Una vida bajo las cámaras sin haberla elegido no es una vida fácil, aunque parezca una queja llena de banalidad, como el fuck you que no se cansa de levantar frente a los paparazzi Juana Viale, la nieta de la señora Legrand. Ese “fuck you” se reinventa en cada herederx, ya sea por incomodidad o franqueza, y en este caso se hace cuerpo en la silueta de una adolescente expuesta a los flashes aún desde antes de saber que sería Morena Rial.
Es que fue pública la lucha por su adopción, después la llegada a la familia de ella y su hermana Rocío, más tarde la separación escandalosa de sus padres y la elección de las hijas por el papá, siempre destacando su amor incondicional y la crueldad de Silvia D´Auro, esa mujer que crió a las dos niñas mientras su marido hacía carrera y que misteriosamente y de la noche a la mañana fue maquillada de villana por el villano número uno de la tele. Quién sabe lo que hay detrás de esa historia, porque el destino siguió escribiéndose al ritmo del rating: rápido de reflejos Rial se puso de novio con una mujer con nombre de lolita que no se cansó de mostrar su amor por “las chicas” y hasta declarar que la llamaban “mami”, mientras exhibía con exageración esa brutal diferencia de talles entre ellas. Loly siempre ajustada, escotada, esbelta, Morena siempre tapando, recatada, casi con vergüenza.
Ahora Rial tiene nueva novia y en el medio de estos dos romances la palabra bullying cobró peso cuando la chica con nombre aniñado declaró que, una vez separados, él pidió que ya nadie la contrate; y esto por citar solo un ejemplo, porque haciendo un poco de archivo Rial llamó puta, zorra y extorsionadora a Marianela Mirra, una participante de Gran Hermano. Pero para qué hacer archivo si material sobra, en este novela que siempre manipuló Rial para las cámaras: cuando le conviene víctima, cuando no, un violento disfrazado de “tipo de carácter” que ahora denuncia al malvado que llamó hipopótamos a sus hijas, él que las pone en primera fila, él que juega con ese maniqueísmo visual de sus hijas y sus novias, él que lee una carta que la chica escribió días antes de someterse a un by-pass gástrico y termina llorando en el mismo living en que se ha acosado, burlado y humillado a más de una mujer.
“No me gusta la palabra víctima, pero entiendo que no debe haber sido fácil ser Morena Rial, una chica creciendo a la luz de la fama de un padre mediático y violento con otras mujeres, pero que tampoco es una chica cualquiera. Aunque la gente se conmueva con las lágrimas del padre orgulloso que la despide en el quirófano donde le harán el by-pass gástrico, las miradas y las palabras injuriantes siempre están listas para ella. Porque Morena es gorda, morocha y adoptada, la eugenesia local se ensaña triplemente con su cuerpo: dicen que “los genes no mienten”, que “aunque la mona se vista de seda...” y otras lindezas por el estilo. Morena ha sido estigmatizada toda su vida por su peso, su color de piel, por su calidad de hija no biológica: una negra gorda no se merece las carteras de lujo, los viajes al exterior o las cirugías que pueden pagar papá. Morena ocupa un espacio que no le pertenece y que nunca será propiamente suyo, aunque lo intente a fuerza de bisturí y restricción” dice Laura Contrera, activista de la gordura, creadora del fanzine Gorda! y co-editora del libro Cuerpos sin patrones (Madreselva). Es que la gordofobia que aprieta a Morena también levanta su dedo ahora que ella tiene novio y no le perdona el escote si ella se anima a mostrarlo, y la prensa se apura en capturar los minutos en que dejó el video colgado para insistir en eso que tanto le gusta: el antes y el después. Morena no es una víctima pero camina por esa cornisa peligrosa donde se mezcla la sed de fama (de su padre), el deseo de pertenecer (como cualquier adolescente) y la crueldad sin descanso de una parte del mundo que quiere volver a su lugar a lxs que no encajan. Veremos cómo navega tamaño desafío. Por ahora sus palabras serían mas bellas si su padre no las refregara en la arena pública como si fueran un segmento más de su horroroso programa de chimentos.
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Bajo la lupa Morena Rial
Este artículo fue publicado originalmente el día 25 de noviembre de 2016