Tras sus proyecciones en El Cairo Cine Público y otras localidades del país, ahora Cine.ar recupera la posibilidad de ver Extranjero, el documental que produce Cinespuma y dirige el rosarino Alfonso Gastiaburo. El director de la serie La Redonda y el cortometraje 40 Tableros (ganador de varios premios internacionales) logra en Extranjero una película tal vez inesperada. Así lo explica la sinopsis: “La historia de un kurdo y una argentina atravesados por las utopías, la soledad y la muerte, mientras se debaten sobre viajar a los territorios liberados de Rojava”.

Ahora bien, es la misma película la que explica de a poco su idea primera y derrotero posterior, asumiendo una deriva que la vuelve impredecible. El resultado es íntimo. Y sobresaliente. “La verdad es que filmamos de manera muy radical. En principio queríamos hacer una película completamente distinta y la imposibilidad de hacer lo que queríamos terminó un poco en Extranjero. Fue construida a partir de retazos, y cuenta varias historias; por un lado, la de un kurdo que está exiliado en Argentina desde hace muchos años, hijo de un militante y guerrillero muerto en los ’90. Mientras está exiliado, comienza la revolución de Rojava, en Siria, que lleva adelante parte de la población kurda, donde ponen en práctica lo que llaman Confederalismo democrático, un modelo de organización basado en principios anarquistas: logran organizar a cuatro millones de personas, de múltiples etnias, bajo los principios de una democracia radical, de abajo hacia arriba. Todo este proceso lo interpela profundamente a Che Cetin, quien se llama así por Che Guevara, uno de los motivos por los que termina exiliándose en Argentina”, explica Alfonso Gastiaburo a Rosario/12.

La otra historia fundamental en Extranjero es la de Nathalia Benavídes, de quien dice el director: “Ella es argentina, formada en el peronismo y con una identidad muy fuerte ahí; a su hermano lo matan durante la dictadura. Viajando por Turquía se encuentra con este proyecto político, que la cambia profundamente, se termina enamorando de esta revolución y se quiere ir a vivir allá. Y surge un poco esta pregunta: ¿qué es lo que hace que alguien sea interpelado de esta manera, a partir de algo que sucede en la otra punta del mundo, siendo culturalmente tan distintos? Así se fue construyendo la película, a partir de estas historias y las preguntas que surgían desde las vivencias de los protagonistas”.

-¿Y qué creés haber encontrado a partir de esas preguntas?

-Esto es muy personal, no sé si se percibe, pero creo que gira mucho alrededor de un diálogo sobre la relación con las utopías y los costos que pagamos. Hablar con ellos de esto es también hablar de la soledad y de la muerte. Extranjero se llama así no porque estemos hablando de una extranjeridad, que tenga que ver con lo geográfico, sino con la sensación de ser un poco extranjeros en nuestras propias historias. Creo que eso es algo que de alguna manera ellos tienen en común.

-Justamente, es destacable cómo estas situaciones análogas, que manifiestan sus historias, surgen de modo imprevisto.

-Hay muchos elementos de la historia personal, que cuenta Che Cetin, que tienen de repente un eco fuerte en nuestra propia historia, con situaciones que hemos encontrado especialmente en la posdictadura. Él cuenta que después de que lo meten preso y lo torturan, cuando era muy joven, lo más terrible y que lo rompe es que él no había dicho absolutamente nada en los interrogatorios; pero sin embargo, afuera los compañeros lo miraban con desconfianza, y es un dolor profundísimo. Hemos escuchado historias así en nuestro pasado político reciente. Sobre el final de la película, entre ambos dos hay una conversación alrededor de un fuego, y de repente Nathalia habla de que ahí cerca estaba el centro clandestino donde habían secuestrado a su hermano. Entre los dos se hizo un silencio, y fue allí donde apareció la autenticidad del registro. Fue cuando me cayó la ficha, no podía hacer la película que tenía prevista pero podía ir por ese lado.

-La película inicial contemplaba visitar Rojava en compañía de Che Cetin, ¿no?

-Es más, el proyecto original, y que gana los primeros concursos, tenía otro título y pretendía contar un poco un proceso político tan lejano y complejo pero desde el punto de vista de un kurdo que volvía a su tierra y que era un poco argentino también, porque tiene una visión muy argentina de las cosas. Todo eso se fue haciendo paulatinamente imposible, por un montón de peripecias que tampoco están desarrolladas del todo en el documental y que la pandemia terminó por agravar, hasta hacer imposible pensar cualquier película cercana a lo que queríamos. Pero a las películas hay que terminarlas, como sea.

-Ese diálogo entre los dos es uno entre los varios momentos en donde participás de su intimidad, para lograr algo así hay que recorrer un camino largo.

-Lo que tiene el documental, por lo menos los que a mí me gustan, es que dependen en gran medida del vínculo que vas construyendo con el otro. Dejarse filmar es una de las cosas más íntimas que existen, y darte ese tipo de confianza para mostrar un pedacito de autenticidad te da una responsabilidad enorme, además del proceso de tener que narrar a partir de esos pedacitos de realidades. Es el proceso más complejo de todos, ¿cómo ser fiel a tus personajes, a lo que realmente pasó, y al mismo tiempo construir la historia? Es un equilibrio muy particular. Es lo más lindo que tiene de hacer documentales.

Disponible en Cine.ar, Extranjero cuenta con guión y dirección de Alfonso Gastiaburo; producción ejecutiva de Ana Taleb; montaje de Verónica Rossi; música de Martín Delgado; animaciones de Estefanía Clotti; fotografía de Alfonso Gastiaburo y Pablo Martínez; cámaras a cargo de Pablo Martínez, Diego Martínez y Alfonso Gastiaburo; sonido de Alan Valsangiacomo y Santiago Zecca (postproducción); y postproducción de color de Laura Viviani.