La segunda temporada de The White Lotus, una de las series más populares del momento, previsiblemente inició sus preparativos con toda la pompa: comedia dramática sobre las miserias de huéspedes ricos y trabajadores explotados en una cadena hotelera, fue nominada a veinte premios en los últimos Emmys, ganadora de cinco y es una favorita de HBO. Por eso, naturalmente la producción tuvo carta blanca en el despliegue de su siguiente entrega: para filmar alquilaron un hotel cinco estrellas en la costa siciliana –la nueva temporada, que termina mañana, se desarrolla en Italia– y vivió ahí varios meses. Dicen ellos que fue un experimento a lo Charly Kaufman en el que la vida y la actuación se mezclaron rápidamente, porque en ese hotel todo seguía funcionando como si nada y ellos, bueno, eran huéspedes en la ficción y en la realidad, con la fascinación y el hastío de estar de paso.

Pero para interrumpir un poco esos días perfectos, soleados, en uno de los lugares más paradisíacos del mundo, empezaron a aparecer de pronto símbolos satánicos. No eran símbolos demasiado amenazantes –estaban formados en el suelo con bolsitas de aromatizadores– pero su presencia repetida fue más que suficiente para inquietar a la producción. Aubrey Plaza, una de las protagonistas de la serie –una chica de ojos enormes y expresivos que ella usa exclusivamente para exhibir su famosísima “cara de nada” – al ser consultada juró y re juró que no tenía nada que ver. Lo juró con cara de póker incluso en momentos de absoluta intimidad, incluso pasada de copas, incluso a uno de sus mejores amigos, Mike White, el director y creador de la serie. Llevó su travieso chiste –para paliar la rutina, la abulia– hasta el mismísimo final. “Por supuesto era ella pero, bueno, así es Aubrey, disruptiva por naturaleza”, dijo White, que es su amigo desde años y que creó el papel especialmente para ella.

POR FAVOR, NO LO HAGAN

Quienes conocen a Aubrey Plaza, aseguran que es difícil separar su personaje lacónico de su personalidad real. Digamos: ella es así, una chica extraña. Hace bromas más bien crípticas, su corporalidad puede estirar la incomodidad a extremos insoportables y, si quieren presentarle a alguien que no le interesa del todo, es posible que simplemente de vuelta los ojos y se vaya sin dar la menor explicación. Sin más preámbulo, es la chica a la que Conan O’Brian le retrucó extasiado en su programa: “¡Pero acabas de decir como nueve cosas rarísimas en una sola oración!”. La chica que en la ceremonia de MTV subió al escenario en absoluto silencio para quitarle el premio de las manos a Will Ferrel –como Kanye a Taylor Swift– y también en absoluto y desconcertante silencio volvió a su asiento.

Su primera aparición en el cine fue por la puerta grande: en Funny People, protagonizada por Adam Sandler, dirigida por Judd Apatow, mente madre de la comedia dosmilera, que la descubrió en el Upright Citizen Brigade –la escuelita de stand up fundada por Amy Poheler de la que han salido muchas lumbreras del género– y la puso a hacer de sí misma: una aspirante a comediante en ascenso. Por esos años, Plaza también estuvo en Scott Pilgrim, haciendo más o menos el mismo personaje: una chica sarcástica, con mirada penetrante, demasiado buena para todo el mundo, demasiado buena para estar en cualquier lado, incluso para aparecer demasiado tiempo en pantalla. Son películas que marcaron el clima de la comedia de esa generación –compartió escena con Seth Rogen, con Michael Cera– pero el mundo la conoció realmente como April Ludgate, uno de los personajes secundarios más queridos de Parks and Recreation, la serie de la todopoderosa Poehler, que ya la había fichado en la escuela, donde Plaza se hizo a sí misma con su comedia impasible. Algo así como una reencarnación millenial del estilo de Buster Keaton: cara inexpresiva, lenguaje corporal seco e incorruptible, un semblante capaz de recibir la situaciones mas absurdas con la más absoluta parquedad y que, sin ponerse declamatorios, realmente es un tipo de humor al que pocas mujeres se animan.

Cuando Aubrey Plaza llegó a la serie, todos en el equipo acordaron que el papel estaba hecho para ella. De hecho, todavía hoy –casi una década después– en muchas entrevistas repiten la misma anécdota. Ella recibió la noticia diciendo: “Ni siquiera quería esto, ¡pero lo haré!”. “Bueno, yo fui al casting, pero no quería salir en televisión, quería estar en cine y dije eso. Yo creo que en aquel momento no era consciente de lo importante que era esa reunión. Me distraía mucho la idea de estar en el mismo plató de The Office porque era un gran fan de esa serie, y además era mi primera vez en Hollywood. No sabía lo qué estaba pasando. No sé lo que hice, pero creo que para mí todo es gracioso. Prefiero vivir mi vida como si fuera a morir en cualquier momento o algo así”, es su desconcertante explicación. Ese papel le cambió la vida y –oportunidad o maldición– la puso en el radar con un personaje bien concreto, poco móvil, que bien podría haber cristalizado su carrera en un solo lugar: fascinante pero demasiado específico, relegable a los secundarios.

Encantador, adorado por muchos, ese personaje al estilo Daria, sobre explotado o demasiado repetitivo podría impacientar a algunos, o rozar los clichés. Pero, a la vez, esa personalidad suya ha permitido que, muy cerca de los 40 años, a Aubrey Plaza se le reserven personajes joviales y extraños, y que no se le ofrezca, ni se le insista jamás en redirigirse, por ejemplo, a personajes maternales o conyugales, ni siquiera de intereses amorosos de alguien. “Pero igualmente odio cuando alguien quiere darme un papel y me dice ‘¡vamos a hacerlo a tu medida!’. O sea: ‘Por favor, no, no lo hagan’”, dijo Plaza, descreída.

Aubrey Plaza en Emily The Criminal

AUBREY, LA CRIMINAL

Eso sí, esta vez fue diferente, hace ya un par de años que la actriz trabaja intensamente por desmarcarse de su propio personaje, conservando su cinismo, su suspicacia, su sentido del humor, su visión de las cosas. Esta vez Plaza dijo: “Este personaje sí soy yo. Es probablemente el primer proyecto que he hecho en el que me siento como si esto me tocara de cerca”. En The White Lotus, interpreta a una abogada joven, que está de vacaciones con su marido –las cosas no van bien–, y con una pareja de millonarios cuya felicidad la indigna y la reciente. Es una chica lista y altruista en permanente estado de fatiga, que en privado va juzgando a todo el mundo, y que además dice una de las frases más escandalosas de la serie: “Yo no veo Ted Lasso”, o sea, una de las comedias más adoradas del momento. “Sin ofender a Ted Lasso. Cualquier cosa que sea súper popular, yo siempre digo que no. Tengo aversión a las cosas que hace todo el mundo”, dice ella, que sacó esa frase de su propia vida. “Como lo veo yo es que en esta serie estás espiando a una persona que está en un momento infeliz. Pero resulta que está en un momento infeliz en el lugar más hermoso del mundo. Y eso pasa, a veces. Así es la vida. Yo a ella la veo más triste que mala”, explica.

Plaza estaba filmando una película con Mike White cuando se desató la pandemia por coronavirus. Era una comedia a la manera de un road movie, o un falso documental, sobre una anécdota real suya: cuando fue hasta Suecia para buscar a su novio de la adolescencia, un estudiante de intercambio que ella nunca olvidó, y que la recibió con los brazos abiertos, pero la invitó a cenar con su novia. El aislamiento cambió los planes y el proyecto quedó suspendido, sin embargo, White nunca se olvidó del potencial que Plaza tenía para interpretar, esta vez, a lo que él llama una normie. “Obviamente, Aubrey juega a ser inexpresiva, juega con los aspectos humorísticos de su lado oscuro”, dice White. “Pero cuanto más la conoces, te das cuenta de que tiene un gran corazón y, en cierto modo, es insegura. La clásica persona que proyecta fuerza, pero cuya vulnerabilidad es tan palpable. Me pareció que sería divertido captar algo de eso, algo que no le he visto hacer”.

Es posible que este papel la llene de nominaciones. Pero las celebraciones por Aubrey Plaza –que por estos días está en su momento más ocupado, en un momento consagratorio– ya venían desde antes. A principios de este año, en el Festival de Sundance, se estrenó Emily The Criminal, un thriller que protagonizó y produjo, donde sorprendió a la audiencia con un registro inesperado, que llevó con bastante éxito su tono oscuro y sarcástico a un drama ambicioso. La película va sobre una joven abrumada con las deudas que le dejó su préstamo universitario, y que se involucra en una red de estafas por pequeños montos de dinero con tarjetas de crédito robadas, pero que va incursionando en otro tipo de delitos, más serios, más peligrosos, en el costado más ominoso de la ciudad de Los Angeles. “Es la película pequeña que lo logró”, dice Plaza, porque en el ranking de Apple TV, donde todavía se puede ver, quedó bien arriba, justo debajo de Top Gun. “Llevaba años intentando hacer esa película y resulta que sigue siendo relevante. Yo creo que hay toda una generación de jóvenes que se sentirán un poco identificados por esta película, gente que se ahoga en deudas estudiantiles. Así que pensé, ¿por qué no hacer una película para que la gente pueda hacer algún tipo de catarsis?”, explica. Esta película terminó de abrirle paso al lugar que ella quería, más flexible, más desafiante: sin ser una película taquillera, de esas que no le gusta ver, igualmente la festejaron todos, desde el público general a la crítica que la elevó a personaje del año.

De todas formas, Plaza ya venía explorando otros registros en el último tiempo. “Fue una época en la que intenté conscientemente salir de la zona de April Ludgate”, dice, sobre comedias más subidas de tono donde también estuvo –una con Robert De Niro incluido– y donde quiso probar que ella no necesitaba ser solo la chica cínica con cara de mala, que también podía ser, por ejemplo, una rubia fiestera. También estuvo en Legión, del Universo Marvel, o en Black Bear, otro thriller, donde demostró cuánto podía. “Siempre hago chistes, cuando estoy rodando una película, por ejemplo, el otro día bromeé con Francis Ford Coppola”, dijo en una entrevista ¡como si fuera de lo más normal!. “Y le dije: lo importante es interpretar a un personaje en la película y luego crear otro personaje mientras la estás rodando para todas las cosas fuera de cámara. Cuantos más personajes, mejor”, cuenta, complicadísima, Aubrey Plaza. Pues sí, su catálogo de nuevas aventuras es ecléctico y desconcertante como ella misma: por un lado, está filmando Megalopolis, la película que Coppola está financiando y produciendo por las suyas, por otro lado, regresa a Marvel, más específicamente, a uno de sus universos más interesantes, el de Wandavisión. Aunque ella, dice, apenas lo entiende.