La expresión “memoria colectiva” no debe interpretarse metafóricamente. No se puede recordar en soledad, sin los marcos de referencia que la comunidad construye y sostiene para referirse a su pasado. A 40 años del comienzo de la Guerra de Malvinas, el ámbito universitario nutrió ese repertorio referencial con homenajes de todo tipo, en los que la producción audiovisual tuvo un rol protagónico.

En lo que va del año, las universidades nacionales de Tierra del Fuego (UNTdF), Luján (UNLu), Nordeste (UNNE), La Plata (UNLP) y Quilmes (UNQ) participaron en la realización de audiovisuales que recorren el núcleo Malvinas desde miradas divergentes y novedosas y reafirman el crecimiento que las casas de estudio vienen teniendo en la creación de contenido para las pantallas.

Los resultados van desde el documental hasta la ficción y aportan particularidades regionales que rescatan la forma en que el conflicto bélico sacudió a cada territorio y a sus habitantes. El desafío de contar lo ya contado se resuelve con disparadores narrativos originales y diversos: la tapa de una revista, un legajo escolar, la vigía de los excombatientes, un trabajo práctico o los vecinos trasladados al frente.

Malvinizar

“Que este chocolate te endulce en esos días fríos de Malvinas. Gracias por defender mi patria. Te saluda, un futuro soldado de siete años”. Gustavo Vidal puso la carta dentro del chocolate con su nombre y dirección. Fue al colegio y allí sumó la suya al resto de las donaciones que serían trasladadas a la zona del conflicto. Finalizada la guerra, recibió una respuesta que seguramente no esperaba: otra carta explicaba que su chocolate había sido comprado en un kiosko de Comodoro Rivadavia y que nunca llegó a destino. “Nos han engañado y usado. Nuestros soldados pasaron hambre y volvieron desnutridos”, agregaba la misiva.

El caso de Gustavo se volvió tapa de la revista Gente y un “pretexto muy atractivo” para hablar del rol de los medios durante la Guerra, según Carlos Castro, docente de la UNQ y codirector del documental Operación chocolate, dado que esa misma revista había acompañado a la dictadura militar y la publicación de la historia del chocolate significaba un movimiento de despegue de su actuación anterior.

Estos discursos mediáticos pre y post Malvinas son el tema del film realizado por la UNQ con apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). La producción fue dirigida por Silvia Maturana Castro y, producida por Pablo Navarro Espejo.

“Es un film sobre la guerra desde el punto de vista de cómo la sociedad civil vivió el conflicto y de qué manera se trazaron lazos de solidaridad con los soldados en el frente”, señaló Castro y detalló que el argumento se apoya en una investigación de Santiago García, estudiante de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), quien registró la historia como parte de su tesis de grado.

Gustavo Vidal, el protagonista de esta “tragedia shakesperiana” –según la definió el codirector– hilvana con su voz un documental que reconstruye la lógica discursiva de los medios durante la década del ochenta, marcada fuertemente por la “desmalvinización”: un dispositivo comunicacional tendiente a atenuar el fervor desatado por los mismos actores que, luego de terminada la guerra, empequeñecieron su significancia histórica e ignoraron a los soldados que retornaron al territorio argentino.

Contra esa misma indiferencia opera El legajo de Rolando, el cortometraje desarrollado por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP mediante la Dirección de Producción en Articulación con el Territorio. La iniciativa documenta la reparación histórica del legajo del estudiante secundario Rolando Máximo Pacholczuk, alumno de la Escuela Secundaria N° 31 de La Plata, quien fue convocado al Servicio Militar Obligatorio, partió a las Islas Malvinas y murió en el archipiélago.

“En el registro figuraba como que Rolando había dejado la escuela, pero no decía que había ido a combatir a las islas”, explicó Jimena Espinoza, directora del área que tuvo a cargo del proyecto. La UNLP acompañó este proceso de reparación e incorporó el testimonio de familiares, compañeros de curso y de trinchera del joven herido el 14 de junio de 1982.

El documental reúne algunas fotos de Rolando, las pone en diálogo con las entrevistas y agrega el registro del acto de reparación. Su presentación en la escuela a la que asistió el joven formó parte de una serie de actividades en las que participó la universidad con el objetivo de que “los y las estudiantes pudieran hacer preguntas, trabajar con el tema y apropiarse del reclamo”, señaló Espinoza.

“Hay que trabajarlo no solamente como efeméride sino todo el año. Es importante que las generaciones más jóvenes sepan qué pasó y el formato audiovisual hoy te permite llegar a muchas personas”, evaluó la periodista.

Historias hacia la tierra helada

Desde Corrientes a Paraná en tren; de allí, un avión hasta Comodoro Rivadavia. Luego la movilización a Malvinas y toparse con el clima feroz, el viento y la turba, tan distintos a la atmósfera subtropical de la que venía la unidad correntina. Nuestro nombre es Milagro propone un relato cronológicamente novedoso: en vez de abordar el después, recoge la sorpresa y la adrenalina de los jóvenes del noreste del país al enterarse de su participación en la Guerra.

Realizado por Elisa Farizano, Natacha Espinoza, Cynthia Jara y Diego Petruzsinky de la Coordinación General de Comunicación Institucional de la UNNE y con el aporte académico del especialista en Historia Regional Daniel Chao, el film presenta una crónica de las vivencias de cientos de jóvenes de Corrientes y provincias vecinas, a través del testimonio de once veteranos.

“Es un documental que no da golpes bajos en ningún momento. No trata de mostrar la miseria humana, sino que resalta la experiencia de estos tipos y termina con la llegada y el choque muy fuerte que experimentó la gran mayoría de ellos al no sentirse totalmente reconocidos”, expuso Chao. El historiador explicó que la idea surgió a partir de la gran cantidad de jóvenes de regimientos correntinos que, bajo el mando de la Tercera Brigada, fueron a Malvinas. Según el doctor en Ciencias Sociales, el 30 por ciento de los soldados que viajaron al sur salieron de Chaco y de Corrientes.

Las cuatro décadas que median entre el acontecimiento y las nuevas narrativas sobre Malvinas permiten un abordaje que profana los sentidos comunes acerca de la guerra y permite la difracción de miradas posibles desde donde encarar el tema. En esa línea, la UNTdF trabaja actualmente en Verde Oliva, una ficción que a diferencia de las muchas realizadas sobre la contienda, no se ubica en 1982, sino que transita el conflicto desde el presente y su juventud.

Mili, una adolescente de Río Grande, está por perder su año escolar a causa de sus malas calificaciones. Para salvarlo, su profesora le ofrece como última oportunidad hacer un trabajo práctico sobre la Guerra de Malvinas. En su investigación, descubre un enigma en su vecino de enfrente, quien termina contándole su historia.

El corto fue declarado de Interés Provincial y resultó ganador del concurso “40 años de Malvinas”, organizado desde la Secretaría de Cultura, a través de la Dirección Provincial de Desarrollo Audiovisual. Dirigido por Daft Rebel y guionado por Noelia Mangin, Verde Oliva se destaca, además, por incluir a personal no docente y a estudiantes en tareas técnicas y por contar con un cupo femenino en las cabezas directivas que supera el por ciento, “algo que no es común en producciones cinematográficas y audiovisuales”, mencionó Rebel.

“La idea es reforzar el vínculo, poder hablar con los excombatientes que todavía tenemos entre nosotros y que nos pueden contar su historia de primera mano. Son historia viva y queremos transmitir eso a través de un formato atractivo para las juventudes”, resumió el docente, investigador y productor de la UNTdF.

En la ciudad fueguina de Río Grande, desde 1995, se realiza durante la noche del 1 y la mañana del 2 de abril la ya tradicional Vigilia por Malvinas, una conmemoración en la que la población de la ciudad se reúne a orillas del mar a recordar el inicio de la Guerra y a sostener el reclamo por la soberanía de las Islas.

Para estos 40 años, la radio de la Universidad Nacional de Luján fue invitada a participar en la cobertura del evento. El impacto que la vigilia tuvo entre los visitantes de la UNLu los motivó a pensar en un documental audiovisual que pusiera en evidencia lo que sucede cada año en la ciudad continental más próxima al archipiélago.

“Se reúnen cada primer día de abril y se quedan toda la noche frente al mar recordando a los caídos. En el centro hay un tacho con fuego que está prendido toda la semana. Todas las noches se tiran leños para mantener ese fuego vivo. Es muy simbólico y muy conmovedor. Aparte, el Centro de Veteranos de Río Grande arma la Carpa de la Dignidad para que la gente se acerque y poder dar charlas a niños y estudiantes”, contó Josefina Rampazzi, productora de Malvinas, Historia viva, el documental llevado a cabo por docentes y no docentes del Centro de Producción Audiovisual (CePA) de la UNLu.

La riqueza audiovisual de este corto está nutrida por el paisaje riograndense, muy parecido al escenario de la contienda. A tal punto es la similitud, que incluso “muchos veteranos se fueron a vivir ahí, un poco para recordar y otro poco para sanar”, reveló Rampazzi.

Actualmente, la UNLu trabaja en otra producción situada en Río Gallegos, para la cual un veterano prestó su diario de guerra a los realizadores.

Más que mil palabras

Con la revolución tecnológica y la consolidación de los entornos digitales, la imagen se ha convertido en el vehículo significante hegemónico. Rampazzi (UNLu) y Espinoza (UNLP), coincidieron en remarcar el gran alcance que permiten las producciones audiovisuales, sobre todo en audiencias jóvenes.

“Colgado en nuestro canal de YouTube puede llegar a distintos espacios: escuelas, organizaciones, instituciones; a la comunidad en general”, puntualizó Espinoza. Rampazzi, por su parte, señaló que “este aporte que están haciendo las universidades con documentales y cortos es un reclamo activo: producir para que le llegue a la gente, e incentivar al compromiso y a la consciencia”.

“El género documental, tal como el crimen, no paga”, ironizó por su parte Castro (UNQ) y destacó que el mundo universitario posibilita renovar los sistemas de financiación, no únicamente en un plano dinerario, “sino con un mundo de contraprestación de servicios, de intercambio de trabajos, que enriquecen mucho la lógica del documental”. En ese sentido, la participación no docente y de estudiantes en varias producciones y la apoyatura de Operación Chocolate en una tesis de grado, dan cuenta de estos mecanismos de simbiosis dentro de las casas de estudio para superar escollos económicos.

Rebel (UNTdF) resaltó ese trabajo colectivo para generar un resultado “ecléctico, novedoso y de gran calidad”, en formatos “atractivos para los jóvenes”.

“El papel de la universidad, en la representación de este tema, tiene que ver con hacerse cargo de las contradicciones que implica la Guerra y no caer siempre en el sentido común. No repetir lo que se viene haciendo hace décadas. Este año fue muy importante, porque si bien hubo mucho de lo de siempre, fue particularmente productivo en otras formas de entender la guerra; la universidad argentina se hizo cargo muy bien del desafío”, ponderó Chao (UNNE).