La perversión de Alfredo Astiz no reconoce límites. En la víspera de los 45 años de los secuestros de las Madres de Plaza de Mayo y de las monjas francesas en la Iglesia de la Santa Cruz –que él posibilitó con su infiltración–, el marino mandó una carta al Tribunal Oral Federal (TOF) 5, que acaba de rechazar la libertad condicional que pidió su defensa, reivindicando su rol durante la dictadura. “No soy un criminal, ni mucho menos un genocida”, escribió de puño y letra desde la Unidad 31 de Ezeiza, donde está detenido.

Hace exactamente 45 años, Astiz caminaba por la Iglesia de la Santa Cruz. Allí se habían congregado un grupo de Madres y de familiares que juntaban dinero y firmas para publicar una solicitada en el diario La Nación para denunciar las desapariciones de los suyos y reclamar respuestas por parte de la dictadura de Jorge Rafael Videla.

Nadie sabía entonces que el muchacho rubio y de porte atlético reportaba en el grupo de tareas que operaba en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Por el contrario, para las Madres era Gustavo Niño, un joven que buscaba a su hermano desaparecido. A veces, Gustavo Niño llegaba a las reuniones con una muchacha rubia como él a la que presentaba como su hermana. La chica, en realidad, era una secuestrada de la Marina a la que obligaba a acompañarlo para hacer más creíble su papel.

Astiz tiene dos condenas a prisión perpetua por los crímenes cometidos en la ESMA. Para la justicia está acreditada su responsabilidad en el secuestro de los doce activistas que se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz y que fueron raptados entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. Entre ellos, estaban las Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor –fundadora del movimiento–, María Eugenia Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga así como las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet. Los doce fueron llevados a la ESMA y arrojados al mar en un vuelo de la muerte el 14 de diciembre de 1977.

El lunes, la defensa oficial de Astiz pidió la libertad condicional en una de las causas. Los tres integrantes del TOF 5 –Adriana Palliotti, Fernando Canero y Daniel Obligado– rechazaron su pedido, por lo que el represor de 72 años deberá seguir en prisión. La decisión de los jueces hizo que Astiz estallara. Desde Ezeiza, escribió una nota al tribunal en la que reivindica su rol en lo que él denomina el combate al terrorismo pero, en simultáneo, desconoce la calificación de genocida.

“Dejo constancia que yo no pedí jamás la libertad condicional. Esto es así ya que me encuentro privado ilegítimamente de mi libertad hace aproximadamente veinte años y lo único que exijo es mi libertad sin restricciones”, escribió Astiz como si estuviera secuestrado y no cumpliendo las condenas por sus crímenes.

En particular, el represor hizo foco en uno de los jueces, Obligado, que hizo consideraciones sobre la naturaleza de los delitos que cometió Astiz. “No acepto el trato vejatorio del abogado Obligado, ya que no soy un criminal ni mucho menos un genocida”, dijo haciendo gala de un cinismo sin límites.

“Prefiero estar detenido por combatir al terrorismo y no por ser un ladrón”, cerró su nota. La carta se escribió el mismo día en que el TOF 2 condenó a seis años de prisión a Cristina Fernández de Kirchner, cuya administración impulsó el juicio y castigo a los genocidas.

La carta de Astiz al TOF 5 a la que accedió Página/12.

Astiz tiene una larga trayectoria en provocaciones. En 1998, en una entrevista con Gabriela Cerruti para la revista trespuntos, reconoció la infiltración en Madres de Plaza de Mayo, aunque negó haber estado el día de los secuestros en la Santa Cruz. En ese reportaje dijo: "La Armada me enseñó a destruir. Sé poner minas y bombas, sé infiltrarme, sé desarmar una organización. Sé matar".  En 2017, cuando pronunció las últimas palabras en el juicio conocido como ESMA Unificada, declaró: "Nunca voy a pedir perdón por defender a mi patria".


"Un perverso"

“Yo no sé si los genocidas tienen grados pero Astiz es el paradigma de los genocidas”, dice Mabel Careaga, hija de Esther Ballestrino de Careaga, una de las Madres secuestradas el 8 de diciembre de 1977 de la Iglesia de la Santa Cruz. “Además de cómo actuaron en el terrorismo de Estado, él se infiltró y se ganó la confianza de mujeres que buscaban a sus hijos y a sus hijas y él sabía perfectamente lo que iba a pasar cuando las secuestraran. Durante todos los años posteriores jamás se arrepintió. Todo lo contrario: siempre reivindicó lo que había hecho”, resalta Careaga.

“En realidad, Astiz está reivindicando lo que hizo una vez más. En estos tiempos en los que el negacionismo es moneda corriente, él vuelve a decirlo --en esta fecha que a nosotros nos conmueve y nos llama a comprometernos más con que esta derecha y estos genocidas no vuelvan nunca más–. Es perverso y provocador”, afirma Careaga.

“Quien formó parte de un plan de exterminio, terror y muerte --que incluye los vuelos de la muerte-- no puede más que ser considerado un genocida”, dice Ana Bianco, hija de "Mary" Ponce, otra de las Madres secuestradas hace 45 años. “Astiz es un genocida con todas las letras, marcó a las Madres en la Iglesia de la Santa Cruz para poder determinar quiénes eran las dirigentes que debían desaparecer para aniquilar el incipiente movimiento de derechos humanos”, añade. “El único lugar para un genocida es la cárcel perpetua y efectiva”.