Quantum Leap (Universal+) respeta las normas básicas de su original al punto que uno espera la aparición del físico Sam Beckett o del extravagante Al Calvicci. No lo harán –al menos de manera directa- aunque sean un tensor invisible con Ben Song. “Mi personaje es un tipo que ha saltado dentro de una máquina que lo va a llevar por saltos temporales sin saber bien dónde va a terminar. Si te lo ponés a pensar es un viaje bastante desquiciado”, le avisa Raymond Lee a Página/12. El actor encarna al científico que sorprendió a propios y desconocidos al embarcarse en esta tómbola de acontecimientos.
La serie madre –emitida en el primer lustro de los ’90- es una referencia ineludible en ese subgénero que plantea un calendario afiebrado, suerte de Liquid Paper histórico a cargo de un sujeto extemporáneo. “Arreglar lo que una vez estuvo equivocado”, era la premisa semanal de una ficción de viaje escuela protagonizada por Scott Bakula. A su estatus de culto se le sumó su final con puntos suspensivos en tanto el doctor Beckett, hasta donde se sabe, nunca retornó a casa. En definitiva, Quantum Leap marcó un antes y un después en ese terreno recientemente aprovechado por Loki, El ministerio del tiempo y Dark. “Este Quantum Leap es muy consciente de que sus cimientos están en el 2022. Es más acelerada, por así decirlo. Y hay otra cosa: en los últimos treinta años han sucedido muchísimas cosas que necesitamos cubrir y mejorar”, seduce Lee.
Además de su autoconsciencia, la nueva versión busca iluminar los agujeros negros que había dejado la serie madre. Song, de hecho, es quien encabeza el proyecto militar ideado por el malogrado Beckett. Justo en medio de su fiesta de compromiso, el científico recibe un mensaje de texto que le advierte que “se está quedando sin tiempo”. Preludio para que se adentre en el acelerador de partículas para sorpresa de todo su equipo. El inicio del piloto (“13 de julio de 1985”), a su vez, ofrece dos enormes guiños ochentosos. Uno es a Volver al Futuro, en tanto la aventura transcurre tres meses antes de que Marty McFly se subiera a un Delorean. El otro pone a jugar el relato con la efeméride, es decir, Ben Song llega a Filadelfia el mismo día en que se lleva a cabo el Live Aid. ¿El problema? El protagonista cae en el cuerpo de un delincuente a punto de realizar un golpe a un museo.
Cada salto temporal lo ubicará, capítulo tras capítulo, dentro de nuevos escenarios y problemas: el transbordador espacial Atlantis, un terremoto en San Francisco o en el viejo oeste. He allí una de las nuevas reglas para esta ficción: mientras que Sam solo podía influir en los eventos que ocurrieron durante su vida, Ben va mucho más allá de ésta. “El gran porqué de la primera temporada es justamente por qué se metió en la máquina. Una vez que entendemos por qué hace este viaje nos empezamos a imaginar qué es lo que mantiene a esta persona en estos saltos y lo que lo lleva a intentar mejorar el pasado”, apunta el actor.
-¿Y podría explicar el camino del héroe de su personaje?
Raymond Lee: -Es alguien que ha perdido la memoria y de a poco va recomponiendo su propia identidad. Y esos es solo un aspecto de la propuesta. Se ha disuelto en millones de átomos y está en el aire. Está el concepto del bucle. Está su equipo que lo ayuda desde el presente. Es alguien sin control sobre sí mismo pero que comprende el sentido de su trayecto. Hace que el viaje valga la pena. Aunque el viaje se renueva cada vez que salta a otro período. Creo que es un camino del héroe bastante memorable. Es muy sugerente esta idea de que se pueda mejorar la Historia. Creo que jugar con esa imagen hizo que aceptara este reto cómo héroe.
-Posiblemente uno de los cambios más radicales radique en su secuaz. ¿Es posible enamorarse de un holograma?
-Si podemos enamorarnos por una app, ¿por qué no hacerlo de un holograma? Es mucho más interactivo que una charla por Zoom.
-El formato episódico y cierto aire de vieja escuela televisiva de la nueva versión, ¿son un homenaje a la Quantum Leap original?
-Hay algo de eso. Cada salto presenta un problema y esa es la esencia del programa. Lo especial es que hay algo que sucede por lo bajo y vamos armando el rompecabezas de a poco. Lo que sucede en el cuartel te va dando pistas a cada momento. Es cierto que cada episodio presenta una nueva diversión para el espectador ocasional, pero para el que la mire de manera integral va a poder disfrutar de todo el cuadro.
-¿Hay más cumplidos a la Quantum Leap original?
-Muchísimos, y funcionan en tantos niveles. Ziggy para empezar, esta computadora superinteligente es la misma que hizo los viajes en el pasado y ahora nos ayuda a nosotros. El personaje de Ernie Hudson, Magic, también estuvo en la serie original. Toda la estructura del cuartel central, su mera existencia como organismo que mejora la Historia, es un gran guiño al espíritu de la serie. Ben Son y Sam Beckett tienen el mismo tipo de vocación, el llamado a salvar las vidas de otros, aunque eso atente contra la suya.
-Sam Beckett es un personaje icónico de la TV. ¿Cómo fue ponerse en sus zapatos?
-Es un tremendo honor porque el personaje es muy rico. No solo por el hecho de que viaja por el tiempo y espacio a través de una máquina, sino que es abducido por el cuerpo de alguien en otra era. Es la misma clase de zapatos, pero totalmente nuevos y por caminos diferentes. Ahí está la clave.