"Las grandes compañías de Internet actúan como reguladoras del discurso público, según lineamientos de conductas corporativas", describió Martín Becerra, especialista en medios de comunicación e industrias culturales y agregó: "Esas decisiones, vistas desde el derecho a la comunicación y libertad de expresión, son problemáticas por varios aspectos". El investigador se centró observar el estado de situación de lo que llamó Internet plataformizada durante su participación en el Congreso Nacional e Internacional sobre Democracia que se realizó en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, donde aprovechó para hacer un análisis del estado de las comunicaciones digitales.
Becerra marcó que el primer punto a tener en cuenta es la discrecionalidad, porque en general, las decisiones de las plataformas y grandes motores de búsqueda no son aplicadas de maneras estandarizadas ni sistemáticas para todos los casos. En segunda medida, el nivel de opacidad ya que no dan explicaciones ni abundan en detalles sobre el motivo por el cual toman una decisión determinada por sobre otra. Y por último, el grado de autonomía frente a otros actores como el Estado u organizaciones de la sociedad civil, mucho mayor que los márgenes de autonomía que gozaron otros actores corporativos en fases anteriores del desarrollo de las comunicaciones.
"No soy nada original al decir que las empresas disfrutan de un poder global sin antecedentes, además como sabemos, sus decisiones no respetan ningún tipo de mecanismo de apelación. Es decir, si una persona u organización se siente perjudicada por las decisiones de una plataforma, se encuentra que la forma de apelar no existe o es confusa y engorrosa", comentó.
Por lo tanto, un número reducido de actores corporativos ejerce un poder supranacional a partir de lineamientos propios, “vagamente asentados” en ideas convencionales sobre la libertad de expresión de la legislación estadounidense. Además estos son aplicados por las distintas plataformas de maneras muy dispares y son “crecientemente cuestionados por los poderes públicos y civiles de ese país".
En este sentido, el investigador marcó que la libertad de expresión asentada en principios de liberalismo moderno, especialmente en la noción de mercado de ideas como principio rector, es insuficiente para definir lo que se entiende como comunicación democrática, de acuerdo al paradigma consensuado a partir de la Declaración de Derechos Humanos del año 1948. "La expresión de una voz más poderosa, sea del mercado o Estado, que limita la intervención de otros actores, produce fenómenos contra democráticos que atentan contra derechos fundamentales, como son el derecho a la vida, a la no discriminación, a la privacidad, a la protección de datos. Los problemas para pensar la comunicación no disminuyen, o sea que discutimos fuertemente la idea de que más comunicación, más expresión, equivale a una mejor democracia”.
El argumento central en la que se basa el investigador es que teoría y cuerpo legal sobre libertad de expresión son insuficientes para pensar la comunicación en democracia en tiempos de la plataformización digital de los espacios públicos. "Los objetos y prácticas que tenían como referencia directa los trabajos sobre libertad de expresión desarrollados en años anteriores ya no funcionan de la misma forma ni vehiculizan la mayor parte de los intercambios de noticias y opiniones en las sociedades contemporáneas. Hay nuevas prácticas, masivas y globales, que colocan a los estándares sobre libertad de expresión en una zona de incomodidad para satisfacer con respuestas claras problemas que son de reciente aparición".
En este sentido, el funcionamiento y discriminación constante realizados por los famosos bots o "trolls" contra una persona o grupos de ellas en plataformas digitales puede "acabar con la reputación o incluso con la vida misma de esas personas" antes que se realice un proceso judicial pertinente. "Cuando sucedía en radio, prensa escrita o televisión, si bien no siempre llegaban los casos judiciales a buen término, había claramente una responsabilidad editorial sobre sus contenidos. Todo ese universo parece hoy muy parsimonioso frente a la velocidad de los intercambios propios del entorno digital".
El docente de Posgrado de la UNR afirmó que hay que reconocer que la era digital amplió una escena que, hasta hace 15 años, era más elitista. "Los medios eran escasos, la producción exigía una alta inversión de capital económico. En cambio hoy, la fabricación de contenidos en plataformas digitales es más accesible: está diversificada en distintos protagonistas, posee más formatos y es multiplataforma".
Antes, en el ecosistema de comunicación tradicional, la labor editorial concentraba dos grandes funciones: quienes eran editores, eran al mismo tiempo dueños de los medios de producción y de circulación de la palabra. Hoy en cambio, la plataformización de los flujos de comunicación disocia medios de producción y medios de circulación. “Accedemos más fácilmente a producir, todos podemos abrir un blog o tener una cuenta en cualquier red social, pero no todos tenemos la capacidad de poner en circulación masiva el contenido que producimos. O sea, este es un aspecto clave para entender el poder que tienen las plataformas digitales que intermedian en la esfera de circulación ofreciendo diques de contención que pueden aumentar o reducir la visibilidad, colocar contenidos primeros en las búsquedas o eliminarlos, cancelar cuentas o potenciarlas por razones políticas, culturales o comerciales":
La puesta de circulación social es lo que le otorga, en palabras de Eliseo Verón, un efecto significante a los contenidos. "Vemos que en muchos países del mundo hay un conflicto fuerte entre editores de medios tradicionales y plataformas digitales".
-¿Cómo funciona la moderación de contenidos?
Los procesos de edición de contenidos en las plataformas son cada vez más sofisticados, incluso en muchos casos son automatizados. Si bien la lucha contra las fake news es un caballito de batalla común para todas las plataformas actuales, según sus propios informes, aún no es una cuestión que haya podido ser resuelta.
-¿Qué sucede y qué solución existe para aquellas personas que son dañadas por difamaciones que se esparcen por los escenarios virtuales?
-Cada vez que se consultan a estas grandes compañías sobre la manera en que combaten la desinformación y las fake news, siempre responden que están perfeccionando sus mecanismos automatizados. Quiere decir, que están delegando en una máquina esta función, y por lo que sabemos hasta ahora la inteligencia artificial carece del nivel de comprensión contextual y semántica suficiente para hacerlo de manera eficiente. Por lo que esa confianza en la automatización en el proceso de moderación de contenidos tiene un efecto importante porque nos habla de la función editorial de las plataformas digitales, algo que ellas mismas resisten reconocer".
Un ejemplo claro es la demanda de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner contra Google por difamación a su persona. Resulta que si algún usuario buscaba el nombre de la mandataria en el popular buscador salía la leyenda ‘Ladrona de la Nación’ debajo de su nombre. Esto sucedió con más exactitud en el mes de mayo del 2020. "Delegar la responsabilidad de la edición de contenido es uno de los problemas que tiene la intermedialización plataformizada".
Becerra recordó que no existen muchos mecanismos de apelación ni de auditoría sobre los informes que presentan las grandes plataformas. Los pocos órganos de regulación que existen, o que están en vías de comenzar a trabajar, son conformados internamente por las empresas y persiguen los intereses de las mismas. "Este contexto ofrece mayor inestabilidad y una diferencia de criterios y conductas con los que se filtra y edita la circulación masiva de contenidos. Esto constituye una fase inédita en el proceso de mercantilización de las comunicaciones".
El investigador retomó el concepto de ‘mercado de ideas’ de John Stuart Mill, el cual es fundante del principio moderno de libertad de expresión. "El hecho de que el mercado de ideas sea hoy menos selectivo en términos de ingreso de lo que lo era en la época de los medios tradicionales, ya que cualquiera puede publicar lo que quiera en Internet, no implica necesariamente que los procesos de exposición, selección y filtrado sean más débiles. Creo que un gran problema de la discusión sobre el derecho a la libertad de expresión en nuestras sociedades se vincula con que no logramos separar el hecho de que Internet es más abierta a la hora de permitir expresiones pero es mucho más concentrada a la hora de filtrar y editar la información y comunicaciones que circulan masivamente. Hasta ahora no hay una solución, pero nunca la va a haber si no comenzamos a discutirlo".