Cristina Kirchner no será candidata porque la proscriben y no porque se autoproscriba. “Una mafia, un Estado paralelo”, con esa frase denunció a los jueces que, en contubernio con las corporaciones y el macrismo, se complotaron para proscribirla. El proceso está pensado para que intervenga en una campaña con la condena y la inhabilitación sobre su cabeza.
Es el escenario que propone el macrismo como sistema, donde ellos son los que digitan los candidatos. Desde el control de jueces y fiscales limitan la soberanía popular al obstaculizar las medidas que tiendan a restringir privilegios corporativos.
El peronismo es puesto otra vez en la misma disyuntiva. El sistema lo proscribe pero le deja algunos resquicios. Las opciones son: resignarse a moverse en el espacio estrecho que le asignan, donde no tiene posibilidad de generar ningún cambio, o patear el tablero y abandonar el sistema.
El peronismo eligió siempre otro camino: Patea el tablero sin salirse del sistema. El Frente de Todos participará seguramente en las elecciones del año que viene, pero lo hará con su principal dirigenta perseguida por la corporación mediática y la mafia judicial para proscribirla. Esa ausencia es una denuncia concreta de esa persecución. La elección estará deslegitimada. El que gane, lo hará en una elección sin el candidato más importante.
Eso no es democracia. Sólo es el sistema que permiten las corporaciones. Como antes el sistema que permitieron era el de democracias tuteladas por el partido militar, ahora se trata de un sistema muy limitado por la corrupción del Poder Judicial.
Este esquema donde el Poder Judicial en putrefacción se convierte en policía política, no acepta la convivencia de pensamientos políticos diversos. Y menos cuando se trata de corrientes populares que interfieren a los poderes fácticos, en especial al poder económico y las corporaciones mediáticas como el Grupo Clarín.
Con la proscripción de Cristina Kirchner queda muy debilitado el sistema. Si el próximo gobierno es macrista, no gobernará en representación de todos los argentinos, sino sólo de los macristas, sostenido por un Poder Judicial cuestionado por su subordinación a los poderes fácticos y el macrismo. Por eso la condena no es solamente contra Cristina, sino contra todos los argentinos, porque es una condena que debilita el sistema sobre la base de un proceso turbio y manipulado.
La condena coincidió con la revelación de la reunión de jueces, empresarios y funcionarios macristas en la mansión de Joe Lewis en Río Negro. La reunión de cuatro jueces del fuero federal que favorecieron a las corporaciones en contra de la sociedad y que participaron en la persecución judicial contra Cristina Kirchner, con dos altos ejecutivos del Grupo Clarín, con funcionarios macristas y con especialistas en inteligencia y en campañas electorales, mostró el esqueleto del lawfare y la corrupción del sistema.
El papel de Julián Ercolini en el escándalo y en los mensajes donde planificaban la creación de pruebas falsas y el apriete a fiscales y a periodistas y amenazas a funcionarios para desmentir la reunión, adquiere una dimensión mayor porque fue el juez que hizo la instrucción de la causa Vialidad que de por sí ha sido turbia.
Impresiona la sensación de impunidad con que hablan estos personajes en los mensajes que se hicieron públicos, como si se sintieran los dueños del país. Y está lleno de padres e hijos, yernos y cuñados. Un sistema feudal en el que los cargos se heredan o se designan a dedo y acomodos. No hubo la mínima reacción en el Poder Judicial frente al escándalo.
La única forma de fortalecer el sistema que sale debilitado por la proscripción de Cristina Kirchner es una reforma profunda del sistema en putrefacción. La denuncia de la persecución judicial para proscribir y castigar a Cristina Kirchner es una movida que busca salir del escenario que le plantean el macrismo y las corporaciones y generar otro escenario que saque del centro su condena y ponga en ese lugar a la putrefacción del Poder Judicial.
Los comunicados del macrismo hablan de “juicio histórico” tratando de equipararlo con el juicio a los excomandantes. Tienen razón en que es histórico, pero no por lo que ellos creen. Para todo el planeta, que ya asistió a la burda y frustrada persecución judicial contra Lula en Brasil, el Poder Judicial corrupto de la Argentina proscribió ahora a la dirigenta política más popular del país. No lo equiparan con el juicio a los excomandantes, sino con la persecución a Lula. Este juicio será histórico, pero por la corrupción judicial que puso en evidencia.