Jonathan Barros nunca pudo alterar el curso de una derrota inevitable. Desde los primeros rounds de la pelea de ayer en Londres por el título pluma de la Federación Internacional de Boxeo quedó claro que, más allá de su voluntad, no tenía otros elementos como para mortificar el boxeo largo, elegante y ordenado del campeón galés Lee Selby. El combate fue en verdad, un monótono deslizamiento rumbo a un final previsible. Y terminó con el agregado de una caída de Barros en el 12° asalto cuando hacía rato que el pescado estaba vendido. Al final, el mendocino perdió ampliamente por puntos y a los 33 años, acaso haya dejado pasar la última oportunidad de su carrera de volver a ser campeón del mundo.
Ni siquiera hubo margen como para que un arrebato temperamental diera vuelta todo el escenario. Barros (57,152 kg) jamás fue de aquellos boxeadores que arreglan con el corazón, lo que no pueden solucionar con la cabeza. Cuando pierden, pierden en todos los campos. Le pasó en sus anteriores derrotas mundialistas (ante el cubano Yuriorkis Gamboa en 2010, ante el panameño Celestino Caballero en el Luna Park en 2011 y ante el mexicano Juan Carlos Salgado en 2012). Volvió a sucederle ayer en el estadio de Wembley.
Selby (56,700 kg) resolvió todo con sencillez y pulcritud. Movió ágilmente sus piernas para no quedarse nunca quieto y le dio salida constante a una derecha cruzada con la que reiteradamente bombardeó la cabeza de Barros. Sólo en un tramo del combate, del 5° al 7° asalto, permitió que el mendocino se le aproximara y le friccionara la pelea llevándola de la media a la corta distancia.
Antes y después, el galés gobernó el trámite con holgura y remató la faena en el último asalto con una izquierda cruzada que derribó a Barros. La única complicación que tuvo Selby fue un corte que se le produjo debajo de la ceja derecha durante la 5° vuelta tras un roce de cabezas. Pero la herida no le dificultó la placidez de su triunfo que redujo al tamaño de una anécdota, aquella postergación de enero de este año en Las Vegas cuando un análisis de sangre le dio a Barros positivo de hepatitis A y hubo que suspender el combate un día antes de su realización.
Con la misma resignación con la que peleó, el mendocino escuchó el fallo que lo dio perdedor por 7 puntos en dos tarjetas y por 10 en la restante (hubo 9 para este diario que cerró su cómputo con un expresivo 118/109 en su contra). Ahora deberá pensar que hacer. Si vale la pena seguir pero ya sin ninguna chance de figuración internacional o si ha llegado el momento de colgar los guantes y empezar una vida nueva lejos de los cuadriláteros y de las duras rutinas del gimnasio. Sólo él y nadie más que él tiene la respuesta adecuada.
Mientras tanto y por si hacía falta, esta derrota ratificó que el presente y el futuro inmediato del boxeo argentino dependen cada vez más de Brian Castaño, el campeón interino de los superwelters de la Asociación, Sebastián Heiland (que dentro de dos semanas peleará en Brooklyn ante el invicto Jermall Charlo en una eliminatoria por el título de los medianos del Consejo) y Lucas Matthysse, quien recién en noviembre volvería a combatir. Por detrás de ellos, aparece Fabián Maidana. Pero el hermano menor del Chino todavía es una promesa. La realidad pasa por esa lista de tres de la que Jonathan Barrios ayer se bajó con una actuación que bien pudo haber sido su despedida.