El décimo disco solista del músico, productor y artista plástico Alfonso Barbieri, publicado este año por El Club del Disco, es el retrato de una situación insostenible. Alfonso Nacional de las Artes es una pintura que empieza con tensión y suspenso, y suena como si fuera un desprendimiento del “Flash's Theme”, de Queen. A diferencia de aquel extraño hit, acá no hay salvadores a la vista. El álbum es la banda de sonido de un mundo difícil cargado de violencia simbólica y real, donde las empresas nos dominan haciéndonos creer que somos dueños de nosotros, y donde las amenazas acaban en atentados, como decía La Favorita, una banda ricotera que ya pocos recuerdan.
Barbieri hizo un disco que se pelea con el hoy. No levanta la bandera del pasado, pero ansía una alternativa a la monotonía del mainstream. Cuestiona las etiquetas, los likes, el algoritmo, el canje, la inmediatez y la sobreexposición digital. No mira sin comprender, como hacía el malevaje, más bien mira y no le gusta. “La sensación de orfandad es muy heavy. No la había sentido nunca”, dice Barbieri desde su casa en Munro, donde tiene instalado su taller, el mismo que sirvió de locación para la foto de tapa del álbum que realizó Nora Lezano en 2021.
El título del disco, un chiste que se originó cuando Barbieri todavía iba a la escuela (le decían “Alfondo” porque elegía los bancos más alejados del pizarrón), señala al Fondo Nacional de las Artes y, por añadidura, a toda la industria cultural como responsables de un presente sin demasiadas alternativas para los artistas, dentro de un contexto general que ofrece cada vez menos espacios para detenerse. No sé lo que quiero, pero lo quiero ya. “Es un chiste a una institución con la que hay una relación de amor y odio, porque está buenísimo que exista el Fondo Nacional, pero a su vez estaría buenísimo que funcione bárbaro (se ríe). Que sea equitativo, que le den presupuesto”, dice.
En la portada, un maniquí que tiene un arma en una mano y un billete en la otra le dispara a un pintor en la cabeza. Es un asesino que usa auriculares. Para Barbieri, la imagen conecta con el atentado contra Cristina. La ve como una premonición del caos que describe en el disco. En la tapa, la sangre derramada se convierte en una pintura. Es el arte inmediato que surge de la presión que Barbieri cuestiona y señala.
“¿Suben un single y en menos de media hora tiene tres millones de escuchas? Me resulta un poco extraño. No sé, yo nunca había visto un fenómeno así en la historia de la música. Digo, la velocidad... Hay una parte que me parece un poquitito importante, y lo digo con mucha ironía: el recorrido. Salís de hacer tu música en la compu, buenísimo, fantástico, me parece perfecto. ¿Y todo el camino de que te vaya mal, pegártela en un pub de mierda, que no vaya nada de gente y tener que ir a romperte el orto y seguir recorriendo?”, se pregunta. “Y no estoy hablando de meritocracia, estoy lejos de ahí”, aclara. “Hablo de recorrido, de curtirse, de mamar experiencia para lo que sea. Sea éxito o seguir creando. Me parece que la frustración, el fracaso, el éxito, la mezcla de todo, también es parte de la creación. Acá pareciera que todo es un hilo conductor hacia los Grammy, los Gardel, o tener millones y millones de reproducciones”.
Ya en “Disco compacto”, la primera canción del disco, se profundiza la idea de un camino armado para el éxito inmediato, para que todo esté controlado. “Tantos premios voy a dar/ Casilleros por llenar/ Y si lo que yo digo te define”, canta Barbieri. Son trece canciones en exactos cuarenta minutos, la duración estándar de los álbumes durante la época del vinilo, otro guiño conceptual para una obra pop que tiene referencias al jazz, el Cuchi Leguizamón, Charly García, Velvet Underground, David Bowie y más.
“Pasa por un montón de lados”, dice. “Hay algo minimalista en el planteo del piano como base y también hay mucha referencia a la música clásica. Está Camille Saint-Saëns en su versión de Sansón y Dalila, está la Sinfonía n.º 2 de Brahms. Está Debussy, hay una especie de Satie en un tema. Hay varias cosas. Metí cositas, ruiditos. Y otra cosa que quise hacer es que el disco sea en un solo track sin cortes, como hizo Prince con Lovesexy. En Spotify no me dejaban, no quieren o no se puede, así que en mi canal de YouTube lo subí todo derecho”.
Alfonso Nacional de las Artes fue grabado por Barbieri junto a músicos como Sofía Bergallo, su pareja; la cellista Violeta García, de Blanco Teta, una banda que Alfonso celebra: “son unos músicos geniales y tienen una estética y una postura”. También Felipe Barrozo, ex guitarrista de Intoxicados y habitual colaborador en sus proyectos; Natalia Pellegrinet, la violinista Christine Brebes y Francisco Huici en saxo. Al presentarlo en vivo estarán Lola Vaschetto, Emilio Vaschetto y Gustavo González.
El disco tiene invitados especiales, nunca featurings: Víctor Hugo Morales recita un poema de Marosa di Giorgio, Fernando Noy hace lo propio con Alejandra Pizarnik. Ambos profundizan la idea de un mundo sombrío. “Anoche llegaron murciélagos. Si no los llamo, ellos, igual, vienen”, dice Víctor Hugo. “Cansada del mar indiferente a mis angustias”, dice Noy.
Al final, en un clima saynomoresco, Marikena Monti recita a André Breton y se permite una salida al caos mientras resume el concepto del disco: “La rebelión, y sólo la rebelión, es creadora de luz. Y esa luz no puede tomar más que tres caminos: la poesía, la libertad y el amor”. Pero quizás el momento de mayor belleza sea “Fenómenos paranormales”, una canción con letra de Palo Pandolfo que Barbieri redescubrió tras la muerte del músico en julio de 2021.
“Nos estábamos mudando con Sofía a Munro y muere Palo. Mientras yo lloraba en el fondo, desarmando cajas, aparece una carta que Palo me regala para mi cumpleaños número cuarenta. Cuando me la regaló, la leí, me pareció hermosa, la guardé y me olvidé. Como me olvidé que tengo mil cosas escritas por él. Pero justo apareció eso. Es un poema lleno de símbolos. Le puse música y salió”, cuenta. El homenaje a su amigo también está en la tapa de Alfonso Nacional de las Artes. Ahí, a un costado, está el CD del primer disco de Don Cornelio y la Zona, un trabajo fundamental para Alfonso, que se formó escuchando y tocando aquellas canciones a mediados de los 80, cuando empezaba con el piano. Una influencia que hoy se proyecta como un antídoto contracultural.
Alfonso Barbieri presenta su nuevo disco el jueves 8 en Café Berlín, Avenida San Martín 6656. A las 23.