“Mirá, acá estábamos todos juntos”, dice Fabián Volonté a dos excombatientes de Malvinas que lo acompañan, mientras señala una foto en la pared. “Acá está Martín; este era Ignacio, que murió; el uruguayo, que murió, acá estoy yo”, continúa. Sus manos están manchadas de hollín, tiene tierra en las uñas, pero viste un traje impecable. Es mecánico, dirá más tarde. Del pecho de su saco negro cuelgan insignias doradas, y arriba de ellas luce otra con la figura de las islas Malvinas. Todos se quedan en silencio, mirando la foto: unos ocho jóvenes vestidos de verde militar sonreían abrazados cual equipo de fútbol en la previa de un partido. “Éramos pibes, eh…”, dice Fabián al aire, en voz baja. Fabián Volonté vivió 59 años y una guerra.
El autor de esas primeras líneas es Tomás Román, estudiante de Ciencias de la Comunicación de la UBA, y así comienza su crónica sobre la muestra Malvinas. Sí, yo estuve ahí, que puede verse hasta el 22 de diciembre en la Galería Arte x Arte, en Palermo. La escena corresponde al día de apertura de esta exposición fenomenal: 320 fotografías distribuidas en dos pisos y un video de cincuenta minutos que enlaza entrevistas a excombatientes que cuentan cómo fue que se les ocurrió llevar una cámara a las islas, en qué circunstancias tomaron cada foto, qué compañeros aparecen en cada imagen, qué maniobras estrambóticas debieron ejecutar para que los rollos de negativos zafaran de las requisas inglesas, cómo fue que esos materiales llegaron hasta estos días. Pasaron cuarenta años y parece pertinente que pibas y pibes que rondan los veinte se asomen o se sumerjan en estas historias: desde hace ya un tiempo doy un taller de escritura periodística en esa facultad y una de las consignas fue acercarse, indagar, contar de la muestra y de lo que vivieron en Malvinas unos muchachos que tenían la edad que ellos tienen ahora. Para Tomás Román y sus compañeros fue un sacudón.
Y también para los excombatientes: “Esta exposición es como recibir, por fin, la bienvenida”, dijo uno de ellos, conmovido. Repleta, la galería, en la apertura: el reconocimiento desbordante andaba en contraste rotundo con aquel regreso de las islas, a escondidas, casi en silencio, desamparados. Tras los caídos en combate, las dificultades para subsistir, las secuelas, los suicidios. Con el correr de los años las asociaciones de soldados en Malvinas fueron trabajosamente robusteciéndose; recién durante el kirchnerismo las pensiones significaron algo decente. En la actualidad, agrupaciones como el CECIM de La Plata llevan adelante una intensa tarea sociopolítica.
El embrión de Sí, yo estuve ahí surgió hace cinco años, cuando los fotógrafos Martín Felipe y Diego Sandstede buscaban formas de reabordar la guerra, todo lo que signó, y dieron con unas poquitas imágenes en internet que les llamaron la atención: eran fotos caseras de soldados en Malvinas, escenas del cotidiano en las islas, aunque cargadas de detalles significativos. Un grupo de muchachos en un refugio contra las rocas, una cocina de campaña humeante, un cuarteto junto a un cordero en sus últimos momentos, un soldado en pose con su fusil, otro con su quepis y un mate armado entre un casquito de granada y el cuerpo de una birome. Felipe y Sandstede iniciaron una investigación, contactaron a los ex conscriptos Mario Feroldi y Martín Borba, y en 2017, con una treintena de fotografías, armaron una primera exposición y un libro: Malvinas. Memoria de la espera.
“La idea es hacer algo más grande”, decía Felipe por entonces. “Vamos a recorrer todo el país, a buscar todas las fotos que haya dando vueltas: ya estamos en esa”, complementaba Sandstede. A base de calidez, profesionalismo y conciencia estos dos fotógrafos se ganaron la confianza de los excombatientes, que progresivamente les pasaron contactos y les abrieron puertas: el material que consiguieron reunir proviene de veintiocho de ellos. El archivo, en total, consta de unas setecientas fotografías, entre las cuales se seleccionaron las de esta muestra. El trabajo documental incluye una entrevista personal registrada en video, donde cada uno cuenta de su historia en la guerra y de las imágenes que conservan. Hay un recurso precioso que puede verse en cada grabación: las manos curtidas, trabajadas por el tiempo, que en primer plano toman por ambos lados esas viejas fotos, sobrevivientes también.
A lo largo de este año versiones reducidas de la muestra circularon por universidades de La Pampa y Quilmes, por la exposición de ARGRA, por una escuela en San Vicente. La idea es que, tras la temporada en ArtexArte, se exhiba en otros lugares. Y también seguir nutriendo el archivo. “Nuestra experiencia en la búsqueda de estas imágenes nos confirma que cada una de ellas es una caja de memoria que dispara una historia que aún sigue viva, y consideramos que es fundamental rescatar y documentar para futuras generaciones –sostienen Sandstede y Martín–. Para el ejercicio de la memoria y el reconocimiento a quienes dieron su vida por defender la soberanía. Encontrar nombres, hombres, y darles imagen; rescatar al individuo y su historia personal. Estas fotografías son un registro único del conflicto. Son imágenes que no están mediadas por la mirada de un/a fotógrafo/a profesional, no hay recortes ni ediciones para una noticia o narración periodística. Son los ojos de los soldados que vieron y fijaron el tiempo”.
MALVINAS. Sí, yo estuve ahí. En ARTE X ARTE. Lavalleja 1062. Martes a viernes de 14 a 20, sábados de 14 a 19. Hasta el 23 de diciembre.