“No se preocupen por el dólar”, insistió ayer el presidente Mauricio Macri. Desde diciembre de 2015 hasta el mes pasado, último registro del anexo estadístico del balance cambiario publicado por el Banco Central, la compra neta de billetes alcanzó los 20.863 millones de dólares. En la cuenta Turismo, la salida de dólares anotó 14.618 millones en ese período. La suma totalizó 35.481 millones por esas dos vías, sin incluir el giro de divisas ni el gasto de tarjetas de crédito en el exterior ni otras filtraciones de dólares. No hubo una menor demanda de dólares en cada uno de los meses de la administración de la Segunda Alianza. Por el contrario, aumentó y cada vez a un ritmo más intenso alcanzando una velocidad que puede superar en 2017 la segunda peor marca anual del kirchnerismo en 2008 y estar muy cerca del máximo de 2011, año electoral como el actual (ver cuadro). Hay muchos que no le están haciendo caso al consejo del presidente Macri.
La tasa de interés en pesos ha estado elevada y positiva en relación a la evolución de la inflación en casi todos los meses de los últimos veinte. Incluso el Banco Central está subiendo aún más la tasa para frenar la dolarización, aunque el argumento que presenta es que así busca reducir la inflación. El miedo al dólar es más fuerte. La tasa de interés también fue positiva respecto al recorrido del tipo de cambio. La expectativa de una fuerte devaluación en el corto plazo fue reducida porque el vertiginoso endeudamiento externo garantizaba el ingreso de dólares a la plaza local. El riesgo país siguió siendo uno de los más altos de la región pero descendió 140 puntos desde principios de octubre de 2015, antes de las elecciones presidenciales. El comportamiento de esas variables debería haber alentado a la inversión en activos en pesos iniciando un ciclo de desdolarización. Pero no fue así.
La compra neta de billetes en el primer semestre de este año alcanzó los 7085 millones de dólares. Monto que se incrementó en 25 por ciento respecto al mismo período de 2016. Si se mantuviera a ese mismo ritmo, el 2017 culminaría con un acumulación de billetes verdes por encima de 2008 (en el año del conflicto por la Resolución 125, la suma había sido de 13.754 millones de dólares). Pero como éste es un año electoral, como lo fue el 2011 cuando la marca máxima fue de 18.602 millones, puede pasar a ser record.
La adquisición de dólares para viajes y turismo en el exterior sumó en el semestre 5662 millones, 37 por ciento más que en igual período del año pasado. El 2016 fue el record de la serie con 8337 millones y el 2017 va camino a superarlo con comodidad.
Desde la eliminación de los controles en el mercado de cambios, la demanda de dólares no paró de crecer. La administración de la escasez de divisas desde noviembre de 2011 hasta el 10 de diciembre de 2015 fue el último intento de manejar una cuestión muy sensible de la economía argentina con un criterio vinculado al desarrollo nacional, aunque con torpezas normativas, deficiencias en la instrumentación y errores de comunicación. La actual liberalización cambiaria sólo se sostiene, en cambio, con un endeudamiento creciente para financiar la acelerada fuga de capitales, que tendrá costos elevadísimos para la estabilidad económica y sustentabilidad de las finanzas.
Se decía que no había inversiones por el denominado “cepo” y hoy, con mercado libre, tampoco hay inversiones. Las críticas al régimen de control cambiario eran entonces sólo para dar cuenta de las necesidades de una minoría intensa que quiere, antes y ahora, acumular dólares.
Fuga
Financistas y empresarios festejan la política pro mercado del gobierno, que identifica al trabajador como enemigo, que despliega una estrategia represiva a la protesta social y que comenzó la desarticulación de programas de ampliación de derechos sociales y económicos. Tanto entusiasmo, sin embargo, no se tradujo en confianza para desembolsar fondos en inversiones en la economía real ni para dejar de comprar dólares. Esos 20.863 millones de dólares de “formación de activos externos” en lo que va del gobierno de Macri equivalen a casi 4 puntos del Producto Interno Bruto. Sería el crecimiento acumulado que no pudo ser por la fuga hacia el dólar. Fue dinero que no se volcó al consumo ni a la producción, sin tener en cuenta el efecto multiplicador de esos fondos en la economía. Los dólares atesorados no aportan al movimiento de la economía doméstica porque se mantienen fuera del sistema bancario, sin aplicarse en demasiadas transacciones, excepto en la compraventa de inmuebles.
Antes había un gobierno populista, que además administraba la escasez de divisas limitando la compra de dólares y que no era cordial con el capital financiero y, por esos motivos, tenía como respuesta una intensa fuga. Ahora se despliega sin pudor un gobierno conservador, que reprime trabajadores, persigue a opositores y es amable con los deseos del gran capital local y extranjero y, pese a esa genuflexión, no logra frenar la fuga. No sólo no ha podido detenerla, sino que se ha incrementado en estos meses. La dolarización de excedentes reconoce entonces componentes que no tienen que ver con el color político ni con las políticas económicas de los gobiernos.
Aturdido
El alza de la cotización de la paridad cambiaria y la persistente dolarización ha provocado que el presidente Mauricio Macri cayera en una trampa que muchos han intentado eludir para no caer en el ridículo y otros no han tenido éxito: hablar del dólar. Ha regalado dos sentencias que se agregarán al registro histórico de funcionarios aturdidos por el movimiento del billete verde. “No se preocupen por el dólar”, comentó, para luego afirmar que “el dólar fluctúa libremente, no hay que prestarle mucha atención”. Si hay que guiarse por lo que ha sucedido con la evolución del dólar y por la acelerada acumulación de billetes verdes en los meses de su gobierno, no parece ser muy convincente el líder de la alianza macrismo-radicalismo.
Desde hace décadas, cuando un ministro de Economía o un presidente se refieren al dólar, la reacción de quienes tienen a esa moneda como reserva de valor es interpretar esos dichos en sentido opuesto. Es decir, si Macri dice que no hay que preocuparse y que no hay que prestarle atención, la lectura inmediata que hacen es que hay que preocuparse y prestarle atención. Es lo que ha sucedido en la economía argentina en los últimos 50 años.
La fuga hacia el dólar distingue otros factores que los exclusivamente económicos. Hubo corridas en períodos de crecimiento económico record y en fases recesivas del ciclo; con inflación y con estabilidad de precios; con alivio por el desendeudamiento, abundantes reservas y garantía de pago de los vencimientos de deuda y con inestabilidad en el frente externo; en etapas de crisis internacional y en lapsos de tranquilidad en los mercados mundiales. Con tasas de interés reales y con tasas negativas. Con gobiernos populistas y con gobiernos neoliberales.
Corrida permanente
Una minoría intensa y con una capacidad de influencia extraordinaria dolariza excedentes. El registro oficial indicaba que antes de disponer un régimen de control y administración de divisas, en 2011 sólo 12 de cada 100 personas mayores de edad fueron al mercado único de cambios, aún considerando aquellas personas que compraron una sola vez pequeños montos de moneda extranjera. Ahora, con un sistema totalmente desregulado, el Banco Central detalló en el último informe “Evolución del Mercado Único y Libre de Cambios y Balance Cambiario”, que las transacciones están concentradas en un reducido grupo de entidades y de clientes. De las casi cien entidades que participaron en el mercado de cambios en junio, las diez primeras reunieron el 80 por ciento de las operaciones. En términos brutos, las compras de billetes en ese mes totalizaron 2370 millones de dólares, operaciones concretadas por 780.000 clientes (personas físicas y jurídicas), unos 35.000 más que en mayo.
Si se desagrega la información teniendo en cuenta el monto de las compras mensuales por cliente, se observa que en junio más del 40 por ciento fueron realizadas por clientes por importes de hasta 10.000 dólares (cuatro puntos porcentuales más respecto a mayo) y el 18 por ciento entre 10.000 y 50.000 dólares, acumulando entre los dos segmentos casi el 60 por ciento. En mayo, el 14 por ciento del monto total fue realizado por clientes con compras superiores a 5 millones de dólares, incrementando su participación en nueve puntos porcentuales respecto a abril. En junio, los grandes fueron menos activos y representaron el 9 por ciento del total.
Estos movimientos en la distribución de los compradores son una referencia para entender que la corrida que disparó el dólar a mediados de junio, al subir de 16,15 a 17,40 pesos en apenas quince jornadas hábiles, tuvo el primer impulso en mayo con los grandes operadores. No fue el denominado chiquitaje, como algunos analistas indicaron, que pusieron presión en el mercado de cambios. Estos se subieron el mes pasado a una corriente que había sido impulsada previamente por grandes empresas y bancos, que han empezado a acelerar la dolarización de sus carteras de inversión.