Después de muchos años de espera, en los que incluso sus integrantes llegaron a distanciarse, Fleet Foxes debutará finalmente en la Argentina. Lo hará el viernes 9 a las 20 en C Complejo Art Media (Corrientes 6271), como show de apertura del Festival Music Wins, que se celebrará al día siguiente en el Club Ciudad de Buenos Aires. Al otro lado del Zoom, desde su estudio, se encuentra atendiendo a esta entrevista Robin Pecknold, cantante, compositor y guitarrista del grupo. A sus 36 años ya no luce esa barba tupida que lo caracterizó no sólo a él sino al resto de los músicos de uno de los mayores hitos del folk en los comienzos del siglo XXI; tampoco refleja el carácter contemplativo que emana de sus canciones, al igual que de sus recitales. Posiblemente, la sorpresa radique en su pragmatismo al momento de repensar el proyecto que creó en Seattle en 2006.
“Esta es la primera vez en diez años que iremos a un lugar nuevo”, confiesa el frontman, cuyo grupo lanzó en noviembre pasado su nuevo single, “A Sky Like I’ve Never Seen”, en complicidad con Tim Bernardes (casualmente, el músico brasileño se presentará el jueves en el CCK). “Al principio, estuvimos interesados en cautivar a América del Norte, Europa y Australia, pero ahora nos emociona ponernos a prueba ante públicos diferentes. Este es un momento de nuestra carrera en el que nos sentimos muy apasionados y mucha gente nos dice que es hora de que conozcamos Sudamérica. Allá encontraremos lo que estamos buscando. También tratamos de interactuar con colegas de varias partes del mundo. A nivel personal, en el caso de la Argentina, lo que me quedará pendiente para otra ocasión será conocer la Patagonia. Siempre quise ir, pero esta vez no tendremos tiempo”.
-A Fleet Foxes se lo espera en esta parte del mundo desde la aparición de su primer disco, en 2008, que lo convirtió en revelación de ese año en la escena de la música indie. ¿Cuánto queda de aquella condición de promesa en el presente de la banda?
-Ya pasaron muchos años desde ese momento y algo aprendimos de aquella experiencia. Hicimos mucho y también grabamos un montón de canciones. Al principio fue increíble ser parte de esa experiencia. No podíamos creer que una música hecha con humildad y sin pretensiones recibiera adjetivos tan grandes. Pero eso, de cierta manera, nos obligó a crecer rápido y a responder a las presiones. Fue un poco abrumador para nosotros. Lo único que esperamos en esta época es hacer buena música y ofrecer recitales dignos. Eso, de por sí, es un logro inmenso, más que sacar un álbum con buenas críticas. Al menos yo lo siento así.
-La presión debió haber sido alta porque en ese tiempo comparaban a su propuesta musical con la de Crosby, Stills & Nash, a partir de su juego vocal. ¿Cómo se sintió ese analogía?
-Siempre me gustó su música. Imaginate que a un grupo de pibes lo comparen con ellos: es algo así como rozar la gloria. Ciertamente, sonábamos así. Y hasta llegamos a sentirnos un poco subversivos al hacerlo. Con el tiempo, fuimos imponiendo nuestra personalidad. Pero hoy, viendo eso a la distancia, me sigo dando cuenta de que la construcción de armonías es algo que me sale fácil y que todavía sigue divirtiéndome. Estuvo bien en esa época, pero en este momento estamos en otra frecuencia.
-La verdad es que su nuevo single toma un poco de distancia con respecto a las canciones de sus dos primeros discos. Si bien como solista hiciste música para cine, ¿en qué se diferencia hacer una banda de sonido a componer un tema para un documental?
-La historia de Wildcat es realmente hermosa (lanzada este año por Amazon Studios, esta producción se encuentra prenominada para la próxima entrega de los Oscar en la categoría “Mejor documental”). Es la historia de un soldado británico que luchó en Afganistán y volvió a su casa con trastorno de estrés postraumático. Viajó a la selva peruana donde, junto a una científica que conoció allá, cuidó a un gato montés huérfano. Me gustó la película por su manera de abordar la fotografía de la naturaleza y la vida silvestre, pero también por la intensidad que hay detrás de la historia. Mientras estábamos de gira con Tim (Bernardes), nos preguntaron si podíamos escribir una canción para el proyecto, y no lo dudamos. Nos pareció una ocasión increíble para hacer algo así.
-Existe una correlación estética entre el nuevo single de Fleet Foxes y su último álbum de estudio, Shore (2020). ¿Fueron creados en la misma época?
-“A Sky Like I’ve Never Seen”, el tema que hicimos con Tim, tiene mucha instrumentación. Agregamos cuerdas, baterías, guitarras eléctricas y, por supuesto, su voz y mi voz. Lo grabamos este año, en medio de nuestra gira. Shore fue hecho durante la pandemia y se nos complicó llevar adelante todo ese repertorio. Ahí nos dimos cuenta, mientras lo hacíamos de la manera que podíamos, lo importante que es mirarte a la cara cuando tocás. Sin decir nada, ya sabés lo que tenés que hacer, sólo con un pequeño gesto. Me alegra que hayamos podido volver a juntarnos y que sigamos compartiendo esa calidez humana.
-Sorprende lo que decís de Shore porque, pese a las limitaciones en las que se hizo, es un disco tan brillante como potente. ¿En qué te inspirás al momento de componer?
-Cuando componés, existe cierto deseo de que el mundo sea a tu manera. Construís el lugar en el que querés vivir. Siento que si estoy en Nueva York escuchando a Bob Dylan, el ambiente sería muy diferente a si estoy en otra parte escuchando a The Eagles. Creo que la música cambia la forma en que ves al mundo. Es emocionante tan sólo pensar en eso. Hay cierto tipo de sonido o cierto estado de ánimo, y uno intenta encarnarlo, probar lo que hay en él. Es inspirador encontrar nuevas maneras para usar herramientas como los arreglos. Es un proceso interminable.
-¿Y qué te mueve el piso cuando escribís una letra? ¿Harías una canción acerca de la división social que vive tu país en esta época, por ejemplo?
-Las cosas parecen bastante divididas en Estados Unidos en este momento. Creo que cuanto más participa la gente, peor se pone, desafortunadamente. Tengo una opinión que considero progresista, pero no sé si tengo siempre ganas de compartirla o si mi visión puede motivarme a componer una canción al respecto. Está sobrecalentada la política estadounidense, al punto de que si te involucrás podés hacer aún más daño. La conversación se siente muy caliente, muy difícil y muy tóxica.
-A propósito de la toxicidad, ¿cómo una propuesta folk iluminada como la de ustedes pudo germinar en una ciudad que puede estar nublada 80 días al año? Parece más bien un escenario propenso para vomitar existencialismo, como lo hizo el grunge.
-Crecí con el grunge, así que entiendo a lo que te referís. Sin embargo, hacer música que no fuera esa se sentía muy rebelde. Ya sabés, ¡es Seattle! Si vos sos de la ciudad, y más si sos niño, seguramente crecerás con ese estigma. Pero tuve la suerte de crecer en un lugar hermoso, en el que hay mucha naturaleza alrededor. Eso se presta a que hayamos hecho la música que hoy tocamos.