El año se encuentra a pocas semanas de finalizar, circulan los balances económicos del 2022 y al mismo tiempo empiezan a plantearse los escenarios para el próximo período. A nivel de la economía internacional y los países desarrollados, la perspectiva para 2023 parece cada vez más complicada. La llegada del invierno en el hemisferio norte, mientras continúa la guerra en Ucrania y por lo tanto la falta de energía, amenaza la sostenibilidad europea. En Estados Unidos las cosas tampoco lucen sencillas, en donde los principales riesgos están asociados a la deuda, la inflación y la falta de crecimiento.

Entre los economistas del establishment norteamericano que se mostraron más preocupados sobre el próximo año figura Nouriel Roubini. Este analista, que adelantó el estallido de las hipotecas subprime en 2008, escribió recientemente una columna de opinión lapidaria para 2023, asegurando que “el choque es inevitable”. Si bien es cierto que hace años viene augurando una nueva crisis financiera de proporciones faraónicas que por ahora no ocurre, sus palabras siguen siendo escuchadas con atención.

“Después de años de políticas fiscales, monetarias y crediticias extremadamente laxas y con el inicio de grandes shocks de oferta negativos, las presiones estanflacionarias ahora están acumulando una enorme montaña de deuda del sector público y privado. La madre de todas las crisis económicas se avecina y será poco lo que los políticos puedan hacer al respecto”.

Con esas palabras Roubini resume su visión de corto plazo, en la que plantea que la economía mundial se tambalea hacia una situación sin precedentes de crisis económicas, financieras y de deudas, debido a la explosión de los déficits, los préstamos y el apalancamiento de las últimas décadas.

Deuda

Los datos con los que justifica estos argumentos se vinculan con el incremento extraordinario del endeudamiento. La deuda mundial del sector público y privado como porcentaje del Producto Interno Bruto aumentó desde 200 por ciento en 1999 hasta 350 por ciento en 2021. Se trata de un ratio que en Estados Unidos es del 420 por ciento, una cifra más elevada que la registrada en tiempos de la Gran Depresión y después de la Segunda Guerra Mundial.

Estos niveles extraordinarios de deuda generan grandes interrogantes por la dificultad que muestran tanto los países como las familias, empresas, corporaciones e incluso entidades financieras para lidiar con la suba de las tasas de interés. El salto en el costo del dinero de los últimos meses comienza a provocar fuertes tensiones para refinanciar los pasivos.

A modo de referencia puede mencionarse que en 2020 había 17 billones de dólares de deuda pública a nivel mundial con rendimientos negativos. En algunos países nórdicos hasta las líneas hipotecarias se llegaron a ofrecer con un nivel de tasa de interés nominal negativa. Pero ahora el salto en la tasa de interés de referencia de los principales bancos centrales del mundo --las cuales apuntan al 5 por ciento-- modificó el escenario en 180 grados.

Para Roubini, el impacto de las tasas se potencia por el efecto de la inflación, que reduce ingreso de los hogares, junto a la caída de los precios de las viviendas y del valor de las acciones. “Tanto los hogares como las corporaciones, las instituciones financieras y los gobiernos sobreapalancados se enfrentan a un impacto triple: costo del endeudamiento en aumento, ingresos en descenso y el valor de los activos en declive. Todo al mismo tiempo”.