Hubiera sido difícil prever el panorama actual de la industria hace un año y medio. Ya sea por la expectativa que generó en parte del empresariado el cambio en el ciclo político, por la promesa de mejora en las condiciones de competitividad o por un mero efecto de rebote estadístico. Pero lo cierto es que la industria está en crisis. La producción que se orienta al mercado interno mantiene un fuerte comportamiento procíclico respecto al desempeño de la actividad económica general. Una eventual recuperación macroeconómica redundará en una repercusión positiva en la industria. Pero una mirada más pormenorizada, lleva a pensar que la crisis puede no ser coyuntural. La destrucción de capacidades tecnológicas acumuladas, la “reconversión” por el cambio de precios relativos y la irrupción de un nuevo modelo de negocios basado en las importaciones, implican riesgos de largo plazo sobre un sector sumamente sensible en la matriz productiva.
Una primera caracterización de este deterioro perdurable del último año y medio implica analizar el Estimador Mensual Industrial del Indec. En abril, la caída interanual del 2,3 por ciento implica un retroceso del 2,4 por ciento acumulado en 2017. El escenario negativo se ve potenciado por tener un punto de comparación también negativo, en la merma consolidada de 2016 del 4,6 por ciento. Este retroceso también se observa en términos del índice de Utilización de la Capacidad Instalada, donde el promedio de los sectores presenta una caída del 2,3 por ciento en el primer cuatrimestre de 2017. Y se parte de una base sumamente baja en 2016. Algunas industrias se posicionan muy por debajo de su frontera de posibilidades de producción: automotriz (46,5 por ciento de utilización de su capacidad en abril), metalmecánica (54,5) y textiles (54,9).
Por el lado de la industria de la construcción, desde marzo se quebró la alarmante tendencia de catorce meses consecutivos de descensos. Fue apuntalada por la inversión del sector público nacional, que comenzó a desarrollar la parte central de su programa de obra pública. Se registraron dos meses de avance en torno al 10 por ciento, que consolidan una mejora acumulada del 3,8 por ciento respecto de 2016. No obstante, estos resultados positivos aún no llegan a compensar el desplome del año pasado, que se ubicó en 12,7 por ciento e impactó transversalmente, tanto en el sector público como en la actividad privada. Asimismo, las mejoras del bimestre marzo-abril no se traducen en un alza en la cantidad de puestos de trabajo, en una de las industrias que más relevancia tiene en la creación de empleo: entre los trabajadores registrados aún se cuenta un 3,9 por ciento menos, en relación a los más de 440.000 empleados de hace dos años.
Sectores
Es ilustrativo dar cuenta de la realidad de algunos sectores. En especial aquellos entramados fabriles que, sin el impulso del Estado, no serían más que un casillero vacío en la matriz productiva local. La industria textil, por ejemplo, ha sido históricamente sensible a la competencia predatoria por parte de países que producen con “mayor competitividad” por salarios bajos, amplias escalas o inmensos regímenes de promoción estatal. Este sector viene presentando una caída sostenida por la confluencia de las importaciones contra las cuáles los industriales locales –mayormente Pymes de hilados y confección– no pueden competir. Además, influye la inflación de costos por aumentos desmedidos de tarifas y la retracción del consumo interno. Así, el sector textil siguió cayendo al 19,2 por ciento en el primer cuatrimestre de 2017, con un 24,7 por ciento de retroceso interanual en abril. Cuando se agrega el desempeño de este año con la baja de 2016, se consolida una destrucción de casi el 25 por ciento de la producción sectorial. Las importaciones de prendas de vestir terminadas creciendo al 68 por ciento en kilos (al primer trimestre) explican buena parte de ese resultado negativo.
Otro sector afectado es la producción automotriz. Además de la mencionada caída en la utilización de capacidad productiva se destaca un retroceso en la producción del 4,6 por ciento acumulado para los primeros cinco meses del año. Esta cifra se agrega a una merma mayor en 2016 del orden del 10 por ciento. La causa del deterioro es muy clara: el reemplazo de producción local por vehículos de fabricación brasileña, en un contexto de consumo interno (mayormente de alta gama) en ascenso.
También se ve afectada por las importaciones la industria electrónica. El ingreso de productos terminados se incrementaron durante los primeros cinco meses de 2017 respecto a 2016: licuadoras (269 por ciento), batidoras (185) y lavarropas (73). No hubo semejante suba en la producción local ya que las compras de ensamblados por medio del régimen promocional fueguino cayeron 17 por ciento en igual período. La producción industrial proveniente de las Pyme del sector muestra caídas interanuales en 13 de los últimos 15 meses computados.
Por el lado del complejo foresto-industrial, de importante influencia primaria en el noreste y con polos de transformación en el conurbano sur, las fábricas se encuentran trabajando con un 40 por ciento de capacidad ociosa. En un sector altamente intensivo en trabajo, que ha caído 4,9 por ciento en 2016, el primer cuatrimestre muestra un alza en las importaciones de mesas del 97 por ciento, mientras que las compras externas de escritorios crecieron casi en 400 por ciento. Cómodas, mesas de luz y armarios registraron aumentos de 89, 96 y 192 por ciento, respectivamente. La compra en el exterior de productos terminados en madera, que se podrían producir localmente en los más de 9000 establecimientos de carpintería existentes en el país, está devastando al sector.
Un caso paradigmático sobre el deterioro de la producción local lo constituye la industria de bienes de capital, en particular la de maquinaria agrícola donde, producto de la especialización productiva agropecuaria, Argentina es altamente competitivo. No obstante, a causa de la apertura importadora y la tendencia a la apreciación cambiaria, la composición de las compras de maquinaria cada vez se equilibra entre los bienes de capital producidos localmente y los importados: por ejemplo, en máquinas cosechadoras se pasó de producir localmente un 8 por ciento del total, a un 28 por ciento en 2016 y un 38 por ciento en el primer trimestre del año actual.
Parches
Diferentes iniciativas legislativas en los últimos meses han buscado poner un parche a este contexto de castigo a sectores industriales. Concejos deliberantes de los municipios de Luján, San Martín, y Moreno, entre otros, han declarado la Emergencia Pyme. Exenciones impositivas, facilidades de pago o condonación de deudas impagas, forman parte del paquete paliativo para superar esta crisis.
En la Provincia de Buenos Aires, diputados de diferentes fuerzas también pretenden avanzar en igual sentido. No obstante, esos intentos no podrían solucionar el problema de fondo, que es la política económica. Un año y medio de destrucción industrial no se debe a una coyuntura momentánea, ni a una adecuación natural al nuevo contexto de competencia. Como en el ajedrez, se trata de una decisión deliberada de sacrificar una pieza, intentando disciplinar los precios internos por vía de las importaciones y, más aún, de impulsar un modelo de crecimiento cimentado sobre el agro y los servicios financieros.
* Director de la carrera de Economía en la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav) e integrante de EPPA.