Un verano así 8 puntos
Un été comme ça; Canadá, 2022
Dirección y guion: Denis Côté.
Duración: 138 minutos.
Intérpretes: Larissa Corriveau, Aude Mathieu, Laure Giappiconi, Anne Ratte Polle, Samir Guesmi, Josée Deschênes.
Estreno en MUBI.
La hipersexualidad o conducta sexual compulsiva, antes conocida popularmente como “adicción al sexo”, es definida por la psicología clínica como “una preocupación excesiva por fantasías, impulsos o conductas sexuales que es difícil de controlar, provoca angustia o afecta, de manera negativa, la salud, el trabajo, las relaciones u otros aspectos de la vida”. Lo sabe muy bien la académica e investigadora alemana Octavia (Anne Ratte-Polle), que acaba de llegar a Canadá para reemplazar a una colega, directora de un proyecto para tratar esas conductas de manera alternativa, sin una cura tradicional como norte. En la última película del prolífico y siempre sorprendente realizador quebequense Denis Côté, que tuvo sus primeras exhibiciones este año como parte de la competencia oficial del Festival de Berlín, tres chicas jóvenes que en otros tiempos hubieran sido tildadas de ninfómanas (ese término arcaico, tanto como los “pensamientos impuros” que se mencionan irónicamente), ingresan voluntariamente en una enorme casa de campo en las afueras de Montreal para pasar casi un mes en tratamiento.
No hay nada coercitivo en el proceso, que implica permanecer en el lugar durante veintiséis días, con apenas una salida de 24 horas a mitad de camino. Pueden tomar alcohol, masturbarse, salir a dar un paseo, incluso utilizar el celular, aunque con un límite de 90 minutos diarios. A Octavia la ayudan Sami, un asistente social de origen argelino (Samir Guesmi), y una cocinera, únicos integrantes junto a las “pacientes” del particular grupo. Un verano así, rodada con cámara de 16mm en mano, comienza con las presentaciones de rigor al comienzo de ese período. A partir de ese momento, el punto de vista irá saltando de un personaje a otro, registrando de manera naturalista las actividades de las muchachas. Gaëlle, quien pide que la llamen Geisha, su cabeza completamente rapada y un piercing en el labio, no tarda en ofrecerle una fellatio completamente gratis a Sami. La actitud constantemente provocadora de Geisha contrasta con la melancolía evidente de Léonie, cuyo pasado de abusos paternos aparece más temprano que tarde en terapia. Eugénie, en tanto, se pasea semidesnuda por la casa, alternando intensos segmentos masturbatorios con igualmente vehementes sesiones de dibujo.
Si bien hay relatos explícitos que describen prácticas sexuales extremas, Côté opta por dejar fuera de campo la mayoría de las actividades lúbricas en tiempo presente. Incluso se permite un pase de humor cuando Geisha, de paseo por una canchita de fútbol cercana, se “baja” a un grupo de muchachos que no pueden creer lo que les está ocurriendo. El breve recreo luego de las doce primeras jornadas encuentra a las chicas buscando aquello que estuvo relativamente reprimido, nueva fuente de ambivalencia que cruza el placer con el dolor –el físico y el psicológico– y la necesidad con algo parecido al arrepentimiento (¿o acaso no es tan así?). Octavia parece fría y distante, muy alemana, como se afirma por allí, pero la separación a la distancia de su actual pareja la tiene en carne viva. La visión de una araña gigantesca caminando por las paredes del cuarto –un sueño vívido, una alucinación, un juego cinematográfico– remite al Bergman de Detrás de un vidrio oscuro, pero si hay algo bergmaniano en el último Côté lo es de una manera juguetonamente psicologista, nunca grave.
Ni víctimas ni monstruos, apenas sujetos corridos de una normalidad socialmente consensuada, las tres chicas intentan hallar en esas pocas semanas la posibilidad de desear algo diferente al sexo, pero sin dejarlo de lado. Tal vez “dejar de verse como las ven los hombres”, según las palabras de la cocinera en una escena sorpresivamente emotiva cerca del final, aunque ninguna de ellas se vea como una víctima ideal del patriarcado ni nada que se le parezca. Un verano así se corre de cualquier expectativa previa que el espectador pueda tener al leer la sinopsis oficial y ofrece un tratado humano sobre seres frágiles y confundidos, aunque el origen y futuro de ese desorden nunca es del todo claro. Provocador sin dejar de lado una discreción que nunca desemboca en pudor, Denis Côté continúa haciendo películas que no se parecen a ninguna otra.