No hay dudas de que existe un subtítulo queer dentro del mundo de lo mágico, el misterio, la ambigüedad, el crepúsculo, las historias de terror y los conocimientos alternativos esotéricos y místicos, como la astrología o el tarot. Este universo dark es un terreno de disputa contra las voces hegemónicas de la iglesia, las miradas cientificistas ecuménicas y las estructuras capitalistas patriarcales. Las brujas, que vivían en aquelarres hirviendo pociones con hongos alucinógenos que las hacían surcar el cielo; los vampiros, que tienen un destello homoerótico y sensual o los hombres lobo, que se transmutan con los ciclos de la luna, son escenario fértil de fantasías desviadas y todo tipo de divertidas perversiones.
Estas historias y personajes del folclore medieval se instalaron en la cultura pop de la mano de la explosión de los medios masivos, transformándolos en personajes vinculados a Halloween y los carnavales, donde lo oculto emerge para desafiar los órdenes establecidos.
Los Locos Addams se estrenaron como una tira de humor gráfico en 1938 publicada en The New Yorker y, sus protagonistas góticos, sin dudas hablan el mismo lenguaje que estos seres de la noche y el terror. Sin embargo, lo que logró esta historieta, creada por el humorista Charles Addams, fue la introducción de este grupo ¿humano? en un escenario suburbano de la clase media estadounidense donde, en vez de ocultarse en ataúdes, convivían con vecinos extremadamente convencionales y aburridos, mientras que desarrollaban una dinámica familiar bastante peculiar. Que, por otro lado, tampoco estaba tan alejada de las diatribas de otras familias: la crianza de los chicos, las dificultades del día a día, etc.
Más adelante llegaría la serie en blanco y negro estrenada en 1964, que inmortalizó la imagen de una Morticia ultra sensual con el glamour de los Años Dorados de Hollywood, protagonizada por Carolyn Jones, que masificó las aventuras de este clan.
Pero fue la llegada de The Addams Family (1991), dirigida por Barry Sommerfeld, la película taquillera definitiva que hizo explotar la pasión por esta historia, que después se tradujo en musicales y series animadas.
Los Addams son una familia sombría, que habita una mansión envuelta en una imaginería camp de tinieblas y embrujos, llena de cuartos con espadas, cuervos, habitaciones góticas espectrales, empapelados oscuros, un jardín donde Morticia se encarga de cortar las flores, un living con un órgano tenebroso y hasta una mazmorra que el público adulto entenderá que se trata de un guiño a la parafernalia BDSM.
Morticia, matriarca o dominatrix
Su estructura es, definitivamente, la de un matriarcado: Morticia, encarnada por Angélica Huston, es la voz de la cordura y quien mueve los hilos para resolver los imprevistos con estrategia y sabiduría. Ella, con su maquillaje dramático y sus rasgos por fuera de la belleza hegemónica complaciente, toma el aspecto de una diva que roza lo drag queen. Es una mujer sensual que conoce y disfruta de su erotismo y es, a su vez, dulce y amorosa con sus hijxs. A quien tiene comiendo de la mano es a su marido, Gómez, que tiene el look barroco de un latin lover excéntrico peinado con gomina, que es capaz de morir por ella y obedece cada una de las órdenes le que imparte. La besa como un devoto hablándole el francés (la referencia es el zorrillo apasionado Pepe Le Pew), y no teme mostrarse vulnerable hacia ella y dejar desbordar todos sus sentimientos románticos.
A diferencia de otras series de la época, como Married With Children, que caían en el lugar común de “la esposa incogible y aburrida que es un trastorno”, en este caso Morticia es una diosa a quien se le rinde culto. Es evidente que el vínculo entre ella y su esposo es de sumiso y dominatrix. De hecho, esta queen dark revela en una línea inolvidable que él no debe torturarse con sus problemas: ella es quien se encarga de castigarlo (guiño). No es difícil imaginarla vestida de látex fusteando a Gómez mientras él la mira arrodillado atado de pies y manos y con una mordaza en la boca. Una verdadera fantasía kinky.
Merlina versus las reglas rosas
El matriarcado no se termina acá. Si bien en la serie de los 60s Merlina (Wednesday) era una preciosa niñita, en la versión de los 90s es una piba preadolescente muy avispada, caracterizada por un sentido del humor ácido y sarcástico y una intuición sagaz, que la hace estar veinte pasos adelantada de su hermano, Pericles, que es adorable con su remerita a rallas y su mirada dulce. Merlina estaba interpretada por Christina Ricci, que al momento del rodaje tenía 10 años: una elección de casting jugada, ya que lo común para ese tipo de películas, era contratar actrices mayores. Sin embargo, Christina le dio a este personaje una corporalidad inolvidable, que moldeó la imagen que tenemos de la hija de los Addams hasta hoy.
Merlina no es nada inocente: rechaza las normas rosas y de princesas impuestas para las chicas de su edad, no le interesa ser complaciente, dice lo que piensa con firmeza y no se conforma con el lugar sumiso que la sociedad convencional y paki suburbana le asigna. A pesar de que su familia sí entiende su vibe y comparten con ella su mirada sobre el mundo, Merlina sabe que es incómoda y goza espantando a la gente.
No quiere casarse ni tener hijos, sigue su propio juego y, dentro de la trama, ella representa un comentario político contra el partido conservador a través de distintas escenas satíricas. Por ejemplo, cuando en un campamento de verano, disfrazada de indígena norteamericana, atormenta a una compañerita irritante vestida de colona. O cuando todxs sus compañeros de colegio hacen trabajos inspirados en “Héroes nacionales”, como George Bush, y ella elige dibujar a una bruja quemándose en una hoguera. La maestra, preocupada y alertada, le comunica esto a Morticia; sin embargo, ella retruca con admiración que el retrato es de una tía abuela que fue quemada por hechicera, “que bailaba desnuda en la calle principal y que sedujo a un párroco”. Es evidente por qué el humor irreverente y disruptivo de Merlina la transformó en un ícono feminista.
Dentro de esta troupe también están otros personajes entrañables, como el mayordomo Largo, siempre servicial; Dedos, que es una mano deambulante; el Tío Cosa, que es un sujeto peludo difícil de identificar; la abuela, que es una bruja que hace pociones e invoca a familiares fallecidos a través de la ouija. Y, sobre todo, Lucas, encarnado por el legendario Christopher Lloyd, que dotó a este integrante de rasgos ultra expresivos que le dieron a esta franquicia un importante juego de humor corporal, que remite al clown. ¡Todo eso sin contar al bebé Pubert, que heredó el look Latin Lover de Gómez!
A pesar de que la familia Addams parece heterosexual por su composición (mamá-papá-hijxs), los valores de este clan se tratan de celebrar las diferencias, lo disidente, monstruoso y lo freak desde el amor; y rechazar las normas expulsivas de una sociedad consumista heterocis que parece mucho más colorida pero que, sin dudas, es absolutamente chata e insulsa. La inclusión, la ternura, la composición de lazos alternativos y el cuidado de lxs otrxs desde la horizontalidad y el cooperativismo nuclean a esta familia queer y gótica. Y, a pesar de ser una comedia para toda la familia desopilante, con líneas brillantes y un manejo del timing impecable, los observadores atentos descubrirán en este filme una crítica satírica a los valores conservadores estadounidenses y al estatus quo. Aunque el stablishment se cree dueño de la moral, los Addams demuestran que “los raritos” también tienen sus valores, y todxs los freaks están invitadxs.