El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) de noviembre arrojó un aumento de las proyecciones de inflación para 2023 respecto a su versión de octubre, estas pasaron del 96 a un 99,7 por ciento estimado si se considera la mediana. Las expectativas empeoraron pero lo hicieron progresivamente menos que meses atrás, cuando se registraban correcciones más grandes que los 3,7 puntos de noviembre. ¿Hay aquí una visión que confluye entre un REM menos pesimista y un equipo de gobierno que se esfuerza por transmitir que incorporó el descenso de la inflación como un objetivo de política?
En el equipo de Massa resaltan dos cosas: que la inflación se desaceleró en noviembre y que se apunta a lograr una baja de 1 punto porcentual por bimestre, hasta llegar al 3 por ciento mensual en marzo. El dato de noviembre obedece a “una desaceleración bastante importante en alimentos y bebidas” asociada al programa Precios Justos, que entró en vigencia en la segunda mitad del mes, según adelantó el secretario de Comercio, Matías Tombolini. Pero es un interrogante la inflación de diciembre y si el ministro de Economía, Sergio Massa, conseguirá recortar la suba de precios un punto en el último bimestre del año.
Algunos miembros del equipo económico fueron más osados y llegaron a afirmar que "el impulso monetario de origen fiscal sería compatible con una inflación del 40 por ciento anual (3 por ciento mensual)", buscando transmitir que era asequible la meta proyectada en el Presupuesto 2023 del 60 por ciento. El secretario de Política Económica, Gabriel Rubinstein, corroboró sus palabras este jueves al afirmar que “Precios Justos es una herramienta útil para procurar llegar a una inflación del 4 por ciento en meses venideros, y hacia 3 por ciento para fines del año próximo”.
Ninguno de estos pronósticos aparecen en boca del sector privado, al menos hasta el momento, pero sí es posible advertir que las expectativas son menos pesimistas. De acuerdo a las estimaciones vertidas en los tres últimos informes del REM, la mediana de las proyecciones ubicaba la inflación de 2023 en 90,5 en septiembre, 96 por ciento en octubre y en 99,7 por ciento en noviembre. Lo cual supuso una corrección de 6,4 puntos al alza en septiembre, 5,5 puntos en octubre y 3,7 en noviembre. Detrás de estos ajustes pueden estar operando una serie de hipótesis, que se mencionan a continuación.
En primer lugar, una cuestión meramente estadística, de que las estimaciones se corrigen menos cuando se aproxima el período a proyectar, es decir, es más sencillo proyectar 2023 en noviembre que en agosto. Por otro lado, y como señala Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), las cifras del REM “vienen planteando una curva descendente, si bien menos pronunciada que la que esperamos nosotros”, y además sostiene que “en los últimos años le vienen pegando bastante”.
Claro que si bien el gobierno plantea una desaceleración para 2023, esto no se ve reflejado en las estimaciones del REM, pero proyectar una inflación de 99 por ciento en 2022 y apenas 0,7 puntos más alta en 2023 es un dato favorable.
Entre las y los consultados por el REM que elabora el Banco Central se encuentran entidades financieras, consultoras y centros de investigación locales e internacionales con ideologías preponderantemente ortodoxas, aunque no todos lo son. El número de participantes es representativo si se lo compara con estudios similares de otros países, por ejemplo, el Focus que elabora el Banco Central de Brasil releva a 100 participantes en un país que es mucho más grande.
El sesgo ideológico lo torna proclive a ponderar explicaciones de “una inflación de origen monetario, ocasionada por un déficit fiscal que no se achica”, sostiene Nicolás Zeolla, economista jefe de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE).
De allí, Zeolla indica que el empeoramiento de las proyecciones obedece a que “los análisis están muy pendientes del roll over de la deuda en pesos”, el cual empeoró en las últimas semanas y se ubicó en los niveles más bajos desde el mes de abril, con una cobertura del 88 por ciento en la última licitación de noviembre.
De hecho, algunas consultoras anticipan que el gobierno recurrirá a fuentes alternativas de financiamiento en diciembre que implicarán volcar más pesos a la economía, lo cual va en línea con una aceleración de la inflación según la visión ortodoxa.
Para Letcher del CEPA, “esas consultoras son más proclives a un plan de estabilización tradicional, es decir, a un ajuste fiscal que lleve el déficit fiscal a cero” y eso “está expresado en esa estimación política de la inflación del año que viene”. De acuerdo al enfoque dominante entre los analistas, “para que bajen las expectativas de inflación de manera más contundente sería necesario un apretón fiscal mucho más significativo que el que estás teniendo hoy”, señala Letcher.
Así, las proyecciones del REM pueden entenderse también políticamente como sesgadas hacia una orientación de política económica más dura desde el aspecto fiscal y menos incisiva en materia de regulación de precios.