El Coloquio N° 58 de IDEA fue celebrado este año en Mar del Plata bajo el lema Ceder para crecer. Aún no queda claro quién debe ceder, pero lo que viene ocurriendo es que las y los trabajadores vienen cediendo en su salario real y nivel de subsistencia hace ya algún tiempo.

El nivel general del Índice de precios al consumidor (IPC) aumentó 6,3 por ciento mensual en octubre del presente año, y acumuló un incremento de 76,6 por ciento en los primeros ocho meses del año. En la comparación interanual registró un incremento de 88 por ciento.

La inflación implica un cambio relativo de los precios de los bienes y servicios de la economía. La variable precios se modifica dinámicamente y de forma general en todos los sectores económicos y productivos. Estos cambios en el precio de los bienes no son necesariamente el resultado de cambios en su valor real. Generalmente se trata de modificaciones del valor nominal y no de las cantidades de trabajo o recursos  necesarios para producirlos.

Sobre la relación entre el precio natural y el precio de mercado, Adam Smith expresaba: El precio natural es algo así como el precio central, hacia el que gravitan constantemente los precios de todas las mercancías. Diversas circunstancias accidentales pueden hacer que estos excedan o desciendan de él. Pero siempre tienden hacia él.

Una de estas circunstancias enunciadas previamente puede ser el desequilibrio entre la oferta y la demanda en los bienes que genera que su precio se eleve por encima su valor de equilibrio ante situaciones de escasez o faltante. Pero no es este el caso de nuestro actual contexto económico nacional, como sí lo es en otras zonas del mundo que enfrentan verdaderos procesos de escasez de energía y alimentos.

Los alimentos son unos de los rubros con más incrementos, a pesar de que sea en las tierras Argentinas donde se producen grandes cantidades de bienes alimenticios, muy por encima de las necesidades internas.

Concentración de la riqueza

No todos los productos o servicios aumentan de precio en las mismas cantidades o porcentajes. Estas modificaciones desiguales implican también cambios en los ingresos que se van a repartir a partir de los nuevos precios. Los productores y vendedores que ostentan mayores incrementos de precios en los bienes que venden en relación al menor incremento de los precios en los bienes que compran, serán los que estarán recibiendo mayor parte de la riqueza con los nuevos niveles de precios. La inflación es un proceso que genera concentración de recursos en determinados sectores de la economía y generalmente reduce el salario real de los trabajadores y trabajadoras.

Además, en una economía con elevada sensibilidad y dependencia en su estructura productiva de inversión y de consumo al sector externo, sumada a operaciones altamente dolarizadas, los  procesos devaluatorios se trasladan a sus precios internos. En esa dinámica de permanentes incrementos precios los sectores económicos tanto de capitales nacionales como extranjeros, que operan en nuestra economía con precios dolarizados, fortalecen sus posiciones de ingresos reales y patrimoniales.

Es evidente que una moneda nacional devaluada es también favorable a los sectores tenedores de divisas para acceder a la riqueza nacional de forma más barata. Existen coincidencias técnicas que evidencian que estamos presenciando un tipo de inflación impulsada fundamentalmente por el crecimiento de las ganancias - a niveles de récord históricos y en moneda libremente convertibles – por parte de las empresas más concentradas y formadoras de precios de la economía.

Las constantes escaladas de precios que se están sucediendo no responden esencialmente a la llamada inflación de costos o por motivos de incrementos de los salarios. Estos han venido aumentando a mucho menos velocidad que los precios. Y, como ya se ha indicado previamente, con la consecuente pérdida del salario real en los sectores asalariados.

Por eso es válido reiterar que la inflación concentra recursos hacia la acumulación de capital y desacumula riqueza hacia el lado del salario en las y los trabajadores. Este fenómeno es muy eficaz para profundizar y hacer crónica la caída salarial en términos reales.

Cada nuevo escalón que suben los precios es una oportunidad para el proceso de acumulación de un lado y desacumulación del otro. Es decir, cada nueva porción de incremento del precio se reparte desigual y asimétricamente entre los factores trabajo y capital. Y por regla fáctica siempre la balanza se inclina favorablemente hacia el lado del capital que es la parte que impone las reglas y ostenta más poder en la relación laboral y distributiva.

El rol del Estado

De lo anterior deviene la imperiosa necesidad de que una tercera parte, el Estado haga uso de su rol como regulador y equiparador en la relación entre empleador y empleado que, por naturaleza, es desequilibrada y en favor de la empresa dada la posición que esta posee frente a los medios de producción.

Es también oportuno no perder de vista que el escenario de permanentes variaciones de incrementos de precios es un terreno fértil para la especulación, para licuar pérdidas por ineficiencias productivas y hasta para incrementar precios como moda y por si acaso, aunque en muchos casos no respondan a una verdadera justificación económica por incrementos de costos.

No hay una inercia casual en la actual realidad económica que nos ocupa. Hay un componente de intencionalidad como mecanismo para hacer crecer más el beneficio empresario ante esta realidad de turbulencia económica que contribuye a no distinguir fácilmente el por qué ni quiénes son los que contribuyen decisivamente a que acelere su velocidad la máquina de acrecentar precios.

En este contexto, el mercado ha sugerido dar más empleos si aceptan cobrar menos por la fuerza de trabajo. Por ahora no se ha logrado evitar y así se vislumbra el mercado laboral de este siglo 22. Cualquier semejanza con nuestra realidad nacional económica y social no es pura coincidencia.

* Docente en UBA y en UNQ en Economía y en Impuestos.