La plataforma de contenido audiovisual Netflix produjo hace unos meses un documental sobre la caída de una empresa alemana llamada Wirecard. La firma dedicada a procesar pagos por internet pasó de ser la principal empresa de tecnología de la bolsa alemana a declarar la bancarrota en pocos meses, en una historia en la que se mezclan intereses difíciles de descifrar.
La región Latinoamericana parece estar escribiendo a menor escala la segunda parte del documental a partir de los movimientos en la bolsa de Nueva York de la tecnológica dLocal. Se trata del principal unicornio de Uruguay, que comenzó a cotizar en el Nasdaq a mediados de 2021, con un precio de casi 35 dólares, trepó hasta los 68 dólares para septiembre de ese año, y a partir de ahí comenzó una debacle que se profundizó a niveles impensados el último mes.
Actualmente la empresa uruguaya dedicada a mover dinero digital en mercados emergentes tiene una cotización de 12 dólares, es decir que perdió 82 por ciento respecto a los picos, y en la última semana volvió a registrar caídas en una sola jornada de más del 15 por ciento.
Al igual que ocurrió con Wirecard, dLocal se enfrenta a las acusaciones de manipular sus balances, en una historia en la que se cruzan fondos de cobertura (inversores que apuestan a las quiebras de las compañías con derivados financieros) y la geopolítica. La firma por ahora no consigue despejar las dudas de los inversores y la volatilidad de su acción es extrema.
Entre las novedades de los últimos días se destacan nuevas acusaciones del fondo de cobertura Muddy Waters, quien juega a la quiebra de la empresa para conseguir ganancias millonarias con sus posiciones en corto. Las acusaciones de este fondo, que enfrenta cargos antes la justicia por realizar prácticas de manipulación de mercado no pueden pensarse como azarosas. Ocurren con precisión de relojería, aprovechando el momento de incertidumbre para buena parte de las empresas de tecnología e innovación.
A nivel internacional las grandes corporaciones tecnológicas parecen despertar el temor de los inversores, pero no necesariamente por la dificultad para cumplir sus planes de negocio, sino por la falta de credibilidad en sus directores ejecutivos. El exeditor jefe del semanario The Economist Bill Emmott es uno de los que escribió sobre esta sensación de época.
Dijo que una inversión se trata de hacer apuestas sobre un futuro desconocido: la confianza y el arte de vender son una gran parte del juego. “Si bien los inversores respaldan nominalmente los planes de negocios, su creencia en ese plan a menudo depende de su confianza en una persona”, afirmó.
Por ello, el colapso de la firma de criptomonedas FTX, la caída en picada del precio de las acciones de Meta y el caos en Twitter tras su adquisición por parte de Elon Musk sugieren que “las personas pueden representar un tipo de peligro que podría llamarse riesgo del fundador napoleónico”, indicó. Y agregó que “los inversionistas y los prestamistas deberían exigir una prima para cubrir el riesgo de que un empresario estrella algún día se convierta en un ególatra, quemando dinero en el camino”.
Emmot usó una frase de Warren Buffett para cerrar sus críticas a las superestrellas de Silicon Valley. Tras el desplome de las puntocom a principios del 2000, el inversor estadounidense dijo en broma que "sólo se descubre quién nada desnudo cuando baja la marea".