“Te como, hermana”, dice el Dibu en la propaganda. Y no se sabe si por la fuerza de la hamburguesa o por el psicólogo, consigue interponerse entre la pelota y el gol. Encima después del rebote la caza en el aire y se abraza a la pelota como a un rencor. O sea que no es gol. O sea que Australia no le puede empatar a la Argentina y poner el partido 2 a 2. O sea que todavía se puede seguir ganando sin el sufrimiento del alargue y sin ese tormento espantoso de los penales. ¿O sea que también hay futuro? Sí, pero no está cantado y se edifica de a poquito. Un poquito ganándole a Australia y muy pronto, el viernes, ganándoles a los Países Bajos, una nación chiquitita de camiseta naranja que antes se llamaba Holanda y ahora tiene una reina consorte que es argenta. Parece que la esperanza se puede construir, pero de a poco. ¿Quién dijo que todo está perdido? Así es la esperanza argenta, Fito querido .
Pobres australianos, que son esos once de amarillo PRO. Seguramente ignoran que antes de cantar el himno tienen que homenajear a Doha, la ciudad que según dijo un argentino que hoy es directivo de la FIFA es uno de los milagros del mundo. “Se construyó en 40 años”, dijo Mauricio Macri, admirado, se supone, porque 40 años deben ser pocos para una ciudad tan moderna. El diario inglés The Guardian publicó que para poner a Doha en clave de Mundial, empezando por los megaestadios, murieron 6500 obreros de la construcción, muchos de ellos indios, nepalíes o de Pakistán. Afortunadamente en Doha no debe haber ni mafia sindical ni abogados laboralistas ni jueces que equilibran la balanza para que alguna vez gane un albañil.
--A la izquierda-- ordena el Maestro desde Buenos Aires, atento a la tele. Y Messi la pasa, precisamente, a la izquierda. A Nahuel Molina.
--¿Qué, se llama Nahuel Moreno?-- pregunta una profesora entre el público. Sonrisa general. No siempre se escucha en medio de un partido el nombre del trotskista argento que predicaba en el entrismo en las filas peronistas.
Si se habla de peronismo, en este partido contra Australia una duda está resuelta: Otamendi Conducción. Nico Otamendi, siempre seguro en el fondo. No se arredra ni cuando lo mira fijo Aziz Eraltay Behic.
--Tiene cara de malo de película muda-- comenta un señor del público, casi futbolista profesional.
--De las de Chaplin—dice una señora, también del público, mientras toma jugo de tomates frío en vaso de trago largo. Es que, para ver un partido del Mundial ya en etapa de vida o muerte, cuando el que pierde se va a casa, es precisamente lo que en las venas deberás tener.
¿El país estará igual de suspendido como esta habitación donde se apiñan mujeres, hombres, niños, niñas, el Maestro y el casi futbolista profesional sentados en el mismo sitio del sillón de tres cuerpos que siempre, una perra bóxer sin obligaciones de cumplir cábala alguna, todo el mundo congregado para ver el partido y festejar, justamente, los 60 años del Maestro?
El martes le dictarán sentencia a Cristina Fernández de Kirchner. ¿Condenatoria? ¿Absolutoria? Y si es condenatoria, ¿con esa figura de la asociación ilícita que es tan ilícita como un penal inventado? Los militantes kirchneristas, peronistas o de ambas asimetrías a la vez, ¿esperarán la noticia cautos o movilizados?
En este momento, y solo en este momento, el tema no está en superficie porque una fuerza misteriosa, no se sabe si nacida del DT australiano o de Leonel Scaloni, lo tiene a Enzo Fernández demasiado abajo, como apretado, y eso preocupa a las masas populares.
El director técnico de Australia, Graham Arnold, es un señor mayor, de 59, que con cierta gracia dijo el viernes: “No somos los favoritos pero no nos molestaría ser la Cenicienta”.
Arnold tiene algo para recordar. En 1993, cuando revistaba en la selección australiana, jugó contra Diego Maradona. Uno de los dos países se ganaría el derecho de ir al Mundial de los Estados Unidos. Sería la Cenicienta. El otro quedaría fuera del castillo.
“Diego, ¡que Dios te lo pague!”, escribió Osvaldo Soriano, es decir el Gordo Soriano, en este mismo diario el 18 de noviembre de 1993. Así agradecía la presencia mágica de Maradona, convocado por el director técnico Alfio Basile, en la selección que le ganó a Australia y consiguió el ticket para los Estados Unidos. Justo para ese Mundial Made in USA de 1994 donde Diego, no sé si se acuerdan, terminó dando positivo de seudoefedrina en el examen antidoping y dijo una de sus frases para la historia: “Me cortaron las piernas”.
Pero eso pasó después. Antes fue el momento de Maradona. Y del Gordo Soriano: “Estaban mejor parados que allá en Sidney pero pasaba lo de siempre: agujeros negros en la defensa, porque Ruggeri no siempre llegaba y Vázquez se salía de la vaina por irse arriba. Redondo empezó bien en el medio pero después desapareció, se fue al cine o a ver el partido por la tele”. Se divertía Osvaldo. Fernando Redondo nunca le gustó pero él, además, exageraba sus críticas para irritar a los periodistas deportivos, embelesados con aquel mediocampista elegante que era Redondo. El Gordo, en cambio, elogiaba a Diego Simeone o a Carlos “El Colorado” Mac Allister, que entonces no soñaba con ser secretario de Deportes de un gobierno liberal en 2015 ni con que uno de sus hijos, Alexis, jugaría como una fiera en el Mundial de Qatar 2022.
“No bien los otros defensores advirtieron que Mac Allister se llevaba la gloria tirando cañonazos al cielo, decidieron imitarlo y ¡pum!, Vázquez, ¡pum! Ruggeri, ¡pum! Simeone. ¡La hora referí!”, escribió Soriano glorificando ese momento donde lo único que cuenta es que pasen rápido los últimos minutos y el de amarillo no la emboque.
--¿Alguien sabe si los australianos juegan siempre así? --preguntan desde el público.
--Son difíciles, como ves –responden desde el piso.
--Todos los partidos del Mundial son difíciles –comenta una investigadora con la empiria de Arabia Saudita 2- Argentina 1, o de Camerún 1-Brasil 0, o de Alemania afuera.
Sin embargo, hasta el gol australiano, con esa pelota que le rebotó a Enzo Fernández y se desvió tanto que Dibu no pudo comérsela, incluso el mundo bosteril más recalcitrante reconocía que el aporte gallináceo venía siendo clave. Enzo y Julián Alvarez, dos ex River Plate, juegan de memoria.
Messi, por suerte, se despertó de la pesadilla del penal atajado contra Polonia y con su gambeta explicó por qué no pudieron resistirse a su magia ni los brasileños de Folha de Sao Paulo. “Messi hizo pasar la pelota por una barrera de cuatro australianos”, comentó la Folha. “Fue el primer instante en que tuvo libertad cerca del área adversaria. Pero una vez más, en Qatar, Messi fue como una llave maestra para abrir el cerrojo.”
Según Folha, “tener a su mejor jugador inspirado y capaz de jugadas decisivas compensa los problemas de una Argentina que ya sobrepasó, con la victoria sobre Australia, lo que hizo el equipo de Jorge Sampaoli en 2018, en Rusia, cuando fue eliminada en octavos por Francia”.
El que no anda de suerte es Lautaro Martínez. A Julián Alvarez, con un gol de pícaro que le habría encantado a Soriano, el gol le sonríe. A Lautaro, ex Racing, no. Hay otro ex Racing, Rodrigo De Paul, que sí sonríe porque ya no lo cargan: sigue con Tini pero viene levantando partido a partido. O la Stoessel lo inspira, o se olvida de ella, o sueña con los 15 minutos de sexo que Yanina Latorre recomienda antes de un partido, vaya uno a saber, pero lo cierto es que está concentrado y levantando.
Qué maravilla el fútbol. Por momentos fabrica tribus (o si existen las deja florecer) y cierra grietas. Durante dos horas a nadie parecen pesarle, ni a favor ni en contra, que el martes Alberto Fernández asume la presidencia de un Mercosur con un Uruguay deseoso, al menos discursivamente, de soledad. Que Sergio Massa se reunió con el Banco de Desarrollo de América Latina (la CAF) tras el financiamiento del gasoducto Néstor Kirchner por 540 millones de dólares, que también servirán para fortalecer las reservas. Que la Argentina puede tener acceso, este mes, a unos seis millones de dólares del Fondo Monetario. Que el gesto de Cristian Ritondo a Cecilia Moreau será difícil de olvidar para propios y ajenos. Que faltan solo 10 meses para las elecciones presidenciales de 2023.
Lo único que importa es festejar. Bocinas. Banderas. Petardos. Lo que sea vale.
--Si así ganamos, el viernes a las cuatro, contra Países Bajos, todos de nuevo acá –ordena el Maestro Damián Loreti, y nadie puede quejarse de que esa orden vulnere la libertad de expresión. Porque el Maestro es el capo del tema y porque no cualquiera cumple 60 y festeja con una victoria de la Selección. Regalo de Messi, Julián y Otamendi para él y, sobre todo, para unos 47 millones que quieren ejercer su derecho: el derecho a la alegría.