Katie’s Tales ofrece varias cuestiones, entrelazadas, a partir de la historia de una polaca que espera, sola, el posible regreso de su marido tras una última catástrofe. A la sombra de los cerezos de su jardín, Katie confunde recuerdos y deseos en la interpretación de Agnieszka Kazimierska, cuyo unipersonal ha recorrido el mundo y llega ahora a la ciudad con dos funciones: hoy a las 21 y mañana a las 20.30 en Espacio Bravo Teatro (Catamarca 3624).

Katie’s Tales: el deseo de una mujer en el torbellino de la Historia es una creación de la propia actriz, profesora e investigadora teatral polaca, formada en el Workcenter de Jerzy Grotowski y Thomas Richards. La obra cuenta con dirección del italiano Mario Biagini, y entre sus rasgos formales destaca la inclusión de cantos tradicionales polacos y ser hablada en inglés (con subtítulos en castellano). Sobre éstas y otras cuestiones se explaya Kazimierska en diálogo con Rosario/12.

“Yo estaba trabajando en una compañía internacional de teatro, con base en Italia, pero en varios lugares del mundo, como Europa, Brasil, Asia. Así que me encontré viviendo y creando en un contexto multicultural y multilingüístico, trabajando mucho en inglés. Éste es uno de los motivos por los cuales la obra cuenta su historia, que pertenece a la cultura polaca, en inglés, porque así era el contexto en donde estaba viviendo. En el grupo había afroamericanos, de quienes aprendí mucho, si bien no dejaban de ser personas muy lejanas en relación al lugar de donde yo vengo. Por eso, una de mis razones estuvo en cómo lograr un tipo de conexión y de búsqueda pero desde mi propia tradición; en este caso, fue a través de canciones tradicionales, así como ellos lo hacían con las suyas. Ahora bien, muchas veces se habla de folklore, pero en Polonia el folklore aplastó a la tradición. Entonces me pregunté: ¿qué es la tradición para otros países? Esto me interesaba, y fue esta pregunta la que me llevó a crear la obra”, refiere la actriz.

El proceso de elaboración de Katie’s Tales vino acompañado de otras cuestiones, que Kazimierska explica: “En la tradición polaca hay viejos textos y poemas que hablan del amor, me sentía muy interesada por los deseos y las fantasías que habían llevado a estas personas a escribirlos. Había algo que resonaba en mí con estos poemas, y quise saber qué era. Pero actuándolos, haciéndolos. Por otra parte, estaban también las historias de las mujeres polacas, sobre cómo era su vida, el día a día, qué pasaba con ellas cuando, por ejemplo, su compañero se iba a la guerra. ¿Cómo era esa espera?, ¿cómo era el trabajo que hacían para poder vivir, con la esperanza de reunirse con una persona que podía morir, lejos? Y hubo una tercera cuestión, tuvo que ver con que, para mí, cada uno de nosotros cuando quiere cumplir algo en la vida, hay un deseo que maneja lo que hacemos a través de nuestras decisiones, y nos impulsa hacia adelante. De hecho, no tenía idea acerca de la forma que tendría la obra sino que fue un paso a paso, a través de su descubrimiento”.

-¿Cómo resultó, en este sentido, el contacto con tantos y diferentes públicos?

-Para mí, cada espectáculo es como un encuentro muy especial, porque la obra y el público se encuentran a través mío, y la obra se vuelve una especie de viaje que toca también a las experiencias de nuestras vidas. Desde hace un tiempo, muestro la obra a gente de Turquía, Bulgaria, Estados Unidos, y me pregunto: ¿qué entienden? Porque son cantos polacos, está en inglés. La historia para mí tiene mucho sentido pero está situada en un contexto histórico y cultural que no deja de ser muy polaco. ¿Qué entienden, qué les llega? Hace una semana, hice esta obra en Buenos Aires e invité al público a compartir sus impresiones. Una persona me dijo que hablaba de temas universales, y que acá, en Argentina, se vivieron cosas similares. Esa resonancia me permite entender que no se trata de algo muy extraño, me gustó escuchar el argumento. En otra oportunidad, hice la obra en Albuquerque y uno de los espectadores me dijo que vio al personaje como a una viejita mexicana; la identificó así, a partir de sus experiencias, de su mundo y de las personas arquetípicas de su cultura.

-Que sea un unipersonal, ¿te propuso un desafío distinto?

-Es mi primer unipersonal, así que como actriz tengo que sostener toda la obra, de principio a fin. Y es muy lindo, porque es algo que uno también tiene que saber renovar, para que la obra siga viva. Hay que encontrar la manera, y para mí es una exploración fascinante. La obra es una entidad por sí misma, y eso es algo que de alguna manera estoy aprendiendo, porque estoy creciendo con la obra. Al inicio no sabía si podía hacerlo, tuve incertidumbres, y fue (el director) Mario Biagini quien me ayudó mucho, porque él sintió que sí, que yo podía hacerlo. Y me dio una clara afirmación con su presencia y con su apoyo. Lo trabajamos durante mucho tiempo, porque estábamos viajando con otras obras y proyectos por varios lugares, así que la creación duró más de dos años. Por otra parte, él siempre me dio libertad sobre lo que quería hacer y lo que no, y supo señalarme cuándo el pasaje entre una escena y otra no se entendía: ¿qué pasa?, ¿me lo puedes explicar?, me decía. Él estaba cuidándome, dándome su mirada para que yo encontrara las herramientas con las que construir la obra. Fue un aprendizaje muy cuidado y hermoso.