La erupción del volcán Mauna Loa en Hawaii, el más grande del planeta, ha puesto en jaque la capacidad científica para medir la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Las coladas de lava, que empezaron a brotar de la tierra el pasado 27 de noviembre, han alterado la vida isleña y han provocado el corte de numerosas carreteras, entre ellas los accesos a las instalaciones del Observatorio Mauna Loa de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), un centro científico dependiente de los EEUU, pero que sirve de referencia mundial para el registro de la situación atmosférica del planeta.
Entre las labores del observatorio, destaca el seguimiento de la evolución de las partículas de CO2, además de otros gases de efecto invernadero, que se concentran en la atmósfera, y cómo estos contribuyen al calentamiento del planeta. Según informan desde la NOAA, la lava no sólo ha cortado las carreteras de acceso a este centro, sino que también ha derribado las líneas eléctricas que permiten el funcionamiento del centro, por lo que la recopilación de datos lleva pausada desde el 29 de noviembre y, de momento, no hay indicios de que se pueda reanudar. "Todo el personal del observatorio está a salvo, pero en este punto la instalación no es accesible", indica la NOAA.
Los registros de CO2 de Mauna Loa no son los únicos. En España, por ejemplo, destaca el Observatorio de Vigilancia Atmosférica Global de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) afincado en Tenerife. Sin embargo, los datos que se computan en la isla de Hawaii se toman como referencia debido a su situación geográfica, en una altura superior a los 3.000 metros de altura y muy lejos de zonas contaminadas y de la influencia de la vegetación. Es por ello que la mayor parte de informes científicos sobre cambio climático –incluidos los del IPCC, los de la ONU o los de la Organización Meteorológica Mundial– toman como referencia los valores de este centro estadounidense.
No es la primera vez que una erupción volcánica deja sin actividad el centro. Tal y como informa Climática, al menos en ocho erupciones del pasado se tuvo que paralizar la actividad. No obstante, en las anteriores ocasiones, el monitoreo se paralizó por los efectos del humo que contaminaba el aire y no por la cercanía de las coladas, como ha ocurrido esta vez.
Las mediciones de este observatorio han demostrado que durante los últimos 60 años las concentraciones de CO2 en la atmósfera no han parado de aumentar. Lo que mide este centro científico no son las emisiones de efecto invernadero, sino cómo los gases, una vez liberados por la actividad humana, se acumulan en el cielo durante decenas de años propiciando que haya una capa de partículas que, cada vez más gruesa, acelera el calentamiento del planeta.
La gráfica ascendente de dióxido de carbono se conoce como curva de Keeling, en referencia al apellido del científico que la descubrió a finales de la década de los 50 del siglo XX. Precisamente su hijo, Ralph Keeling, sigue las investigaciones en Mauna Loa y, en declaraciones para Bloomberg, aseguró que la interrupción de los registros por la erupción es un "duro golpe". El científico ha explicado que, aun existiendo otros centros de datos, los del observatorio hawaiano son la "mejor línea de base para observar pequeños cambios".
Debido a la magnitud de la erupción todavía no hay esperanzas en que el centro pueda reabrir. Por ello los expertos de la NOAA trabajan para colocar un instrumento de medición de manera temporal y en alguna posición cercana y adecuada para poder seguir los registros del CO2. "Tendremos que trabajar mucho para demostrar que los datos sustitutos son comparables, así que nuestro trabajo de este evento se extenderá durante algunos años ahora", ha dicho Keeling.
Los niveles de CO2 que se registran actualmente en la atmósfera son de 415 partes por millón (ppm), lo que supone un 149% más de los registros de dióxido de carbono que había antes de la industrialización de la economía. Cuando se inició la monitorización, en 1960, los valores computados no alcanzaban las 320 ppm. Se trata de una diferencia importante que, según explicó en el mes de noviembre la Organización Mundial de Meteorología, se debe sobre todo a los gases liberados a la atmósfera tras la quema de combustibles fósiles.