“Me costó un ovario reivindicarme gorda”, dijo Micaela y contó: “Estaba en una jornada sobre el aborto y Viviana Canosa agarró un video mío, se imaginan... Estuve llorando una semana, y después empecé a tomarlo como parte de mi identidad política”. El relato en los talleres del Segundo Encuentro Plurinacional de Gordes no necesitó más detalles. El agravio resuena en todes les presentes. No hay que ir muy lejos. Lo mismo hizo esta semana Cecilia Bolocco, ex Miss Universo, que desde Chile afirmó “si ustedes creen que necesitan más talla, yo creo que lo que necesitan es comer menos, ¿ya? Se los digo con todo mi amor. Hagan un ayuno intermitente, alguna cosa, porque tan, tan, tan grande no”. ¿Sorprende? No. ¿Es necesario señalarlo, repudiarlo? Sí. Pero lo más importante es que se escuchen otras voces, otras existencias. El insulto, el desprecio, la culpabilización, fueron algunas de las experiencias compartidas el domingo pasado, en el Parque de España, en Rosario. Junto a una firme voluntad de construir otra vida posible, otros cuerpos deseables. “Hacemos esto para que, en unos años, mi sobrina se sorprenda al ver en un museo que existieron activismos gordes, que la sociedad cambie y ya no sea más necesario”, expresó Laura Contrera, de Colectivo de Gordes Activistas, en uno de los espacios.
La temperatura llegó a 37 grados, la brisa de la mañana se convirtió en aire caliente a partir del mediodía, y en medio del agobio, los cuerpos festejaron la posibilidad de bailar juntes la danza del reconocimiento, las palabras se agolparon en el intercambio de experiencias por la mañana, con lágrimas en los ojos en muchos momentos. Por la tarde, hubo cuatro talleres para trazar estrategias. “Educamos en la vergüenza corporal en la que hemos sido educades”, dijo Contrera y retrucó: “Nuestras vidas valen en cuerpo presente, no empiezan el lunes con la dieta, no empiezan con los 25 kilos bajados”.
Sanación. Esa fue una de las palabras más escuchadas a lo largo del día. Una sanación colectiva. “Toda la vida nos dijeron que teníamos que ir hacia la delgadez y ahora estamos yendo hacia politizar nuestra experiencia”, expresó Lucía Portos, en su doble carácter de Subsecretaria de Políticas de Género y Diversidad Sexual y activista.
Bajo la sombra de tipas, sauces y algún que otro eucaliptus se reunieron más de 120 personas. Algunas llegaron por primera vez a encontrarse con otres gordes, otres participaron del primer Encuentro Plurinacional de Activismos Gordes, en noviembre de 2021, en Morón. Y estaban las activistas gordas “históricas”. “Este segundo encuentro lo que tuvo es un paso más en la organización, o sea, tuvimos una parte un poco más catártica, expositiva, de dónde veníamos y nos llevamos conclusiones que son un poco más del trabajo sobre cómo armar grupos, que no termine recayendo en 10 o 15 que hacen actividades o intervenciones aisladas”, expresó sobre el final Lux Moreno, y apuntó: “Necesitamos comunidad, me parece que este encuentro es comunitario y empieza a dar cuenta de la necesidad de políticas públicas específicas para desmantelar la violencia y el estigma social de la gordura. Es importantísimo también porque fuimos recontra acompañadas desde lo institucional. Hay que hacer mucho, muchísimo, pero también hay ganas de hacerlo”.
Vidas dignas y felices
El día comenzó en el Galpón de las Juventudes, donde la anfitriona Luz Ferradas, concejala de Ciudad Futura en Rosario (y la “única concejala gorda”, como se presentó luego en el taller) fue una de quienes leyeron el documento de bienvenida. En semicírculo, estaban también Contreras, autora de diversos artículos y compiladora -junto a Nicolás Cuello- del libro pionero en la Argentina, Cuerpos sin patrones y también coautora junto a Luz Moreno del Cuadernillo de sensibilización sobre temáticas de diversidad corporal gorda, publicado por el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires.
Con remeras blancas de CGA también leyeron el documento la propia Lux Moreno (autora también de los libros Gorda Vanidosa y Gorda Traidora) y Flor Alegre, modelo y estudiante de ingeniería. Allí mismo estaban Lucía Portos, la modelo plus size Brenda Mato, la influencer y autora de Te lo digo por tu bien, Agustina Cabaleiro, entre otras activistas gordas de larga trayectoria. “Reivindicamos nuestro derecho a ser y a existir, a la autonomía corporal, a decidir nuestros proyectos de vida en igualdad, por eso creemos en la necesidad de este encuentro, desde nuestro sur global colonizado, desde nuestras experiencias de vida; estamos determinades a organizarnos buscando un objetivo común, vivir vidas dignas y felices, nosotres y quienes vengan después de nosotres”, dijeron desde el escenario.
En ese documento listaron algunas políticas públicas conquistadas, como el Cuadernillo de la provincia de Buenos Aires, la elaboración del estudio antropométrico nacional en el marco de la Ley de Talles, la convocatoria del Ministerio de Salud de la Nación para repensar las guías de atención de salud de las personas gordas, el proyecto de ley nacional de capacitación obligatoria en diversidad corporal para efectores de salud que presentó la diputada nacional Mónica Macha, los conversatorios, informes e insumos estadísticos del Instituto Nacional contra la Discriminación (INADI).
Justamente, el Mapa Nacional de la Discriminación dejó en claro “la importancia que adquiere la percepción de discriminación sobre las personas gordas, no solo porque se ubican en primer lugar entre los grupos más mencionados, sino porque en comparación con el relevamiento de 2013, esta cifra aumentó en 9 puntos porcentuales”. Cuando se les preguntó a 11.700 personas de todo el país acerca de la “percepción sobre niveles de discriminación mucho o bastante”, el 90 por ciento de las mujeres y el 84 por ciento de los varones mencionaron en primer lugar a las personas gordas.
En primera persona
¿Qué es la gordofobia? En estas páginas se ha hablado mucho de ellos, pero es bueno echar mano a la definición de la Guía gorda, elaborada por el Colectivo de Gordes Activistas para el primer Encuentro. El odio, el rechazo, la discriminación y la violencia, claro, como un sistema de disciplinamiento corporal. “La gordofobia no queda en una experiencia individual traumática que se reitera en el tiempo, sino que es un término ‘paraguas’ y se refiere a una matriz de opresión compleja e interseccional, que jerarquiza las experiencias corporales y patologiza algunas experiencias”, plantea este cuadernillo, que se vendía a 200 pesos. La clave de la gordofobia es que “está cimentada sobre prejuicios respecto a los hábitos y costumbres de las personas gordas: básicamente, la creencia de que el cuerpo gordo responde a una falta de voluntad o autocuidado, de no hacer suficiente esfuerzo para adelgazar, motivo por el cual las personas gordas merecemos ‘castigo’ o rechazo. Discriminación lisa y llana”, sigue el cuadernillo.
Las definiciones encarnan en experiencias concretas. Muchas de las participantes llegaron desde la provincia de Buenos Aires, en ómnibus. “No me acepto con mi cuerpo, y me lo hacen entender en todos lados, en el trabajo, en los locales de ropa. Vengo acá porque espero que esto me ayude a aceptarlo”, dijo una de las participantes en la ronda de presentación. Verónica, sentada a su lado, contó que trabaja con ella. “Veo la violencia con que se trata a Carina, y veo cómo se evita esa violencia hacia mí porque soy médica, y esa es otra jerarquía. Es una mierda, hay que derribar la gordofobia”.
“Vine a amigarme conmigo misma”, se presentó otra participante. “Crecí en una familia súper gordofóbica, como la mayoría de la sociedad”, contó otra. “Soy la primera gordofóbica conmigo, necesitamos ser más amables con nosotras mismas”, fue otra de las frases que se pudieron escuchar. Pamela Rocchi, activista trans, contó que toda la vida fue gorda. “Siempre sentí más discriminación por gorda que por trans”, siguió con sus experiencias. Había unos pocos varones cis en el encuentro. “Soy puto, soy gordo, soy cordobés”, se presentó uno de ellos.
“Gracias a los activismos aprendí que ser gorda no es nada malo, que no tengo por qué avergonzarme y vine para seguir aprendiendo”, dijo Agus, de 19 años. Su tía tomó la palabra. “Nos criamos con los mismos verdugos dentro de nuestra casa. Me siento mal porque hasta hace poco mandaba fotos diciéndole que adelgace, porque me sigo diciendo que voy a volver a ser flaca como antes de casarme”, dice mientras se emociona y cuenta que es maestra. “Tengo una alumna que llora porque los compañeros le dicen gorda y la mamá le dice que no coma. No tengo herramientas para ayudarla”, sigue contando por qué se subió al colectivo para llegar a Rosario.
Desde Montevideo llegó Magda, del colectivo La Mondonga, quien estaba en la ciudad para participar de un encuentro de coros y, al enterarse de la jornada gorde se acercó. “A los 40 años me encontré pudiendo colectivizar las vivencias y la fuerza de lo colectivo, compartir muchas veces desde el dolor y desde la herida”, dice con la voz quebrada. La propuesta es “permitirnos existir, el placer, el deseo”.
Las palabras danzaron, se sacaron chispas. Y permitieron que el Encuentro -como dijo Lux Moreno- fuera el “lugar del acontecimiento”. “¿Qué pasa cuando nos encontramos todes?”, fue la pregunta disparadora de la docente de Filosofía.
“La verdad es que fue una locura, la cantidad de gente, las cosas que se pudieron hablar, sobre todo rescatar que se puede salir de CABA, a pesar de que tenemos esa mala creencia de que todo sucede allá, hay muchas cosas que se están gestando en otras partes”, planteó Brenda Mato. “A pesar del calor, a pesar de la distancia y de la situación económica, todas las personas que eligieron hacerse presentes nos dan una pauta del compromiso y del futuro que tiene el activismo gordo”, contó sobre lo vivido en la jornada. Lo más importante fue que, además de intercambiar experiencias, “que surjan cosas que nos puedan cambiar la vida, que se puedan generar políticas reales”.
La industria del sufrimiento
“Hace años que no voy al médico, no llego por miedo al diagnóstico”, dijo Micaela y consideró que “la salud es más allá de lo que se supone que es”. Uno de los cuatro talleres de la tarde se destinó a hablar del derecho a la salud. “El Índice de Masa Corporal nos ha llevado a un paradigma industrial de la salud”, expresó Portos en esa ronda y planteó: “si pesás más de 120 kilos no te podés tratar el cáncer. Porque la patologización propone que nosotres seamos quienes nos adaptemos al sistema de salud”.
Es que muchxs profesionales de la salud afirman que pueden saber si una persona es saludable o no “con solo mirarla”. “Y lo que miran es si esa persona es gorda. La gordofobia nos hace sentir culpa de nuestras dolencias”, siguió Portos.
Porque alrededor de la discriminación y el estigma hay un gran negocio. Ese es uno de los ejes que propone Portos, como activista gorde, militante política y funcionaria pública. “Para nosotros es fundamental generar datos. No es lo mismo que yo te diga que fui al hospital y no me atendieron porque peso más de 130 kilos que consignar que el 70% de las personas que van al hospital tienen una experiencia que podría vincularse a la gordofobia o al sesgo gordo-odiante de los profesionales de la salud”, plantea.
“Este padecimiento de la vergüenza corporal fomentada por la discriminación, el estigma y la violencia es absolutamente común a todas las personas gordas y además puede encontrar réplicas también en la experiencia vital de personas que no son gordas, pero tienen miedo a engordar porque no quieren ser tratadas de esta forma. Generando el dato también generamos los argumentos para ir a dar la discusión con aquellas personas que sabemos que son sensibles hacia los temas de la justicia social. Y con el resto, bueno, es hacer lo que hacemos las militantes: enfrentar intereses corporativos, concentrados. Acá hay gente que gana mucha plata de nuestro sufrimiento. Yo me ocupé de decirlo en las comisiones en las que me tocó estar. No dejemos de poner el foco en la industria de la dieta en la industria”. El adelgazamiento obligatorio es una gran fuente de ingresos y por lo mismo, intereses corporativos. “Tenemos que organizarnos para poder enfrentarlos como como lo hacemos las militantes en general”, considera Portos.
Porque la misma propuesta “infinita” de modificación corporal, que es generadora de recursos, tiene su contracara: una industria de la alimentación que genera productos adictivos, que intensifican su consumo a partir de sumarles grasas y azúcar.
Una de las bases de esa industria de la dieta es correr a las personas gordas del deseo. Justamente, el domingo, el taller estrella fue el que se refirió al deseo, donde las historias de discriminación se compartieron. Porque, tal como lo vienen diciendo desde tiempos inmemoriales los Alberto Cormillot, las Cecilia Bolocco y todo un dispositivo social de control de los cuerpos, ser gorda -especialmente-, ser gordo, es sinónimo de indeseable. “Yo quiero ir a un baile y que no sea un acto revolucionario”, dijo una de las participantes del taller y “tampoco un gesto que se enfoque en dar el ejemplo”.
También para Manuela Schuppisser, activista de la provincia de Buenos Aires, la presencia en el Encuentro de instituciones como el INADI, el Ministerio de Igualdad, Género y Diversidad de Santa Fe y el Ministerio de las Mujeres de provincia de Buenos Aires augura la posibilidad de seguir avanzando en políticas públicas. “Lo mejor que podemos hacer nosotros es exigirles a los Estados según corresponda, a los municipios, gobiernos provinciales o nacionales, las herramientas políticas. Porque nosotres podemos tener todos los mensajes de amor, de aceptación, de activismo que queramos, pero si no tenemos un estado que reconozca nuestras demandas y los transformen en políticas públicas no vamos a cambiar”, consideró. Un ejemplo concreto es la ley de talles, porque está terminado el estudio antropométrico, pero las prendas todavía no están en los comercios. “Necesitamos que sea una realidad, que se aplique en el cotidiano y que una pueda ir a una tienda y vestirse de la manera que guste, de una forma digna y accesible es súper necesario”, apuntó y también planteó la necesidad de avanzar en la “despatologización y el tratamiento y el acceso a la salud pública de todos por igual”.
Construcciones colectivas
“Lute como uma gorda”, era la inscripción de una remera. “Mi cuerpo no pidió tu opinión”, otro de los estampados. En las remeras podía leerse también la diversidad. Llegaron activistas de Brasil y una de Colombia, que vive hace años en Argentina. Las estrategias que se plantearon a la tarde no se pusieron en común al cierre, como estaba previsto, porque el calor obligó a apurar el final del Encuentro.
Quedaron algunas prioridades planteadas: generar agendas de trabajadores de la salud “del bien”, como la que confeccionó Flor Alegre en la ciudad de Santa Fe, donde hay un listado de profesionales que atienden sin pesocentrismo ni la gordofobia. Esa fue una de las propuestas de la comisión donde se trabajó el eje de la Salud y habilitabilidad de cuerpos gordes, que también planteó la necesidad de reclamar instrumental para hacer estudios e intervenciones médicas a personas con corporalidades grandes. De hecho, se refirió que el Ministerio de Salud de la provincia compró dos camillas para personas que pesan más de 300 kilos.
En otro espacio, centrado en la educación y el trabajo de la Educación Sexual Integral en clave de diversidad corporal, se planteó la confección de una guía práctica para docentes. Hubo un espacio para discutir estrategias para enfrentar la cultura de la dieta. Y el más concurrido se centró en el deseo, ese lugar que se construye como imposible para las personas gordas.
En ese taller se planteó que “todes queremos ser querides, todes queremos ser deseados”, pero también que el deseo comienza por casa. “Sentirme deseada por el otro valía más que desearme a mí misma”, reflexionó una de las talleristas, y otra recordó ese prejuicio que invita a las personas gordas a “agradecer” el ser miradas. “¿Qué es esta cosa de tener de tener que agradecer?”, preguntó.
Mientras tanto, Agustina Cabaleiro arengó. “Este es un paso para empezar a mirarnos, para mirar qué lindas estamos. Me gusta pensar en la potencia que creó el deseo que circula acá. Que estemos pensando cómo queremos desear es un montón”.
Una agenda propia
Ser gorda es una experiencia social y entonces, la salida es colectiva. “En la opresión que estamos viviendo como personas gordes, no hay voluntad individual que logre cambiar estas estructuras. Hace diez años ni nos pensábamos ni teníamos posibilidad de ser gordes sin padecerlo”, se planteó en un taller. Por eso la propuesta fue avanzar en un programa de acción.
Para Laura Contrera, el Encuentro en Rosario significó materializar una “agenda federal e interseccional”, que se viene planteando desde el primer taller de Activismo Gorde que se realizó en 2017 en Chaco, en el marco del Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, No Binaries, Intersex y Bisexuales (todavía no se llamaba así). “Es difícil, es costoso lograrlo, porque se hace todo a pulmón, pero en este caso tanto el municipio de Rosario como la Legislatura provincial nos apoyaron, declararon de interés, y eso también implica un montón de esfuerzo y de trabajo que se hace por amor al activismo y por los derechos de las personas gordas”, dijo Laura ya sobre el final, antes de pegar la vuelta. “Ya materializamos el Encuentro de Rosario y estamos pensando en el próximo. Y a la vez, la agenda, incluso para las personas que llegaron por primera vez al Encuentro con otras activistas, encuentran un discurso más organizado, más expresado en forma de reivindicaciones”, siguió Contreras, quien afirmó que “hay mucho más conocimiento acumulado. Todo el mundo sabe lo de que es la gordofobia, todo el mundo identifica situaciones como discriminatorias, como violentas. Eso marca un avance, que en 2011 cuando empezamos a activar era impensable”.
Lo más importante fue “pensar estrategias para un programa de acción”. Claro que la emoción está presente. “El intercambio de experiencias y la emoción por supuesto que están presentes, yo participo desde 2011 y todavía lloro, y me sigue conmoviendo como la primera vez, creo que nunca se me va a endurecer el corazón al escuchar los relatos de la gordofobia, del padecimiento que tenemos las personas gordas. Ese espacio es importante, pero hay que salir del lugar de la herida, no porque no la queramos mirar, sino porque estamos pensando en la organización y en las personas que vienen, para que no tengan que pasar por estos procesos tan tremendos ni sufrir la violencia que hoy existe, para que se valoren sus derechos”. Con esos objetivos, la agenda se estructura “en torno a la salud como gran eje, pero también la educación y la crianza, incluyendo la educación sexual integral que es tan importante pensarla con una perspectiva de diversidad corporal, también el tema de la industria de la dieta, las culturas de la moda, la belleza, las representaciones culturales y también el deseo como otro gran eje aglutinador, que siempre queda para lo último cuando nos juntamos porque es como un gran tema tabú”. Cuando pensaron el encuentro, consideraron que con esos cuatro ejes se estaba haciendo “la agenda más completa posible”.
La mística colectiva
Luz Ferradas llegó al activismo gorde, justamente, en el Encuentro del Chaco, y desde su lugar de concejala impulsó la realización en Rosario. “Fue un encuentro muy emocionante, sobre todo el encontrarnos entre nosotrxs genera una mística de sanación, que fue una de las palabras que surgió en varios talleres, encontrarnos para sanar, porque nuestras experiencias y nuestras identidades como personas gordas están atravesadas por el dolor y poder encontrarnos para hacer algo totalmente distinto tiene un valor hermoso. Creo que pudimos tener un espacio de sanación y después tuvimos un espacio de organización”, concluyó.
Alzar la voz, hacerse escuchar, generar conocimiento, tener una plataforma de acción. “El mundo no está preparado para que las personas gordas triunfemos, que tomemos la palabra, que seamos referentes”, dijo Nati en un taller. Pero la experiencia del Encuentro demostró que es posible tejer colectivamente esa referencia. Por eso fue pura fiesta. La jornada terminó con poemas y música. Un día pegajoso que tuvo espacio para escuchar a poetas como Alejandra Benz, quien leyó su “salida del closet gordo”, la primera vez que se nombró gorda: “No es gauchita, se entrega porque no vale nada./ El peso del cuerpo/ del cuerpo sin fronteras, sin límites/ La gorda madre, gorda vecina, gorda amiga, gorda/ la foto de cumpleaños de nena gorda/ de tristeza, de odio/ gorda de todas las veces que le dijeron gorda”. Hubo más poemas de Benz y otras lecturas. Para el final, música. Tati Dumé reversionó “La Cobra”, de Jimena Barón -donde engordar es una maldición- en un himno de orgullo gordo que puso a todes a bailar.