Hay quienes aseguran que el de Qatar 2022 es el Mundial más científico y tecnológico de toda la historia. Y lo hacen con razón porque los dispositivos, los artefactos y los softwares que se hallan a disposición del fútbol en la actualidad no tienen precedentes. Apocalípticos e integrados, acodados a un lado y a otro de la barra de café, discutirán durante varios años más para llegar a la conclusión sobre si este fenómeno empeora o mejora la práctica deportiva. Mientras tanto, la FIFA pone en marcha un aluvión de innovaciones que a continuación se repasan.
El primer aspecto a destacar --que Argentina supo sufrir durante el primer encuentro con Arabia Saudita-- fue la implementación del fuera de juego semiautomatizado. Detrás de este engranaje (perverso para muchos y eficaz para tantos otros), actúan un total de 12 cámaras, repartidas estratégicamente en cada estadio para registrar los movimientos de la pelota, así como también captar 30 puntos de análisis en cada jugador. Los datos que condensa se envían en el instante, con el fin de identificar, por ejemplo, un fuera de juego.
La pelota (bautizada Adidas Al Rihla), por su parte, posee un sensor de Unidad de Medición Inercial. Un chip envía 500 datos por segundo que son recibidos por la sala del VAR, encargada de procesar la información. Desde la cabina arbitral, en segunda instancia, revisan de manera manual valores como el impacto de la pelota y las posiciones de los jugadores, y los comunican a los jueces que están en la cancha al momento de tomar decisiones. Como última instancia, luego de unos minutos, las jugadas son reconstruidas a partir de tecnología 3D y se proyecta en los estadios y en las transmisiones de TV. El masoquismo engorda unos kilos mientras los espectadores aprenden a sufrir en cuotas.
Con todo, gracias a los aportes de la inteligencia artificial y del big data, los desarrollos son empleados tanto para reducir al mínimo los errores de la terna arbitral, así como también, para agilizar las decisiones del VAR. Sin embargo, por el momento, a poco de comenzar los octavos de final, este último objetivo no se corrobora. La adición de tiempo extra en cada partido promedia los 7/10 minutos; un lapso bastante más extenso del que suele observarse en las ligas nacionales e internacionales que disputan los clubes.
Un gran responsable de estas transformaciones es el extécnico fránces Arsene Wenger, referente del Departamento de Desarrollo del Fútbol Mundial de la FIFA. Junto con científicos, expertos en big data e ingenieros reúne y cruza una enorme masa de información para la configuración de estadísticas: desde la tradicional posesión del balón, hasta el tiempo de recuperación, la ruptura de líneas rivales y las pérdidas de balón provocadas.
Máquinas que tratan lesiones
Incluso las lesiones, durante este mundial, son tratadas mediante nuevas tecnologías. Neymar sufrió un esguince durante el primer partido que disputó Brasil con Serbia y debió ser sustituido. Como es el jugador más importante el conjunto que dirige Adenor Bacchi (popularmente conocido como “Tité”) generó preocupación entre los amantes del fútbol.
Sin embargo, afortunadamente para los protagonistas del juego, existen nuevos artefactos que permiten recuperaciones rápidas y plenas. El astro brasileño utiliza una bota negra que incluye pantalla táctil y una aplicación que, mediante bluetooth, se gestiona desde el celular. Realiza de manera automática tres tipos de masajes con el propósito de mejorar la circulación sanguínea. La innovación, desarrollada por la compañía NormaTec ,“estimula el retorno venoso, reduce la hinchazón y alivia el dolor” y, en parte, reemplaza algunas de las labores que antes realizaba un fisioterapeuta.
Ya lo anticipó Fontanarrosa
La híper-tecnologización del fútbol ya fue anticipada por Roberto Fontanarrosa en el cuento "Fútbol y ciencia", publicado en el libro El mayor de mis defectos (1990). Allí, con tono irónico, postula la transformación del deporte, que en pocos años estaría en condiciones de prescindir de los propios árbitros en el campo de juego. Desde aquí, propone la hipótesis de un “referato a distancia”. Cualquier similitud con el sistema VAR, en el presente, es mera coincidencia.
“Efectivamente, a escasos cien metros del coqueto estadio de Oberhausen, los concurrentes podían advertir una misteriosa construcción de cemento, de forma tubular, que alcanzaba la respetable altura de 75 metros. Esta torre no representaba ventaja alguna, y más podía confundirse con un monumento moderno, o con alguna reminiscencia emblemática de la majestuosidad nazi que con lo que verdaderamente era: la central computarizada de control desde donde se dirigía el encuentro”. Y continúa Fontanarrosa: “Los curiosos asistentes al match tampoco podían adivinar que, bajo sus pies, una intrincada maraña de cables, sensores electrónicos, filamento inalámbricos y terminales computadorizadas, unían el estadio propiamente dicho con la torre de referato”.
Lejos parece haber quedado el viejo anhelo que Dante Panzeri pregonaba en su clásico “Fútbol, dinámica de lo impensado” (1967). El tiempo será testigo y resolverá si, efectivamente, la ciencia, la racionalidad, el dato, la pulcritud, la asepsia de la cancha convertida en laboratorio, otorgará más justicia, o bien, si, por el contrario, terminará con la esencia del espectáculo cultural más popular de todos los tiempos.