Cuarenta años después del conflicto bélico, una conmovedora serie de fotos tomadas por los soldados conscriptos en 1982 --hoy veteranos de guerra--, componen Sí, yo estuve ahí, la singular colección de imágenes que integra la exposición sobre la memoria de Malvinas. Es parte del Archivo Malvinas, Memoria de la Espera, y muestra a los jóvenes soldados desde el momento en que tomaban un tren en Mercedes, provincia de Corrientes, por caso, hasta el día en que, algunos, vuelven al continente, después del “cese del fuego”.
No se habla de “rendición” entre los veteranos. Se habla de soberanía, se habla de “los que ya no están”, en los textos testimoniales que acompañan la muestra, creada por los reporteros gráficos Martín Felipe y Diego Sandstede, quienes también producen y realizan el documental que crece a medida que se suman a la propuesta las valiosas voces de los veteranos.
Fue a partir de 2017 cuando, tras la idea de construir un archivo con las fotografías que muchos soldados tomaron durante el conflicto, Felipe y Sandstede comenzaron a contactar a aquellos veteranos que guardaban las imágenes de sus días en las islas, en papel fotográfico. Lograron así componer hasta hoy, una colección de 320 fotos. En muchos casos un poco deterioradas por el paso del tiempo o la humedad. En otros, increíblemente bien conservadas. Pueden verse en el espacio fotográfico Arte x Arte (Lavalleja 1062, de la Ciudad de Buenos Aires) hasta el 22 de diciembre.
La inocencia: tomar fotos del "viaje”
Muchos de los soldados que fueron destinados a las islas vieron el mar por primera vez. Varias familias les regalaron o les prestaron “máquinas de fotos, de rollo color” para que registraran el viaje al emblemático enclave insular. La guerra no estaba en los planes de estos “colimbas”.
La mayoría pensaban que volvería a sus casas a la semana siguiente. Sin embargo, al iniciarse el conflicto armado, quienes tenían sus cámaras buscaron resguardar los rollos de fotos. Incluso algunos pudieron enviarlos al continente con algún compañero que volvía, herido, en las primeras semanas del combate.
Otros las trajeron entre sus ropas, o entre las mismas vendas de sus propias heridas. Sabían que atesoraban recuerdos imborrables, pero también, la memoria de cuando ellos ya no estuvieran aquí para contar lo sucedido.
La mayoría de las máquinas y de los rollos de fotos que testimonian la vida de los soldados en Malvinas fueron incautadas por “los ingleses” cuando se produjo el cese del fuego. Curiosamente entre estas fotografías no hay imágenes dolientes, de heridos, ni de muertes: “lo que más hubo en Malvinas” según el testimonio de Eduardo Farré, fotógrafo profesional y reportero gráfico, que cubrió el conflicto.
Las fotos en las islas
Hay imágenes de las despedidas con las familias, hay paisajes de mar, se ven las islas desde el avión que los llevaba al teatro de operaciones. Fotos del ya conocido y desértico camino entre el aeropuerto y Puerto Argentino. Y también imágenes de recibimientos familiares, cuando después de junio los soldados volvían al continente.
Se ven soldados con armas en posición de defensa en las zonas militarizadas de las islas, pozos de zorro, trincheras. Grupos de soldados que sonríen. Soldados taciturnos cuando están entregando sus armas.
Hay una curiosa serie que un soldado le compró a un fotógrafo oficial del Ejército: se ven muchos colimbas de frente, “en pose” para la foto oficial. El veterano Martín Borba cuenta que tuvo que “vender su coche” --en el testimonio que acompaña esa serie--, para comprarle las copias de esa colección a “Fogonazo”, tal el apodo del fotógrafo militar enviado a las islas.
La muestra
Son 29 series las que conforman esta colección. Conmovedora por el valor testimonial de las imágenes, y por la riqueza estética de la muestra que ya constituye un archivo documental. Protocolizado por Felipe y Sandstede, para que pueda estar a disposición pública. Se acompaña con un documental que los reporteros gráficos que la idearon comenzaron a realizar al encontrar a uno y otro veterano que pudo conservarlas.
Los creadores de este archivo ya recorrieron nueve provincias y contactaron a más de veintiocho veteranos que “tienen imágenes” de esa fatídica incursión militar.
No hay fotos que hayan sido tomadas por los mandos militares. Una consigna que guía a los organizadores de la muestra. “Porque nosotros somos civiles –explica Sandstede a Página/12—, y porque los soldados no eligieron ir a la guerra, los mandaron, y ellos no tenían ningún interés en el mundo militar”.
También hay fotos del médico de campaña Oscar Rojas, destinado en el buque hospital Bahía Paraíso. Entre esas imágenes, impacta la figura desnutrida de un conscripto que llegó a ese buque hospital. Y pudo recuperarse. Hay relatos de las torturas y del hambre que padecieron en las islas. Pero solo en esta serie se puede ver el horror en el cuerpo “semejante a lo que provocó el holocausto”, refiere el médico, al que contactaron Felipe y Sandstede.
Hay fotos tomadas por las pocas mujeres que llegaron a las islas, las “instrumentadoras quirúrgicas” que fueron requeridas cuando los heridos ya no podían ser asistidos por los médicos destinados al conflicto. A Silvia Barrera le regaló la cámara su padre, que era militar. Ella estuvo destinada al buque hospital ARA Almirante Irizar. Se la ve con sus compañeras, antes del inicio del fuego. Hay fotos tomadas por soldados, desde el ARA General Belgrano, antes del hundimiento. Y también de las balsas que deambulaban en el mar y desde las cuales, en algunos casos, los soldados desde otros buques recibían a sus compañeros, y podían salvar a los sobrevivientes del hundimiento.
Hay fotos curiosas, como la que muestra una cocina de campaña, intacta. Enorme. Es una gran cocina a leña –que será destruida por un bombardeo, cuenta el soldado que la registró rodeada de sus compañeros--, que fue destinada a un teatro de operaciones donde no hay árboles. Algo elemental para extraer madera, el combustible, para cocinar los alimentos.
El Archivo Histórico
Son varios los casos en los que un soldado encontró entre las cajas de encomiendas, en las barracas de Puerto Argentino, cámaras de fotos o incluso rollos nuevos. Esto completa el azaroso circuito que hoy permite darle forma material a esta propuesta: “Cuando vimos en Facebook que había soldados que tenían alguna foto tomada por ellos, en Malvinas, decidimos iniciar esta colección, con la intención de resguardar tanto las fotos en papel; por la fragilidad del papel; como los negativos, en los casos que los hubiera; para mantener la memoria de Malvinas, la memoria de los soldados –insiste Sandstede—, y así fuimos buscando y contactando a los veteranos y encontramos fotos en papel, y algunos pocos, conservan también los negativos”.
“Estas fotos traen una memoria nueva de Malvinas, el recuerdo, y ellos, aunque al principio se mostraron reticentes, cuando vieron lo que se estaba armando, accedieron”, explica el reportero gráfico devenido para este trabajo minucioso en investigador. “Hoy hay cercanía y hay confianza, porque hay un cuidado por esa memoria que ellos protegen”, explica.
Sandstede habla de esta muestra como parte del tardío “acto de reconocimiento”, retomando las palabras de los veteranos que llegaron a la inauguración de la exposición, en noviembre. Ese reconocimiento que no tuvieron cuando volvieron de las islas, repasa. Y uno de los testimonios que puede leerse entre las imágenes expuestas lo evidencia: “El 14 de junio tuvimos que entregar las armas. Pero el 13, había sido el primer partido del mundial de España en 1982”.
El evento deportivo, en ese entonces, le sirvió a la sociedad argentina, engañada y manipulada tras el latiguillo del “estamos ganado”, para desconocer la heroicidad de los jóvenes colimbas.
El arte como acto de reparación
En el inicio de esta muestra, en sus orígenes, hay un libro editado por la Asociación de Reporteros Gráficos (ARGRA), en 2017. Allí comenzó a germinar la idea de la colección para conformar un archivo histórico, y público. La digitalización de cada serie aportó luego la metodología de la conservación documental. Y la forma que asume la exposición en el espacio Arte X Arte, diseñada por el fotógrafo Gabriel Díaz, completa una decisión ética y estética. La que se sostiene en el texto de la investigadora Silvia Pérez Fernández, que abre el recorrido.
Detrás de esa decisión de Felipe y Sandstede se percibe la convicción por darles a los veteranos el lugar protagónico. Es visible aquí “la voluntad de registrar todo aquello portador de algún significado: helicópteros, buques, tanquetas, pero también fotos hechas en el interior o desde la ventanilla del avión que los llevaba a las islas”, reseña el texto de Pérez Fernández. Y completa, en las palabras de un soldado conscripto: “mi felicidad, mi alegría, mi sonrisa enorme, creo que pasaba por eso, ir a una aventura”.
En un momento sacaban fotos “y una hora después sufrimos nuestro primer bombardeo”, detalla otro testimonio. En este recorrido histórico es posible reconstruir no solo el cambio de actitud, desde la inocencia inicial a la desolación del regreso: también las posibilidades que el arte ofrece como acto "reparador en el vínculo que todavía nos debemos como sociedad" concluye Sandstede.