Qué curiosa la gente que cuando elogia a otro se apura a agregar que es “a pesar de las contradicciones” en las que el homenajeado habría incurrido. Lo vimos cuando murió Hebe. Propios y extraños se llenaron la boca de salvedades. “A pesar de sus contradicciones”, bla… bla… se ha ido una luchadora, y más bla….

Supongo que la gente que habla así nunca se ha contradicho en su vida, si no, no se explica la aclaración. Y deben tener una opinión estoica de sí mismo, tanto que si debieran auto homenajearse dirían: “yo, que nunca cambié de opinión, que siempre pensé lo mismo y que siempre defendí las mismas cosas”.

Ahora, ¿es posible vivir sin contradecirse? Creo que la contradicción es un estado natural. No opinar siempre lo mismo. Digo más: equivocarse es lo lógico. Si no fuera así, todos los planes darían resultado y el mundo sería otro.

Opinar siempre lo mismo es de obtusos, es no atender a los cambios de la historia, que incluye cambios en las personas, en la época y en los sistemas. Es decir en todas las cosas que hay sobre la tierra.

Es cierto que ese tipo de aclaraciones siempre van dirigidas a personas que son una papa caliente. En vida y en muerte. Pero, si uno admira a alguien por lo que es, debes ser porque lo que hizo bien es más importante que “sus contradicciones”, si es que esas contradicciones existen y no son más que los cambios lógicos del devenir.

El mejor ejemplo es Maradona. Pero, ¿cómo es posible que uno no perciba “contradicciones” en alguien que fue una figura pública las veinticuatro horas durante más de cuarenta años en todos los idiomas del mundo? Es imposible que alguien así coincida con uno en todo. O que uno coincida con él en todo, para decirlo bien.

A mí me gusta pensar que las “contradicciones” de esa gente son iguales a las nuestras. En definitiva, salimos del mismo nido, en la misma época, y sufriendo y gozando lo mismo, además de pensar más o menos similar. Entonces, si ellos son contradictorios, uno también lo es. Es inevitable.

Yo me contradigo a cada rato. A veces termino estas notas y pienso que choca con algo escrito un año antes. Y me gustaría que esas notas desaparecieran. Y luego me doy cuenta de que no, de que es así, como la vida. Hoy pensás esto porque ves esto y luego ves y aprendés otras cosas, y así…

Los que no cambian son los idiotas, los horribles, los chatos, los zafios, los básicos, los elementales. Los que no están atentos a nada profundo. Los que sólo atienden a su ombligo. Los que no leen y no evolucionan. Los que se hacen los boludos con la historia y juegan a que el mundo es siempre el mismo para que sus leyes básicas sigan (en apariencia) funcionando.

Es obvio que hay contradicciones razonables y otras que lo son menos, por ejemplo gente de izquierda que se vuelve de derecha. Esas “contradicciones” son más feas y sospechosas. Sabemos que a menudo es por la acción del dinero. Curiosamente, eso no se contabiliza como contradicción. Incluso es visto como algo cool, ¿viste?

A veces conviene querer o admirar sin pensar tanto. Es lo que hacemos en la vida cotidiana. ¿No se contradicen, acaso, nuestros padres, hermanos e hijos? ¿Y qué de nuestros amigos? ¿No los seguimos queriendo, acaso?

A menudo esas aclaraciones no hacen más que desnudar la pobreza del que habla. La ramplonería en la que vive. El miedo que guía sus declaraciones. El miedo a ser estigmatizado por haber homenajeado a alguien tan contradictorio como… (ponga aquí el nombre que desee).

A mí, cuando suceden estas cosas, me gusta pensar en una frase de Diego. Era algo así: “la gente viene y me dice vos tenés que hacer esto, vos tenés que hacer lo otro, y yo me digo, pero si vos no fuiste ni al obelisco”. Traducido es: es imposible comprender en profundidad las “contradicciones” de otro sin haber vivido la misma vida y los mismos pesares. Y más si son figuras de semejante estatura e historia.

En las vidas de esas personas que uno admira a pesar de sus contradicciones está la esencia de lo que debemos defender. Lo otro, lo que suena “contradictorio”, hay que dejarlo correr. No sea cosa que el juicio que hacemos se transforme en el juicio que nos hagan porque cuando tuvimos que defender abiertamente a alguien nos hicimos los estrechos y los tibios y terminamos sonando “contradictorios”.

 

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